OPINIóN
› Por Angel M. D'Ambrosio*
Me permito alguna reflexión como uno de los veintidós diputados nacionales de la UCR que, en su momento, votamos en contra del Pacto de Olivos y la consecuente reforma constitucional que permitiera la reelección del entonces endiosado riojano, devenido en muerto político por obra y gracia de sus desmesuras y el olvido y la traición de quienes entonces lo idolatraban.
Lo hago en el convencimiento de que la historia -la que nos gusta o no- no comienza ayer como algunos parecen pretenderlo y se oponen a la reforma de la Constitución de nuestra provincia sosteniendo notorias falacias y adjudicando aviesas intenciones a quienes alentamos la misma.
La Constitución provincial vigente, que para su tiempo y circunstancia histórica pudo ser aceptable, no es vieja por su edad sino porque pertenece a un tiempo del Derecho Público Provincial superado. Debiera recordarse -salvo inadmisible ignorancia- que a partir del retorno a la democracia, en nuestro país se abrió un fecundo período de renovación de las cartas provinciales en la mayoría de las provincias argentinas casi todas ellas gobernadas por el Justicialismo. Es de suponer que esas reformas no respondieron -al menos no en todos los casos- a cuestiones de oportunismo como las que ahora se adjudican a los reformadores santafesinos. Tampoco es cierto que el vigente texto constitucional resulte compatible con modernos avances del actual derecho público.
Se reconoce ahora (¡al fin!) que en materia de autonomía municipal nuestra normativa se encuentra en mora con los enunciados de la Constitución Nacional. Se sostiene, empero, que dicha autonomía puede alcanzarse mediante una ley y se afirma -cínicamente- que si ello no se logra es "...porque no hay decisión política...".
Para sostener semejantes disparates hay que olvidar: a) desde 1983 (cuando ya Rosario frente a una oposición destructiva reclamaba la autonomía) el justicialismo santafesino en pleno sostenía que para que ella fuera posible era necesaria una reforma constitucional; b) recién hace un par de años -cuando los reclamos se hacía incontestables y la mora santafesina notoria- por iniciativa del Dr. Rosúa el Ejecutivo santafesino remite a las Cámaras un proyecto que consagraba una aparente autonomía; dicho proyecto -pese a su absoluta timidez- y otros muchos más ricos de la oposición no fueron siquiera considerados por la entonces abrumadora mayoría justicialista de ambas Cámaras; c) Desde 1983 el Justicialismo contó con mayorías en la legislatura santafesina para sancionar cualquier ley; si durante un cuarto de siglo ni se tocó el tema de la autonomía es de preguntarse a quien le ha faltado la mentada "...decisión política...".
Que burocracias centralizadoras gobernantes hasta el 10 de diciembre en Santa Fe se hayan opuesto con dientes y uñas a la consagración de la autonomía municipal puede comprenderse. Es inadmisible que ello suceda con consejales que dicen representar al pueblo de Rosario.
Cuando pretenden desentrañarse las "reales intenciones" de los reformistas, los recién nacidos a la historia, dicen que la reelección del actual gobernador y del actual intendente de la ciudad es el "verdadero, oculto y siniestro" motivo de la reforma. Lo mendaz de la afirmación la torna incalificable. En primer lugar -no creíamos posible tener que retornar a tan elemental pedagogía- el Intendente de la ciudad no necesita de reforma legislativa alguna para tentar una nueva reelección (si esa fuera su intención cosa que no creemos) y en cuanto a la supuesta pretensión del Dr. Biner, más allá de las reiteradas manifestaciones del mismo excluyéndose, bastaría que la ley declarativa de la necesidad de la reforma estableciera que, de consagrarse la reelección del gobernador la misma no será aplicable al que la ejerce actualmente, para resolver el tema con certeza.
Además en esta materia el único papelón que reconoce la historia santafesina, fue protagonizado por el ex corredor de Fórmula 1 y hoy silencioso Senador de la Nación. La anécdota merece recordarse por la reiterada afición a la amnesia que se advierte. Cerca del final de su primer mandato (1991/1995) Reutemann (patrocinado por un destacado jurista el que, a veces -y este fue uno de los casos-, prefería la poesía y el humor antes que el derecho) el entonces Gobernador recurrió a la Corte Suprema de la Nación sosteniendo que la prohibición de la reelección que consagra la Constitución santafesina afectaba un derecho humano del reclamante (¡¡!!¿¿??) y por ende solicitaba ser habilitado. Reuteman logró en aquella oportunidad uno de esos milagros impensables en la década del "menemismo": hasta aquella complaciente Corte de los milagros rechazó su pretensión en uno de los pocos fallos que por unanimidad dictara en su desdichada historia (Barra, Cabaña Martínez, Moliné O´Connor, entre otros esperpentos, no se atrevieron a darle la razón a semejante dislate). Si de reelecciones se trata, los intérpretes de intenciones debieran recordar estos antecedentes tragicómicos. Para no mencionar los ejemplos de Kirchner en Santa Cruz y el ridículo de Rovira en Misiones.
La reforma es imprescindible por muchas razones y a título de ejemplo deben mencionarse la consagración de la autonomía municipal, la extensión a cuatro años del mandato de los presidentes comunales, las bases y principio de un régimen electoral, la incorporación de los tratados internacionales de derechos humanos y otros derechos que van desde lo ambiental hasta los del consumidor, análisis de la estructura del los poderes Legislativo, extensión de su período de sesiones, y Judicial, revisión y mejora de los organismos de control y transparencia, eventual creación del Consejo de la Magistratura, etc.
Evitando insostenibles teorías conspirativas los legisladores de Santa Fe, deberán tratar la aprobación de una ley que -sobre consensos y garantías básicas- determine la necesidad de la reforma para que sea el pueblo de Santa Fe que en la última elección votó el cambio -y sólo él- quien decida las características de la misma. Pretender detenerlo será frenar las ruedas de la historia, la misma que ahora parece que quisiera negarse.
*Ex diputado Nacional, ex diputado Provincial, y ex concejal de la UCR.
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