Jueves, 24 de abril de 2008 | Hoy
Una lectura del cuento "La otra esperanza", de Adolfo Bioy Casares ratifica la afirmación de Freud. Lo real del cuerpo no es lo orgánico. Lo simbólico teje la realidad material.
Por Celia Dolores Rocca*
Un cuento de Adolfo Bioy Casares, titulado 'La otra esperanza', que corresponde a la llamada literatura fantástica, relata la experiencia de un sujeto que entra a trabajar como empleado en un Sanatorio del dolor.
A medida que el tiempo transcurre, él empieza a sospechar que algo ominoso, terrible, acecha a quienes son internados. Finalmente se devela que el tratamiento consistía en transformar el dolor en energía, o más bien que habiendo descubierto el director de la clínica que el dolor es energía, había inventado un modo para hacerlo utilizable. El dolor se había vuelto un objeto rentable.
Transcribo algunos párrafos del cuento: "Una tarde el director acertó a pasar junto a la cama de un enfermo, que le dijo: -Parece increíble que un cuerpo tan débil como el mío produzca un dolor tan fuerte.
De ahí a ver el dolor como energía malgastada faltaba un paso -el paso de un genio desde luego- que se complementaría con otro, más difícil aún: el de encontrar el modo de recogerla y aprovecharla.
Actualmente, para la iluminación y para las máquinas del sanatorio se emplea únicamente la energía que genera, bajo el aspecto de dolor, el cuerpo de los enfermos.
Para esta obra de utilidad pública hubo que prolongar moderadamente las curas...
Permítaseme señalar el valor humano de esta gran conquista de la ciencia que da un sentido, una utilidad al dolor. En efecto, para los enfermos, y aún para los médicos, hasta ahora había demasiados dolores inútiles, que alertaban sobre males incurables... Mientras tanto, saber que nuestro dolor sirve ¿no es el más hermoso consuelo?"
A la otra mañana me despertó el dolor. La señorita enfermera, que se hallaba junto a mi cama, prometió que dentro de cuatro semanas, a lo sumo, yo me reintegraría a mis tareas y me aconsejó no hablar, porque no todo el mundo está hoy en día preparado para entender la medicina social".
Este cuento de Bioy presenta una aterradora amenaza ligada a la instrumentación de los recursos de la ciencia al servicio de que ningún resto (de energía) se pierda, que pueda ser transformado nuevamente en trabajo. Así, el dolor en este caso, es algo que el enfermo produce, por lo tanto él ha devenido trabajador sin que lo sepa, puesto que está dedicado a la producción de un bien que es convertido en uno más de los objetos de consumo.
Al igual que sucede con otros órganos, el dolor también puede ser traficado, lo que nos muestra lo que Freud enseñó, que el dolor es exceso de energía libidinal y la libido es un órgano.
Ya desde el Proyecto (1895) Freud ubica el dolor como una cuestión económica, energética, de exceso de cantidad. El dolor surge cuando la cantidad de energía excede la capacidad de tramitación del aparato, un modo de presencia de un resto in-tratable.
Cuando considera la diferencia entre la enfermedad orgánica y la hipocondría en Introducción al Narcisismo, dice que en ambos casos hay un retiro de la carga libidinal de los objetos del mundo exterior que se concentra sobre el órgano doliente. La diferencia radica en que en la enfermedad orgánica el fundamento está en alteraciones orgánicas comprobables. Pero luego, como suele hacer Freud, descoloca esta diferencia diciendo que en la hipocondría no han de faltar alteraciones de órgano y estas alteraciones tienen que ver con una propiedad general de todos los órganos que es su erogeneidad, es decir las alteraciones en la distribución libidinal.
Esto parece indicar que para Freud lo real del cuerpo no es lo orgánico, el cuerpo en tanto real no es su realidad física, material, orgánica.
Lo simbólico al apoderarse del organismo hace cuerpo, pero el cuerpo real mismo no funciona sólo biológicamente, como muestran dramáticamente los niños marásmicos que exiliados del lugar en que la lengua podría alojarlos no dejan por ello de estar afectados por lo real del lenguaje. Lo que se hace evidente en el hecho de que la imposibilidad de constitución del cuerpo erógeno impide también el acceso a lo vivo del cuerpo que llamamos necesidades.
Si la lengua como modo singular en que otro se dirige al niño no descompleta lo real del lenguaje, no se constituirá el lugar donde se aloje lo real del cuerpo. Es la inconsistencia de lo simbólico en el lugar del Otro lo que horada el lugar para lo vivo del cuerpo, sometido no todo a la mortificación de lo simbólico.
En el Seminario IV, Las Relaciones de Objeto y Las Estructuras Freudianas, Lacan utiliza como metáfora de la posición organicista suponer que lo real que daría basamento a una usina hidroeléctrica sería la corriente del agua del río donde va a ser ubicada, como si del fluir del agua pudiera seguirse de algún modo la compleja construcción de cálculos necesaria para pergeñar una usina o cualquier otra maquinaria, cálculos que sólo puede realizar un sujeto tomado por la maquinaria simbólica ya funcionante. En la misma falacia se precipitan los recurrentes "descubrimientos científicos" que localizan en tal o cual zona del cerebro o en tal o cual producción de determinada enzima o lo que fuere, la razón última, 'real', de diversos padecimientos que atañen al Sujeto.
¿Cómo situar entonces el dolor y su relación al cuerpo? El dolor es uno de los modos más imperativos de la presencia del cuerpo. Freud lo nombra como pseudo pulsión, justamente por esa condición de imperiosidad que lo emparenta con el "empuje" de la pulsión, con ese empuje constante del que no habría fuga.
Freud en "Angustia, Dolor y Tristeza" distingue: La angustia y el duelo refieren a la pérdida del objeto. Entonces pregunta: "¿cuándo la separación del objeto produce angustia, cuándo tristeza y cuándo, quizá, sólo dolor?" y ¿cómo dar cuenta de un rasgo típico del duelo que es el dolor?
Freud ubica el dolor como la genuina reacción frente a la pérdida del objeto y la angustia como reacción frente al peligro que esa pérdida conlleva y además señala que debe tener su razón el hecho de que se utilice la misma palabra dolor tanto para el dolor anímico como para el dolor corporal.
"En el dolor corporal se genera una investidura o carga narcisista del lugar doliente del cuerpo, esa investidura aumenta cada vez más y ejerce sobre el yo un efecto de vaciamiento". Nótese que el narcisismo aquí no es del yo, sino de esa parte, ese pedazo doliente del cuerpo o tal vez será más preciso decir que se produce un borramiento de la separación yo-cuerpo, una vuelta de la libido al yo, un retorno de goce al cuerpo.
Recordemos lo que Freud cita a propósito del dolor de muelas del poeta Wilhelm Busch "en la estrecha cavidad de su muela dolorida se recluye el alma toda".
*Del staff de Redacción de la Revista Fluctuat nº 2. Fragmento.
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