Domingo, 12 de octubre de 2008 | Hoy
OPINIóN › PANORAMA POLíTICO
Por Pablo Feldman
Con pocas horas de diferencia pero el mismo día, el gobernador Hermes Binner anunció que "va a haber más chicos sin ir a la escuela, menos recursos para la salud pública, menos posibilidades de obras" y otras calamidades asociadas al rechazo de la Reforma Tributaria perpetrado por Juan Carlos Mercier y asociados, en el Senado provincial, y más tarde presentó la maqueta de lo que será el "Puerto de la Música": Una monumental obra del arquitecto brasileño Oscar Niemeyer que se levantará en avenida Pellegrini y el río y que demandará una inversión en tres años de más de 80 millones de pesos. Que el creador de Brasilia haya elegido a Rosario para dejar su legado arquitectónico es un privilegio y si no fuera porque Binner precedió ese anuncio con una descripción que magnificó el impacto del fracaso de su proyecto tributario, sería un motivo de festejo. Cuanto menos una de las dos cosas fue inoportuna; o el anuncio de la posibilidad del aumento de la mortalidad infantil, o el Palacio de la Música una obra de las que hacen historia pero a todas luces innecesaria si es que es verdad que el presupuesto no alcanzara para garantizar la salud y la educación. Si el centenario Niemeyer creyera esto, sería él mismo el que desalentaría su propia obra, pues se trata no sólo de un genio del diseño sino de un intelectual comprometido con ideales y proyectos que en su país llevó adelante su amigo Lula Da Silva y que él exhibe con orgullo.
Pero quienes revisen las cuentas de la reforma que no fue, se darán cuenta de que la reacción de Binner es un tanto exagerada, no tanto como la de Juan Carlos Zabalza -que llegó al desatino de hablar de "golpe de Estado"- pero que no redundará en el colapso financiero de la provincia. En el peor de los casos, alguna de las rutas proyectadas se demorará más de lo previsto en su construcción, ya que los 400 millones que le quedaban al Estado provincial de la reforma son realmente irrelevantes en un presupuesto que ronda los 17 mil millones. Pero como se dijo en esta misma columna el domingo pasado, lo peor no es no contar con ese dinero, y mucho más para los municipios que hubieran aumentado considerablemente sus presupuestos, sino el antecedente y su proyección para el futuro. Y si bien el socialismo falló en su estrategia -si es que tuvo una- la responsabilidad del peronismo es concurrente. Desde el PJ, acostumbrado a gobernar y debutante en la oposición, se sostiene que "los socialistas forzaron la cosa, no negociaron antes, presentaron el dictamen en Diputados", cosa que es cierta en buena medida, pero que no es determinante, sobre todo porque el "as de espadas" el peronismo lo tiene en el Senado donde cuenta con mayoría especial.
Y tanto es así que aunque muchos legisladores ni habían leído el proyecto, al ratito de darle ingreso a la Cámara alta, el peronismo rechazó sobre tablas y mandó al archivo el proyecto elaborado por Angel Sciara. Operadores y voceros peronistas sostienen que "así se hace política" y que la Reforma Tributaria "era innecesaria e injusta", basta escuchar los reportajes "pelota al pecho" a Luis Rubeo, Mercier u otros legisladores del PJ. Y tal vez tengan razón, en términos de "necesidad" como el elemento acuciante, lo mismo que las retenciones que los seguidores de Agustín Rossi defienden con un criterio evidentemente diferente al que se aplica dentro de los límites de la provincia. Y ahí está uno de los errores fundamentales del socialismo: No haber explicado y defendido ante la opinión pública el criterio de la reforma, sobre todo si tenían la certeza de que se trataba de establecer justicia contributiva y distributiva. No teniendo mayoría parlamentaria había dos caminos: El "tome y daca" que el PJ domina a la perfección, o convocar a la opinión pública, las entidades sociales, gremios, Ongs, e instalar un estado deliberativo que mostrara quiénes no pagaban y ahora pagarían y a dónde iría el dinero recaudado. No se hizo ni una ni otra cosa, y como se sabe, cuando el peronismo "huele sangre" es implacable. Poco le importó a Rossi y a su antiguo adversario -pero siempre compañero- Ricardo Spinozzi el fondo de la cuestión, si era un momento para infligirle una derrota política a Binner. Ni siquiera hubo necesidad de argumentar en el recinto, se hizo valer la mayoría especial y a otra cosa. Un senador del PJ le confesó a uno de los pocos colegas socialistas que "bajaron la línea de que no se aprobaba nada y así fuimos para adelante": Los doce senadores, que pidieron reserva de sus nombres, porque ocupan lugares de relevancia en la Cámara, lo comentaban como única explicación a lo sucedido. Es más la gran mayoría de los legisladores ni leyó el proyecto lo mismo que buena parte de la prensa que "analiza" los sucesos independientemente de la justicia o no de la reforma.
