PSICOLOGíA › PROPUESTA PARA UN NUEVO ENCUENTRO MáS FRESCO CON LA TEORíA ANALíTICA
Excepto el capítulo 2, en el que cuenta la batalla teórica del muñeco Humpty Dumpty con Freud y Lacan, el resto de El libro de las muñecas parlantes puede leerse con la mirada de un niño a quien le cuentan historias acerca del deseo.
› Por Jacques Nassif*
Las instrucciones para el uso de este libro (El libro de las muñecas parlantes), como si fuera él mismo una de las muñecas tecnológicas del que trata, son muy sencillas: en principio, ya que pretende el autor dispensarse de cualquier metalenguaje, como se lo enseñara su maestro Lacan, uno debe poder abrirlo y entrar en el texto sin predeterminados conocimientos, salvo los necesarios a la lectura, o sin la disposición de algunas herramientas, salvo las que atañen a la escritura.
Exceptuando en el capítulo 2, que cuenta la batalla en la teoría analítica entre el muñeco Humpty Dumpty de Carrol y los gigantes que fueron Freud y Lacan, se debe ponerse en la actitud del niño a quien le cuentan historias: desde la de su nacimiento a la voz en el primer capítulo, después de la caída en un cuerpo con sus necesidades, hasta el encuentro sexuado con otro cuerpo que pueda parir a otro niño.
Ahora bien, las ficciones que se cuentan en los capítulos siguientes intentan retomar la gesta de todos los intentos de crear, fuera de la barriga de una mujer, un cuerpo que aparente ser vivo, pero que no sea exento de la palabra espontánea, recalcando la diferencia que marca la entrada en la modernidad: entre la estatua del "Cuento de invierno" de Shakespeare y la salida a la luz del personaje de Frankenstein.
En cada una de las historias subsiguientes, que plasman unas réplicas de Prometeo, se focalizará la atención en el problema que plantea el lograr obtener de estas muñecas que hablen de tal manera que se pueda creer en su existencia como si fueran cuerpos vivos, o que proporcionen el goce que se obtiene en el amor, incluso si uno sabe que lo dirige a una muñeca.
En el camino de este viaje por la fantasía científica de crear unas suplencias al objeto de nuestros deseos, el caso es que el encuentro más decisivo fue con los románticos alemanes. Son ellos que nos han permitido categorizar a estas muñecas, descubriendo sus verdaderos nombres: el Golem, el Fantasma y la Mandrágora, cada una de estas muñecas correspondiendo a unos de los más fundamentales deseos humanos: el amor a uno mismo, el amor a los muertos o la muerte y el amor al poder.
Se debe entonces comprender que ese libro no hay que tomarlo como un mero ensayo, sino más bien como la saga de unas novelas ensartadas alrededor del mismo tema y que se cuentan de tal manera que uno las pueda seguir sin haber leído previamente las ficciones aludidas, hasta llegar en un punto donde siempre se para el autor para no destrozar el placer de descubrir cómo se acaba la historia en el libro fuente, remitiendo el lector a un encuentro renovado con los mismos.
Uno sospecha que se trata también de procurar obtener un nuevo encuentro un poco más fresco con la teoría analítica que dista de ser ajena al interés por las muñecas, ya que se puede pensar en la transferencia como a un amor propiciado hacia una muñeca que los practicantes de este nuevo amor consiguen plasmar, ofrecer, destruir y recuperar, para poder descubrir al final de la partida que el analista, al fin y al cabo, no era más que una muñeca de tela y paja creada por la palabra, y que se puede abandonar en uno de los altillos de la memoria.
Una sorpresa espera sin embargo el usuario de este libro: no se trata de preconizar, como se lo atribuye siempre al psicoanálisis, un desengaño en relación a las muñecas. Resulta, al contrario, que al final del recorrido, uno se asoma a la traducción de un texto original de Kleist que nos propone un diálogo entre un bailarín y su compañero, donde se intercambian paradojas brillantes alrededor de esta muñeca de muñecas que es la marioneta, el moño logrando con ellas recuperarlas come protuberancia y prótesis del cuerpo mismo.
Y uno desemboca así de un intento de hacer hablar un pelele, en un hablar que se trasciende en un bailar donde los cuerpos vivos se ven en competencia con la gracia de esta estructura corporal desprovista de toda consciencia, pero que tiene como blanco llegar a llenarse de la consciencia infinita del pelele o del dios.
*Psicoanalista en París desde 1970 y en Barcelona desde 1995. Jugó papel clave en lazo interasociativo europeo y en la fundación, en Barcelona, de Convergencia, Movimiento Lacaniano por el Psicoanálisis Freudiano.
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