Traigo algunas ideas y sobre todo me pregunté en relación a lo que quería intercambiar y compartir: ¿qué había resultado del país?, desde la última vez en que yo estuve aquí. Quería empezar con un texto de un intelectual americano que dice: "La falta de respeto aunque menos agresiva que el insulto directo puede adoptar una forma igualmente hiriente. Con la falta de respeto no se insulta a una persona pero tampoco se le concede reconocimiento, simplemente no se la ve como ser humano integral cuya presencia importa".

Este es, tal vez, el eje sobre el cual quiero desplegar mis ideas con ustedes. Para debatir también algunos prejuicios que circulan en nuestra sociedad. En particular algunos que nos resultan acuciantes por la forma en que nos emplazan en relación a nuestra propia identidad. Y cuando digo nuestra propia identidad me refiero a lo siguiente: nadie es en sí mismo, todos somos en relación a aquello de donde provenimos y en relación a aquello adonde nos insertamos, la idea de que nos constituimos simplemente por diferenciación o al margen de los otros seres humanos es no sólo un mito sino que además es una falacia que ha llevado a situaciones de riesgo a la humanidad.

Entre los problemas a los que nos enfrentamos hoy indudablemente es no solamente la falta de respeto sino también la violencia moral que se va expandiendo en nuestra sociedad. Hace poco yo le planteaba al Ministerio de Educación, en relación al Observatorio de Violencia Escolar que se constituyó, le planteaba que me preocupa mucho no solamente la violencia física sino también el nivel de violencia moral que hay en las escuelas, y no solamente en las escuelas secundarias con adolescentes sino en las escuelas primarias donde la exclusión y las formas de la inclusión toman formas patológicas reproduciendo los modelos de la sociedad en que vivimos, vale decir se extiende como una ideología en la cual, en particular entre las niñas, más que en los varones, se producen situaciones de sufrimiento que están dadas no por la violencia física sino por las formas de desrespeto, por las formas de agresión moral con la cual se niega el reconocimiento.

El tema del reconocimiento ocupa un lugar central entre los problemas actuales porque ha llevado también a la producción de otra falacia que es la idea de que es la pobreza la que genera la violencia en que vivimos. Así como algunos piensan que la violencia es el efecto de una suerte de degradación moral y real de la sociedad, idea que por supuesto yo voy a tratar de desmantelar.

Por eso yo vengo pensando en esa famosa cuestión de la seguridad que ha sido difundida en muchos países, no solamente acá, porque en realidad siempre que se habla de seguridad hay que referirla a la cuestión de la impunidad. Lo que incrementa la inseguridad en nuestro país no es la pobreza sino la impunidad, la ausencia de carriles de justicia claros que posibiliten la aplicación de la ley en los términos en que debe ser aplicada.

Tenemos que entender que gran parte de las acciones que hoy amenazan a la sociedad forman parte también de los modos de construcción de la infancia, la forma por la cual se produce un relevamiento de modos de accionar que dan cuenta no de un incremento de la patología juvenil sino de formas de reordenamiento de las orfandades y carencias en que están los niños. Pero decía, así como del lado de la inseguridad el debate debe pasar por el lado de la impunidad, del lado de la infancia se trata de la falta de límites y de la falta de respeto por la autoridad. Esto es muy interesante porque en realidad ustedes saben que el límite es un concepto no sólo impreciso sino muy poco eficaz. Lo único que garantiza la posibilidad de que los seres humanos pongan cierta legalidad es que estas legalidades sean instauradas como legalidades interiores.

* Desgrabación. Fragmento.