OPINIóN
› Por Alicia Simeoni
"Hay chicos con los dedos quemados, se siguen haciendo las mismas viboritas de papel higiénico para prender los cigarrillos, tal cual como aquella con la que dicen que se prendió fuego Néstor Salto". El comentario surgió de una fuente judicial que ve todo los días que no sólo nada cambia sino que se profundiza el deterioro y la desesperanza en un sitio que hasta fue motivo de denuncias ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos por parte del Colectivo Infancia de Buenos Aires. Sin embargo, nada se hace y el Instituto de Rehabilitación del Adolescente Rosario, de Cullen y Saavedra, continúa en las mismas pésimas condiciones de meses atrás y también de hace quince días cuando los asistentes sociales de los cuatro juzgados de Menores que por estos días están a cargo de un único juez, el magistrado Juan José Carmona elaboraron un informe que ponen, otra vez al IRAR, como un sitio de peligro, de arrumbamiento, de proyectos de muerte. La sobrecarga de alojados, más de 50, la 'nada' como actividad y el silencio casi incompatible con la vida de niños y adolescentes son los rasgos que sobresalen en el lugar. Los trabajadores sociales continúan con las visitas y los informes de la situación. Ni siquiera la enfermería está en condiciones para atender a los autolesionados que siempre existen. Por eso piensan que además de realizar el diagnóstico es necesario buscar alternativas para quebrar la quietud, la ausencia de toda actividad que posibilite pensar en alguna forma de rehabilitación, de poder mirar la vida desde otro lugar que no sea el de la destrucción. De allí que se piense en la Secretaría de Derechos Humanos y en la Defensoría del Pueblo como instancias que pueden tener alguna intervención y mediación en un ámbito plagado de conflictos personales, resquemores y rencores que se profundizan cuando están todos los condimentos para que sea casi la única forma de relación que se puede desarrollar.
No hay elementos más allá de la desidia y la indiferencia que permitan encontrar una explicación para la falta de voluntad política y la negligencia del gobierno provincial. Nadie habla ni se hace cargo, no hay propuestas, recursos ni soluciones que deberían llegar con la velocidad acorde a la necesidad de cambiar ese depósito de cuerpos. Dos días atrás las voces poco esperanzadas en los juzgados de menores decían que en Casa Joven, en General Lagos, y en Casa del Adolescente se desarrollan talleres a los que se incorporan los chicos que tienen la oportunidad de otra visión. ¿Por qué nada se hizo con el Irar? Pero también ¿por qué nada se hace? Los algo más de dos meses que faltan para la asunción del nuevo gobierno es un tiempo demasiado largo. No hace falta mucha imaginación para pensar en otro Néstor Salto. Por lo pronto las viboritas para encender cigarrillos en las celdas se siguen utilizando.
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