› Por Leo Ricciardino
Los controles de alcoholemia se han convertido en el terror de los automovilistas de la ciudad. En esta época de festejos es el tema obligado de las cenas y cócteles. Ahora el gobierno provincial quiere trasladarlos a las rutas. Han demostrado ser eficientes y necesarios, pero también es cierto que una norma que opera sólo por el miedo puede entrar en conflicto.
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