PSICOLOGíA › HAY TANTOS MODOS DE REALIZAR LA FEMINIDAD COMO MUJERES EN EL PLANETA
Un día para la mujer implica aliviar las enormes exigencias
que pesan sobre ella. Cada una hará su experiencia y a su
tiempo. Pero estará siempre "haciéndose" a sí misma.
› Por Margarita Scotta *
Un día para la mujer implica reconocer que hay tantos modos de realizar la feminidad como mujeres en el planeta. Es momento de aliviar las enormes exigencias que pesan sobre las mujeres: cada una hará su experiencia y a su tiempo; cada época de la vida será cada vez la realización de algo como mujer.
Si el 8 de marzo conmemora la muerte injusta y violenta de mujeres, quizás sea porque el sadismo propio del varón que reniega el pacto con lo simbólico sigue siendo el gran problema. O el sadismo de algunas mujeres identificadas con el varón que, para el caso de los que padecen la horrenda injusticia, es lo mismo.
A diferencia del varón, desde la salida del amor de la infancia, el recorrido de la niña para convertirse en mujer quedará abierto, aún "por hacerse". Ese "inacabamiento" de la sexualidad femenina lejos de ser un déficit significará la singularidad de la mujer y su potencialidad para crearse y crear.
Suele escucharse que la mujer es más osada, se anima a correr más riesgos que el hombre y cuando se propone algo no depondrá su meta fácilmente (y todos tenemos la sensación de que esta afirmación es cierta). Si esto es así es, justamente, gracias a ese estado "inacabado" que la época infantil dejó en la niña: la mujer estará siempre "haciéndose" a sí misma, en un continuo devenir de su feminidad como primera y gran tarea. No podríamos decir "mujer, mujer, es la que hizo tal cosa". Esa "tal cosa" que la convierte en mujer resultará la que cada una alcance en las contingencias de su vida (y, además, habrá que revalidarla de tanto en tanto). En ese territorio abierto, incierto también, potencial y promisorio, la niña se zambulle al separarse de la madre (los psicoanalistas sabemos que uno de los trámites más arduos es que la mujer se desprenda de la madre); ese entredos mujeres persistirá para ella como una escena implícita siempre emergiendo en los encuentros con el hombre. Luego de su mudanza desde el amor materno rumbo al padre, la niña hará su travesía; porque las mujeres están orientadas por ese faro que es el padre en el horizonte. Se oscurecerá y se iluminará, oscilará la luz de su presencia y la oscuridad de su ausencia; y, en ese viaje, el encuentro con el hombre, al darle el hijo traerá un "acabamiento" ilusionado y a la vez le complicará las relaciones con el partenaire viril.
Es frecuente escuchar decir que "las mujeres pueden estar solas y los hombres, no"; Sigmund Freud pensaba que el varón no necesita desprenderse del vínculo inconciente con la madre para avanzar como varón, lo que le daría una ligazón libidinal permanente con las mujeres, pudiendo hacer traspasos de unas a otras con notable facilidad. En cambio, la mujer, si para avanzar como tal, debe migrar lejos de la madre, ese desprendimiento podría repetirse, tanto en relaciones con hombres como con mujeres y acaso sea el envión que la lanza a desiertos inesperados (el saber popular sobre la vida amorosa también reitera "cuando una mujer se separa, se separa"; y en la repetición está el enigma). Las mujeres serán siempre las creadoras de escenas en ese espacio vacío, donde el erotismo femenino suele ser ese don a través del cual una mujer primero dándose porta la capacidad de creación de "lo" que se da. Don que bordeando el riesgo de lo sacrificial también abre a la celebración y al festejo de la mujer como tal.
* Psicoanalista. Autora del libro El amante y sus metáforas (Ed. Homo Sapiens 2010).
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