PSICOLOGíA › DEBATE SOBRE LA REINSERCIóN A PARTIR DE LA LIBERTAD DE RICARDO BARREDA
Más allá de lo moral y lo jurídico, la pregunta se orienta a la ética en juego, al juicio íntimo. ¿Puede un sujeto que cometió semejante crimen y se hizo cargo de las consecuencias ordenar y reorientar su vida hacia el lazo social?
› Por Sergio Zabalza*
En estas horas Ricardo Barreda obtuvo la libertad condicional. Se trata de un hombre que asesinó a los cuatro miembros de su familia, con los que además convivía, entre ellos sus dos hijas. Imaginar el episodio causa tanto estupor que el exigente ejercicio de suspender el juicio para entregarse a la reflexión y el análisis se impone por sí solo.
Pero hubo un juicio, Barreda fue condenado a prisión, purgó su pena porque la acumulación de buenos antecedentes durante su estadía carcelaria lo puso en situación de acariciar, después de diecinueve años, la libertad. Para aquellos que trabajamos con el sufrimiento psíquico, en especial con todo lo que atañe al ámbito familiar, el episodio concita un interés relevante.
Los datos de la historia, nunca rechazados, hablan de una convivencia enferma protagonizada por este grupo en el que Barreda ocupaba el lugar de deshecho, basura, ignominia (1). Para ser fiel a la etimología de esta última palabra, allí donde se pierde el nombre: "el objeto a liberado" (2) que Lacan menciona cuando, al abordar el costado perverso del drama familiar ubica un elemento que por sí solo habla de toda la estructura parental.
Ese elemento, en este caso, es un hombre humillado durante años a expensas de un funcionamiento mórbido, sádico, desquiciado. Se hace difícil concebir que esta truculenta y cotidiana comedia no contara con la aquiescencia de quien, por fin, resultara el ulterior victimario: allí están los diecinueve años en prisión para atestiguarlo, sanción frente a la cual, según dicen, el penado nunca se rebeló.
¿Por qué habrá permitido este hombre que las cosas llegaran tan lejos? Si atravesó el abismo que supone adoptar la decisión de terminar con la vida de otras personas: ¿Cómo entender la larga pasividad que lo llevó al asesinato?
Dar por sentado que estas preguntas tienen una respuesta única y certera testimonia una soberbia que se lleva muy mal con las impredecibles encrucijadas del alma. La materia humana exige una actitud tanto más prudente, humilde, responsable. No en vano, Jacques Lacan habla de la "insondable decisión del ser" (3) para los casos en que la razón, la teoría o la práctica clínica deben inclinarse frente a la gota de contingencia en que anida la singularidad de un sujeto.
Sólo para señalar que hay muchas maneras de pensar las cosas: Baruch Spinosa dedicó ingentes esfuerzos en pos de discernir la calidad de los actos humanos más allá de su envoltura imaginaria. Por ejemplo, en Las Cartas del Mal se sirve de la comparación entre dos asesinatos para ilustrar la diferencia entre vicio y virtud. Dice: "El matricidio de Nerón, por ejemplo, no fue un crimen si nos atenemos a lo efectivo de su consumación. Porque la misma acción exterior y con la misma intención de matar a la madre la tuvo también Orestes, y sin embargo no se le culpa, al menos no como a Nerón. Y ahora me pregunto: ¿cuál fue entonces el crimen de Nerón? Ninguno sino haber demostrado, al actuar así, ser desagradecido, despiadado, desobediente" (4).
Bien, para terminar, más allá de toda consideración moral, nuestra pregunta se orienta por la ética en juego, es decir: nos interesa otro trámite procesal: el juicio íntimo. En otros términos ¿puede un sujeto que, tras perpetrar semejante crimen, se hace cargo de las consecuencias de tamaña y brutal venganza, ordenar y reorientar su vida hacia el lazo social?
Por mi parte, no encuentro argumentos para objetar tal posibilidad.
1) Ver http://etimologias.dechile.net/?ignominia "Lo que ha hecho es una ignominia", etimológicamente (y creo que aún hoy, de manera no plenamente explícita) no significa que el hecho no tiene nombre, sino que quien lo hizo perdió el nombre
2) Jacques Lacan, El Seminario: Libro 16, De un Otro al otro, clase del 30 de abril de 1969, Buenos Aires, Paidós, 2008, página 268.
3) Jacques Lacan, Acerca de la causalidad psíquica en Escritos 1, Argentina, Siglo XXI, 1988, página 168.
4) Baruch de Spinosa, Las Cartas del Mal, Correspondencia Spinoza Blijenbergh, Buenos Aires, Caja Negra, 2006, página 73.
*Psicoanalista.
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