"Y eso que no es un año electoral" se jactaba otro legislador del PJ con un compañero suyo que hace prensa, "imaginate el año que viene..." profetizó. Y ciertamente es para preocuparse, sobre todo porque el socialismo dejó en evidencia la falta de manejo para el tema y la ausencia de figuras de peso para llevar adelante las negociaciones o diseñar estrategias alternativas. El peronismo, en cambio, juega "de memoria", un grupo de legisladores (diputados y senadores) que no tienen mucho que ver entre sí, o tanto como Rossi y Carlos Reutemann, se unen para dinamitar una iniciativa parlamentaria del gobierno sin detenerse a pensar si es buena o mala para la provincia. Porque más allá de los discursos en defensa del no aumento -que en rigor era reestablecer un tributo del que exceptuaron a un grupo de privilegiados en los días del menemismo- lo único que realmente le importaba al PJ -a todos- era poner en evidencia el fracaso del proyecto socialista. Y como vaticinó un diputado rosarino, el año que viene "todo puede ser más duro". Pero si así fuera, y el peronismo va a hacer todo lo posible, ya no será responsabilidad de la oposición destructiva, sino del gobierno que no puede romper el cerco de una mayoría parlamentaria que lo acompañará los tres años y pico que le quedan por delante.
Hasta ahora, y conservando una imagen positiva casi indemne, Binner no ha encontrado el modo de instalar en los santafesinos sus ideas de lo que debe ser una provincia que votó por el cambio, después de un cuarto de siglo de administraciones peronistas. Ni siquiera pudo encontrar un legislador que neutralizara el "show" de Mercier, que después de haber sido ministro ocho años y otros tantos legislador mientras se enajenaban los bienes de la provincia (léase banco, aguas, y EPE aunque no pudo) sigue hablando y dando lecciones de justicia social, ante la pasividad o la ignorancia de la bancada oficialista. Es curioso también que ninguno de sus colegas del PJ hayan mostrado al menos alguna diferencia de matices, sobre todo después de los días del conflicto con el campo, que parecen tan remotos aún cuando sobreviven los problemas. Los legisladores que responden a Rossi y el propio presidente de la bancada de diputados nacionales del kirchnerismo, que por mucho menos que lo que pasó en el Senado provincial esta semana, hablaron del clima "destituyente" y hasta de intentos de "golpe de estado" contra Cristina de Kirchner, marcando el antecedente de los dichos de Zabalza que al menos tuvo la hidalguía de arrepentirse y retractarse de su arrebato emocional.
No por "cantado" el final de "la reforma que no fue" deja de ser sorprendente, al menos para quienes creen que la política debe ir más allá de los intereses partidarios y elevarse del vuelo gallináceo que proponen aquellos que no pueden ver más allá de un par de años, o hasta el próximo turno electoral. Lo mismo vale para los que suponen que con tener la razón es suficiente, y rehuyen el debate o subestiman a quienes finalmente son los destinatarios de las acciones de gobierno.
Dentro de unos años, nadie se va a acordar del fracaso de la Reforma Tributaria, y sí en cambio se podrá disfrutar del Puerto de la Música. No van a faltar los que critiquen la oportunidad de la obra -Binner el viernes les dio buenos argumentos- pero se trata de algo que va a distinguir a Rosario como el Museo Guggenheim a Bilbao, o el Opera House a Sydney. "El que puede lo más, puede lo menos" reza un refrán que al menos esta vez no se ha cumplido.
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