Lunes, 5 de diciembre de 2005 | Hoy
OPINIóN › 7 DÍAS EN LA CIUDAD
Con la velocidad de un rayo y antes de perder 20 de sus miembros, el Concejo Municipal de Rosario aprobó un proyecto del Ejecutivo para la
construcción de un gran barrio cerrado -de más de 180 hectáreas- en el
límite oeste del municipio. Los pro y los contras de una iniciativa privada que cambiará definitivamente la fisonomía de ese sector rosarino.
Por Leo Ricciardino
La autorización municipal para crear cuatro countries en unas 180 hectáreas de la zona oeste, en el triángulo sobre el límite final de Rosario y el principio de Funes; hubiera merecido -por lo menos- una discusión más amplia en el Concejo Municipal que no sólo ha perdido (y perderá más miembros) por la reforma política provincial; sino que ha cedido en los últimos años (sin ninguna ley que lo obligue) facultades casi hasta el límite de lo ridículo.
El tema fue presentado por el Ejecutivo como un convenio redondo para todos: A cambio de extender servicios y calles hasta esos lares del oeste, un grupo inversor privado podrá levantar cuatro barrios cerrados.
Pocos fueron los ediles que se pusieron a averigüar por qué el megaproyecto era tan "bueno" que casi obligaba a la sospecha. Y encontraron que todo estaba ahí, puesto en los papeles. Lo "bueno" es que dos o tres barrios de la zona se beneficiarán con la llegada de los servicios, pero lo malo -también está escrito- ese inmenso country privado será una especie de frontera vallada sobre el límite oeste de Rosario.
Y hubo otras sospechas alrededor de algunos concejales que dejan su mandato esta semana y que no quisieron profundizar nada. Pero este diario no encontró a nadie que quisiese especificar esas dudas con nombre y apellido y es por eso que no se consignan aquí.
Con todo, y más allá del análisis urbanístico-político-ideológico del tema; la seguridad es que se trataba de un proyecto demasiado grande como para que pasara sólo por la comisión de Planeamiento que lo despachó hacia el recinto con la velocidad de un rayo. El argumento del concejal oficialista Fernando Asegurado sobre la "plusvalía urbana" que obtiene la municipalidad y que si esta inversión no se permitía en Rosario se hubiera ido a Funes o Roldán como ya ha pasado; no parecen suficientes como para haber esquivado la discusión pública del tema en el marco de una ciudad que hoy está muy pendiente de cómo será el futuro que le deparará este presente de boom constructivo.
Es difícil pensar que no se tratará de una gran barrio privado, con unas pocas calles de circulación limitada. El proyecto cambiará la fisonomía de algunos sectores de Fisherton que no son precisamente los más acomodados y que si bien se pueden beneficiar parcialmente por la llegada de algunos servicios, encontrarán cerrados varios accesos que hoy permanecen abiertos.
La ciudad asiste a cambios fundamentales en materia urbanística y si bien se piensa en la preservación del patrimonio, la fisonomía arquitectónica y la distribución de las inversiones inmobiliarias; el apuro por captar determinados proyectos puede llevar a cometer errores de los que después, será demasiado tarde para enmendarlos.
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