OPINIóN › SIETE DIAS EN LA CIUDAD
¿Cómo es Rosario?, ¿cuáles son sus principales problemas?, ¿puede seguir creciendo? Más allá de los planes y pensamientos estratégicos la urbe se desarrolla, crece y a veces retrocede, conminándonos a pensarla en todas sus facetas para hacerla cada día más habitable, más inclusiva y particular.
› Por Leo Ricciardino
Unos días atrás, no más de 50 o 60 personas nos disponíamos en una noche fría -todavía de junio- a reunirnos para "pensar la ciudad". Esa era la convocatoria del Centro de Estudios Programáticos (CEP) que conduce Juan José Giani, el mismo que posibilitó el placentero encuentro con Rafael Ielpi y el presidente del Concejo Miguel Zamarini. Allí sentados tuvimos conciencia de que había una necesidad imperiosa de sistematizar y ordenar el conjunto de ideas sueltas que llevábamos para exponer en esa mesa del majestuoso ex hotel Italia, ahí donde ahora está la sede de Gobierno de la Universidad.
Fue sorprendente para mí el aporte de Ielpi respecto del rasgo multicultural que distingue a Rosario más allá de sus matices más conocidos como son la cultura y el boom turístico que de tan leve -todos- tememos un poco que se disipe con alguna brisa fuerte proveniente del Paraná.
La convicción de Zamarini acerca de la actividad del Concejo en los barrios, del Presupuesto Participativo y de que los problemas de participación se arreglan con más participación. Igual que los problemas de la democracia, de la política.
El desafío de Giani en torno de los planes estratégicos que siempre avanzan más allá de la realidad. Esa necesidad de "pensar la ciudad" del futuro, pero también la del presente inmediato. Ese que marca que Rosario está ante una crisis de crecimiento porque está limitada por sus capacidades presupuestarias; esa misma que de todos modos optó hace años por tomar un dirección inequívoca en materia de inclusión social. La que si bien no tiene capacidad de redistribuir ingresos pudo y puede todavía, hacer creer con hechos que a pesar de las miserias siempre es preferible habitar en ella.
Un auditorio reducido pero entusiasta nos fue llevando hacia los principales problemas estructurales que terminan siendo problemas crónicos, porque hace años están visualizados pero no tienen una solución satisfactoria. Uno, el servicio de recolección de residuos que sigue excluyendo la mirada metropolitana del asunto al igual que el sistema de transporte de pasajeros. Esa materia pendiente que tiene la ciudad respecto a funcionar como líder de un verdadero conglomerado.
También sirvió, el encuentro de esa noche, para bajar expectativas respecto de cómo ayudaría en todas estas cuestiones un gobierno provincial y municipal del mismo signo. Hay que trabajar profundamente porque más allá del partido, las diferencias entre los hombres están y hay que construir con ellas.
Y por último se habló de la autonomía, ese terminó que parece ser el destino final de esta ciudad. El objetivo a lograr que le dará el impulso definitivo para transformarse en otra cosa, en una megalópolis que avance en su propia organización política, en sus propia carta orgánica.
Las ciudades siempre aspiran a ser modernas, los hombres que las construyen lo hacen en nombre de la modernidad. Por eso esa noche me acordé de Marshal Berman porque "ser modernos es vivir una vida de paradojas y contradicciones, es estar dominados por las inmensas organizaciones burocráticas que tienen el poder de controlar, y a menudo de destruir, las comunidades, los valores, las vidas; y sin embargo, no vacilar en nuestra determinación de enfrentarnos a tales fuerzas, de luchar para cambiar su mundo y hacerlo nuestro".
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