Lunes, 27 de agosto de 2007 | Hoy
OPINIóN › SIETE DÍAS EN LA CIUDAD
Una fiebre del transporte parece haberse desatado entre la dirigencia política. Desde las lanchas con paradas de María Eugenia Bielsa a los trenes de altura del concejal Boasso. Todos tienen alguna idea para mover gente de un lado a otro más allá de los cuestionados taxis y colectivos de Rosario. Adhesiones y también detractores.
Por Leo Ricciardino
El intendente Miguel Lifschitz con el tren bala, la vicegobernadora María Eugenia Bielsa con su balsa de transporte costera para el Gran Rosario y el concejal Jorge Boasso con sus trenes elevados o premetros. Todo en pocas semanas, es como una fiebre de transporte que se desató este invierno crudo, junto con la bronquiolitis y los hospitales públicos saturados en sus guardias.
Tampoco puede considerárselos como anuncios electoralistas porque, a decir verdad, no se ve a la gente muy entusiasmada por probar nuevas formas de trasladarse por la ciudad y la región. Así que no queda otra que atribuir estas iniciativas a genuinas inquietudes de la dirigencia política por mirar hacia un futuro no tan lejano. Y la verdad es que viene bien un poco de osadía y riesgo en la política local, un esfuerzo por salir de la agobiante agenda cotidiana de los baches, taxis caros e ineficientes y colectivos que nunca llegan. Es claro que hay que ajustar los controles para que todo esto funcione, pero mirar un poco más allá del día a día no puede ser tan malo.
María Eugenia Bielsa y Boasso, sobre todo, se expusieron en los últimos días a las cargadas que llegaron de parte de detractores de distintos sectores: de la misma política, pero también de parte de la sociedad en general. Así se escucharon mensajes por las radios, cartas de lectores, algunos con buena intención y pensando en los problemas que esos nuevos modelos de transporte pueden acarrear. Otros, sencillamente, con humor descartaban esa posibilidad. "¡Mirá si te vas a tomar una lancha pública en el Paraná para llegar hasta Villa Constitución!", decían algunos. "¡Cómo carajo va a ir un tren con el peso que tiene, por arriba de unas vías a ocho metros de altura. Y encima pasando por encima de alguna avenida! ¡Es una locura, por qué no se dedican a otra cosa!". Esos fueron algunos de los mensajes que se escucharon por los medios. Pero otros, sin descartar los proyectos enunciaban probables escenarios y preguntaban. "¿Qué pasaría con una lancha de transporte público los días de niebla?", o "¿cómo serían las estaciones para tomar el tren elevado, se subirá con un ascesor o escalera hasta arriba o cada tantas cuadras el tren baja y habrá que tomarlo a nivel de suelo?"; entre muchas otras dudas y cuestionamientos lógicos.
Como sea, esta semana, una frase de Boasso aparecía como reveladora en la materia. "Si queremos ser eficientes, los políticos tenemos que salir del día a día y dejar de correr atrás de los problemas. Tenemos que ser creativos para adelantarnos en las soluciones". Y habría que agregar que ningún proyecto será alocado si hay decisión política.
El intendente Lifschitz ya adelantó que él no termina de ver como una realidad lo de los trenes elevados. También es posible que quiera protegerse de futuros reclamos del tipo "y, pasaron tantos años y los trenes que había prometido dónde están". O que esté vislumbrando un servicio más en el que los privados fracasen y tenga que salir el Estado con subsidios y haciéndose cargo de la prestación.
Como sea las propuestas están lanzadas y ambas -ambiciosas por cierto- están pensadas en el marco de una integración regional del transporte que después de muchos años de proponerse, aún no se ha podido profundizar.
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