Sábado, 22 de agosto de 2009 | Hoy
Por Federico Garat *
Indudablemente las reacciones en el espacio de lo institucional pueden ser analizadas al modo de prácticas. Porque puede ser "normal" que se intente proteger o apañar desde el silencio o la complicidad con la finalidad de que aquello que no puede tolerarse por excederse tenga el menor impacto posible protegiendo a los subordinados y a la institución. Recordemos aquellos que se encuentran como espectadores: un móvil del Comando Radioeléctrico a cargo de un oficial Rubén Darío Pérez circulaba por la colectora de la avenida circunvalación, era conducido por Marcelo Fabián Arrúa y en la parte trasera del vehículo se encontraba Esteban Velázquez, al pasar por los fondos de una escuela aducen en el acta de procedimientos confeccionada posteriormente y en la Subcomisaría 20 que sienten dos impactos de proyectiles en dicho móvil, lo cual genera el hecho de que el vehículo frene y ya sin sentido retroceden, cuestión no menor ya que lo razonable sería alejarse del lugar donde reciben los impactos. El oficial Pérez y Velázquez bajan del móvil, esgrimen sus escopetas tipo "itaka" y realizan varios disparos al aire, luego continúan su marcha.
Esta acta fue plasmada y escrita en los altos de la comisaría referida, se encontraban en esa dependencia el Jefe de Orden Público Maldonado, luego Jefe de la Unidad Regional, el jefe de logística, el jefe del comando radioeléctrico de Arroyo Seco, el principal de la dependencia y el personal involucrado, la lógica trasciende el muro y los hechos deben ser reprochados y sancionados.
Cómo se explica que altos funcionarios de carrera se encontraban en dicha dependencia confeccionando un acta de procedimientos ante un hecho irrelevante; ocultar tiene y ha tenido sus consecuencias, previamente ha corrido sangre, luego y con la tenacidad lograremos que el nunca más sea una bandera de lucha por la dignidad.
Antes que muchos, conocían que la realidad los iba a desbordar indudablemente y había que generar un cerco de contención, para eso, aquellos con más experiencia se avocaron -mientras la ciudad se descomponía en reclamos de alimentos- a confeccionar un acta que no tenía más que un hecho insignificante: dos disparos al aire. Ayer, la justicia resolvió quizás en forma salomónica. Habrá que ver quién se queda con los brazos o las piernas del hijo partido. La absolución tiene la contracara de la indignidad.
* Abogado de la familia Lepratti.
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