OPINIóN › SIETE DIAS EN LA CIUDAD
La decisión del intendente Miguel Lifschitz de bajar la delegación de facultades para aumentar el boleto descomprimió la situación en el Concejo y permitirá a Miguel Zamarini seguir al frente del cuerpo. Las comparaciones con el Congreso de la Nación no son forzadas: en los dos casos, la negociación es parte del ejercicio democrático que supone la política.
› Por Leo Ricciardino
El intendente Miguel Lifschitz descomprimió a tiempo la tensa relación que se había generado con el Concejo Municipal por su proyecto para aplicar una clásula gatillo que aumente los servicios públicos cuando se modifiquen los costos sin pasar por el debate de los ediles. La iniciativa que avanzó en las comisiones lideradas por el socialismo puso en peligro nada menos que la continuidad de Miguel Zamarini al frente del Palacio Vasallo por un período más. Efectivamente, el concejal electo de Proyecto Sur Alberto Cortés se negaba a votar por el candidato oficialista si prosperaba la cesión de facultades al intendente para modificar los costos evitando al Concejo.
En estos días, las comparaciones fueron inevitables. "Mire hasta dónde llega nuestra coherencia: En Diputados de la Nación nosotros sostuvimos que la presidencia debía continuar en manos de Eduardo Fellner porque le corresponde a la primer minoría. Es lo mismo que sostenemos para el Concejo de Rosario", dijo una diputada socialista. "Pero no nos permitieron mantener el porcentaje histórico de mayoría en las comisiones estratégicas", retrucó un diputado kirchnerista de Santa Fe y agregó "si ustedes nos daban esa posibilidad quizás se podía ver nuestra posición en torno de la Reforma Tributaria que impulsan en la provincia", chicaneó con ganas. La conversación existió y sucedió frente a este cronista a quien los protagonistas pidieron reserva de nombres, pero lo importante para destacar aquí es cómo en unas pocas oraciones se mezclaron los tres niveles legislativos: El nacional, el provincial, y el municipal.
Y está claro que hay similitudes. El esfuerzo de algunos medios por mostrar a Néstor Kirchner como el monstruo empecinado que derrumbó todos los acuerdos entre oposición y oficialismo poco tenía que ver con una realidad en la que -de hecho el ex presidente tuvo protagonismo e intentó lógicamente, como todos, sacar el mayor provecho de las conversaciones. No pudo y perdió junto a su bloque en ese intento. No más que eso fue lo que sucedió pero había tantas ganas de presentar al kirchnerismo derrotado en el hemiciclo que se forzaron situaciones que rozaron la ciencia ficción. "Si yo le digo que cuando llegó Kirchner al bloque estuvo una hora sacándose fotos con los otros diputados que le pedían un retrato, usted no me lo va a creer. Todos imaginaban una oscura reunión de confabulaciones con el ex presidente a la cabeza, pero no fue así", dijo un legislador a este periodista.
No hay nada de grave en lo que pasó esta semana en Diputados, al contrario, fue la democracia en estado puro lo que demoró el inicio de una sesión que -es cierto durante muchos años tuvo un mero perfil protocolar, pero que en esta oportunidad dirimió situaciones de poder. Y lo hizo en calma, negociando, tardando porque cuando hay diálogo se tarda más. Y esto lo saben bien los concejales que ya pasaron por el Palacio Vasallo y los que asumirán esta semana: Aquí sí ha habido larguísimas jornadas en las que parientes y amigos del legislador a punto de asumir terminaron por irse sin ver nada a comer un sándwich al bar de la esquina, cansados de esperar que terminen las deliberaciones que alumbraran un nuevo presidente del cuerpo y la composición de las respectivas comisiones.
Y no hay nada grave en ello. Es como en las carreras de caballos, los que no apuestan y sólo se dedican a miran la vuelta al disco de los pingos, no entienden qué es lo que pasa entre carrera y carrera, por qué hay tantas demoras si soy jockeys distintos y caballos renovados. Bueno, precisamente lo interesante es lo que pasa en el medio, las apuestas, los pagos, las ganancias, las pérdidas. En las negociaciones legislativas pasa lo mismo, cuando son muchos los intereses y múltiples los interlocutores, necesariamente se tarda. Y eso no pone en juego institucionalidad alguna, como pretenden hacernos creer aquellos profetas de las recetas mágicas, de la democracia express y las soluciones veloces.
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