OPINIóN › PANORAMA POLITICO
› Por Pablo Feldman
El humo fue la noticia de la semana, y como no podía ser de otra manera, tuvo sus derivaciones políticas y sociales. Párrafo aparte merece la reacción de los medios capitalinos que después de todo terminaron descubriendo el humo. Si no fuera por los episodios trágicos que sucedieron estos días, sería realmente cómico repasar el tratamiento especialmente de los canales de noticias. Ni las "estrellas" de la información pudieron esquivar el papelón de preguntas absurdas ni tampoco disimular su asombro ante semejante fenómeno. Uno de esos canales utilizó durante horas el sobreimpreso "humo...¿peligroso?", cuando la semana anterior se habían matado cuatro personas en la ruta -que después de eso comenzó a cortarse- y el humo tapaba otras ciudades que la Capital Federal.
Al parecer que los porteños no pudieran volver tranquilamente a sus casas en los countries de Maschwitz, Pilar o Pacheco, movilizó a los gerentes de noticias a desplegar móviles y transmitir "en vivo" durante varias horas. "¿Que falló?" le preguntaba un presentador de TN al Secretario de Medio Ambiente de la provincia de Santa Fe, como si se estuviera frente a un accidente nuclear como el del Chernobil y no a la quema de pastizales que desde hace siglos se utiliza para mejorar la pastura para la cría de ganado.
A tono con la cobertura mediática, los funcionarios instalados en la capital federal también parecieron sorprendidos: Hasta la Secretaria de Medio Ambiente, Romina Piccoloti reaccionó tarde y mal. Cometió la imprudencia de citar a gobernadores a su despacho al estilo de una jefa de celadores con los alumnos de quinto año. Como era de esperar Hermes Binner ni fue ni avisó. El gobernador al igual que todos los santafesinos no sólo no tenía responsabilidad en las quemas -190 focos en Entre Ríos y Buenos Aires- sino que las padecen desde años sin que el gobierno nacional -este y los anteriores- hicieran nada para evitarlo.
Ya con el humo incorporado -los canales rezaban "el peor día"- desde la Casa Rosada se apuraron denuncias judiciales, previa reconvención a "productores agropecuarios" desaprensivos a los que no individualizó -cuando hubiera sido justo necesario- recalentando el diálogo de por sí complicado con los sectores del campo. Del otro lado, Alfredo de Angelis no podía dejar pasar semejante ocasión para reaparecer en la TV denunciando -paradójicamente- "esta cortina de humo del gobierno". A estos desatinos hay que agregar que hasta que no llueva, cambie el viento, o Dios quiera (si se es creyente) el humo seguirá hasta que sólo queden cenizas, dejando en evidencia la improvisación que caracteriza a la Argentina a la hora de dar respuestas frente a catástrofes de cualquier tipo. Lo menos que habría que hacer es cambiar la nomenclatura y comenzar a hablar de "Plan de desmanejo del fuego".
Sin perjuicio de conocer el nombre de los responsables y si hubo casos de fuego deliberadamente dañino, lo que habría que empezar a discutir es -por ejemplo- si la decisión sobre el destino de los humedales entrerrianos -un ecosistema un impar en el planeta- puede quedar a merced de la angurria de algún gobernante de turno, como Jorge Busti que arrendó las tierras para la cría de ganado decuplicando el número de animales durante su gestión. Estamos hablando de vacunos, no de otros. Durante su gestión pasó de 15 mil a más de 170 mil el número de animales que cruzaron a las islas, para dejar la tierra firme al rendidor boom sojero. Las últimas inundaciones se llevaron 30 mil cabezas que no pudieron ser rescatadas, pero así y todo la cantidad de animales que quedaron necesitaban pasturas nuevas, y para ello incendios.
Los rosarinos saben desde hace un lustro lo que es el humo y las cenizas. Una pena que los descubridores porteños -y no ya los medios que barrenan sobre las noticias- sino los funcionarios nacionales hicieran ahora lo que debieron hacer antes: Transformar en jurisdicción nacional los humedales y desarrollar un plan de preservación que hasta donde se sabe Piccolotti no ha presentado.
Tal vez ahora que la nube tapó Buenos Aires, se pueda evitar que este escenario se reproduzca en el futuro. Una simple consulta con vaqueanos les permitirá establecer si siguen mandando vacas a las islas seguirá habiendo quema de pastizales y no sólo por "la voracidad de los productores" -que es un dato verificable en muchos casos- sino porque el terreno no soporta el peso de maquinas que reemplacen al fuego.
Hasta tanto, no es una novedad que la "niebla" en la que queda suspendido el humo de la quema, es un fenómeno estacional; esto no pasa en setiembre u octubre.
Además de la pérdida de vidas -por la falta de reacción de los organismos de control en la rutas- los perjuicios económicos por la virtual incomunicación entre las ciudades más importantes del país, los trastornos familiares, y otro tipo de quebrantos, la reaparición de estas imágenes del tercer mundo deberían servir para "bajar los humos". Asumir los errores propios, reconocer las carencias programáticas, ocuparse también de lo importante y no sólo de lo urgente, y convocar a los que saben. Estos días fue el humo el que cortó las rutas, podría decirse que fue el "piquete de la ignorancia".
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