OPINIóN
› Por Miguel Zamarini *
El 2 de abril de 2008 se cumplen 26 años del inicio de la Guerra de Malvinas. El mayor desafío en la actualidad es romper el silencio que sobrevino después de la rendición de nuestro país, el 14 de junio de 1982. El conflicto por la recuperación de las Islas Malvinas tiene una historia de más de ciento setenta años, cuando aquel 2 de enero de 1833 los ingleses las usurparon, expulsando a la población local argentina y reemplazándola por los llamados "kelpers".
Existen razones históricas, geográficas y jurídicas que fundamentan el legítimo reclamo Argentino de la soberanía sobre las Islas Malvinas, Georgias y Sandwich del Sur. Por el contrario, el pretendido derecho británico sobre las Islas sólo ha sido sustentado por la propia voluntad inglesa y ha sido sostenido por la fuerza. Debemos dar lugar a las voces de quienes tienen sobre si, en su memoria, las marcas de una guerra gestada por un grupo siniestro, a quien no le bastó la detención, desaparición y muerte de 30.000 argentinos, sino que con fallas en materia logística, erradas decisiones estratégicas, deficiente conducción, sin medios y sin un plan llevaron a cientos de soldados conscriptos a una batalla absurda primero, y al silenciamiento y la negación después.
La "desmalvinización" comenzó ni bien terminada la guerra, al mismo tiempo que los soldados se transformaron en exsoldados, en jóvenes veteranos de una guerra perdida. El silencio fue pensado y dirigido por militares golpistas, pero no fue revertido por la democracia.
Es sabido que quien pierde la guerra, la paga. El único plan rector de esta irracionalidad fue la entrega mentada, tras un discurso de aparente patriotismo. La historia de Malvinas no termina en 1982. El nuevo tratado AngloArgentino, firmado en 1990, expande la zona marítima británica en las inmediaciones de Malvinas de 3 a 200 millas exclusivas, con lo cual Inglaterra ya ha obtenido más de mil millones de dólares en licencias pesqueras, usufructuando nuestro mar.
La memoria de los argentinos no será completa hasta que saquemos a la luz la historia de Malvinas, rica y viva historia que encierra las tensiones de una castigada Latinoamérica, frente a la sed insaciable de los imperios que se disputaron el usufructo del mundo moderno.
De esta manera nuestras queridas Islas Malvinas, que desde 1982 nos saben a guerra y nos saben a derrota, deben ser hoy bandera de la democracia y de la lucha pacífica del pueblo argentino por su soberanía nacional.
* Presidente del Concejo Municipal de Rosario
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