PSICOLOGíA › SUBJETIVIDAD DE LOS NIñOS EN MEDIO DEL CONFLICTO ARMADO
El psicoanalista colombiano Mario Elkin Ramírez llegará a Rosario para disertar sobre "Síntomas hipermodernos en la adolescencia", con la coordinación de María del Carmen Arias. Este artículo trae aspectos de su trabajo en Medellín.
› Por Mario Elkin Ramírez*
El Grupo de investigación conflictos y violencias, del cual participo, realizó la investigación Dinámicas de Guerra y construcción de paz en la Comuna 13 de Medellín. El grupo es interdisciplinario, por lo que hubo muchas perspectivas. Pero aquí me limitaré al psicoanálisis para mostrar lo particular y específico del sujeto en el conflicto armado, tomando esta población como modelo. Algunas conclusiones fueron posibles: 1. La elucidación de los ciclos de repetición de la violencia, a los que generalmente se le dan explicaciones tales como la falta de oportunidades de los jóvenes, las condiciones de pobreza, el desempleo y la falta de educación. Desde el psicoanálisis encontramos que hubo en el desarrollo del conflicto una sucesión de actores armados durante más de diez años: bandas delincuenciales, milicias guerrilleras y grupos paramilitares combinados con la fuerza pública estatal. En esa aparente diacronía, hallamos una sincronía. El retorno de un encadenamiento de excesos y de órdenes de hierro(1) que, queriendo resolver el exceso de una orden de hierro anterior, incurre a su vez en un exceso.
Independientemente de la ideología, de la justificación ilegal o legal, las órdenes de hierro en su práctica procedían del mismo modo, e incluso, hubo actores armados que pasaron por todas esas órdenes de hierro, reciclándose en los distintos grupos.
La repetición no sólo fue de las prácticas por ejemplo, la llamada "limpieza social" aplicada a los miembros del grupo anterior: asesinándolos, desapareciéndolos o desplazándolos, sino que también se manifiestó en un nivel subjetivo, soportado en mecanismos inconscientes como la identificación. Muchos niños tomaron rasgos de estos actores armados y transformaron inconscientemente su yo conforme a esos modelos.
El "amor al arma" los sedujo hasta volverlos guerreros, realizando un ideal social que les hacía temer, tener éxito sexual con las jovencitas, mantener dinero de los impuestos ilegales a comercios y transportadores, tener un prestigio social y disfrutar del poderío de la posesión del arma, es decir, de la omnipotencia de disponer de la vida del otro a voluntad.
Algunos testimonios confirmaron que los niños, que en principio acudían con curiosidad a ver los cadáveres, después fueron quienes llevaban escondidas las armas de los adultos y prestaban servicios de espionaje y finalmente, actores armados activos. Hoy, a pesar de la inversión material y social en la comuna por parte del Estado, existen bandas emergentes compuestas por los que eran aún niños en el momento de la intervención militar del Estado que derrotó a las Milicias en el sector. El ciclo continúa.
2. A pesar de que los líderes comunitarios tienen una conciencia social y una sólida formación política que les permitió intentar soluciones como la delimitación de sus actividades de las de los actores armados por lo cual algunos líderes fueron asesinados encontramos en otro sector de la población, lo que podría llamarse la acción de un principio de utilidad directa e inmediata. Quizás por el acomodamiento a condiciones de guerra y forzados a sobrevivir en medio del conflicto, este sector apoyó a uno u otro actor armado, se benefició de sus acciones o tuvo una anuencia de sus prácticas. Acosados por el exceso de las primeras bandas delincuenciales, impotentes para defenderse por sí mismos y abandonados del Estado que no los defendió porque eran invasores de las tierras donde construyeron sus villamiseria, legitimaron a las milicias que vinieron a ofrecerles seguridad. Acuñaron o repitieron significantes a manera de consignas tranquilizadoras como lo que no sirve estorba, el que nada debe nada teme, lo que hacía un juicio sumario sobre la víctima. Se beneficiaron del régimen que "impedía" pagar los servicios públicos o que daba terrenos expropiados para la construcción de viviendas, acudieron a ellos para resolver por la intimidación, la violencia, la muerte o el destierro, los conflictos familiares o vecinales. Pero luego las milicias cobraron esa seguridad con obediencia de la población, primero a sus normas y después a sus caprichos. Por ejemplo, no permitir que hubiera consumo de drogas frente a los niños, pero también sobre cómo debían vestir las jovencitas para que no se vieran "inmorales".
3. Mientras que en los niños hubo una exaltación de los sentidos, poniéndolos frente a un goce inesperado, en situaciones de horror, pero también de un placer curioso, sobre la mayoría de las personas se impuso implícitamente una suspensión de los sentidos. Esto es, que la población tuvo que autoimponerse dentro de su "manual de supervivencia", no ver, no hablar, no oír. Un grafitti en un muro lo ilustraba: Entre menos veo más vivo.
*Psicoanalista miembro de la AMP y de la NELMedellín, Profesor en el Departamento de Psicoanálisis de la Universidad de Antioquia. Colombia.
(1)Ramírez Mario Elkin, Órdenes de Hierro, Medellín, La Carreta, 2007.
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