PSICOLOGíA › LA INTERPRETACIÓN Y LA POLÍTICA DEL SÍNTOMA
› Por Osvaldo Arribas *
¿Qué nos hace falta? Esta expresión, si bien extremadamente familiar, es bien extraña si nos la repetimos un par de veces. ¿Se trata de lo que nos falta? No, explícitamente esta pregunta se trata de lo que nos hace falta. ¿Es que somos falta por lo que nos hace falta? La falta pareciera siempre referirse al registro del tener, sin embargo..., ¿soy sin lo que me falta? Pero si nos hace falta, ¿nos faltaba antes que nos hiciera falta? ¿Qué es lo que hace falta?
Pues bien, en la experiencia analítica, el analizante se empeña en tratar de saberlo, trabaja para llegar a saberlo. De lo que no tiene ninguna duda, y es su punto de partida, es que algo le falta, aunque no sepa qué ni por qué. Pero que le falta lo sabe con la certeza que le imponen sus síntomas, y es lo que, por otra parte, nos quiere hacer saber. Hay, por supuesto, discursos que procuran respuestas para estas preguntas. La religión nos habla del paraíso perdido, del pecado o la falta original, irremisible, que se habría producido, justamente, por querer saber, y su promesa es para la otra vida, aquella por la que algunos apuestan. La ciencia nos dice que nos despreocupemos, que ella sabe, y que si los análisis del laboratorio nos dan bien, no nos falta nada, quizás tan solo algo de vitaminas o de esparcimiento. La política, por su parte, apoyándose en uno o en los dos discursos anteriores, sostendrá su promesa en elementos más terrenales, asegurando la respuesta para esta generación o para las generaciones futuras.
Los que no encuentran su respuesta en estas respuestas, en general, se analizan, procurando encontrarla en una vía que es propia y singular. Y esa vía también es política, pero la de una política particular, que es la que en psicoanálisis denominamos política del síntoma. Pero claro, la pregunta se mantiene: ¿de qué orden es la promesa o la respuesta que encuentran aquellos que siguen la política del síntoma? ¿Por qué el síntoma? Porque la falta se cifra en el síntoma. Pues tal como lo ha trabajado Héctor Franch, en su seminario "La interpretación y la construcción en el análisis", esa falta que se promete desterrar, se cifra de un modo singular en cada uno de los seres que, por hablar, hacen del cero, es decir, de la cifra, un nombre de la falta. Y si bien la respuesta por esa falta siempre se espera que sea del orden del saber, es la falta la que responde, y en un orden de verdad que, aunque no sin saber, siempre lo excede. Al respecto, lo que hace al saber del analista en la dirección de la cura atañe a la prudencia que dirige su intervención sobre el síntoma, ya sea en el orden de la interpretación o en el de la construcción, y esto a fin de hacer lugar a la posibilidad de que el que cuenta haga su cuenta.
* Fragmento de la interveción del autor en el seminario que dirige Héctor Franch.
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