Lunes, 21 de diciembre de 2009 | Hoy
OPINIóN › SIETE DIAS EN LA CIUDAD
El año termina con un Estado necesitado de incrementar recursos tanto a nivel nacional como provincial y local. Pero la discusión sobre la disposición de estos fondos debería ir más allá del déficit o el equilibrio fiscal.
Por Leo Ricciardino
Si hay un denominador común este fin de año para los distintos niveles del estado, éste pasa por la necesidad imperiosa de reunir fondos para el funcionamiento de la administración pública. La Nación ya ha lanzado su moratoria para tal fin y se apresta a reducir al límite de sus posibilidades los distintos subsidios que dispone para diversas actividades y servicios. Por su lado, la provincia reconoce un déficit de casi 2 mil millones para este fin de año y presiona a la oposición por una reforma tributaria que le permita incrementar los recursos, pero también solicita autorización para endeudarse. El municipio acaba de lograr que salga del Concejo Municipal de Rosario una capitalización de 11 millones de pesos para la empresa Mixta de transporte urbano de pasajeros, a la que -hay que decirlo poco de Mixta le quedará porque el aporte de capitales privados comenzará a escasear hasta casi desaparecer. Para ni hablar de otros muchos municipios y comunas de Santa Fe que ya no llegan a pagar sueldos y mucho menos aguinaldos.
La idea de la oposición -en todos los niveles del Estado de señalar malas administraciones, no parece alcanzar para explicar el problema. Sucede también que hay una ampliación de competencias del propio Estado. Esto es una revalorización o significación del Estado, aunque eso no habilita para dispendios ni despilfarros crecientes. Gastos del Estado deberían ser aquellos que se adjudican a rubros de los que podría prescindirse, o nombramientos excesivos en las plantas de agentes públicos. Lo demás deberían ser las inversiones del Estado. Y en esta dirección no todo déficit resulta perjudicial ni todo equilibrio fiscal deviene en una buena administración.
Y la provincia de Santa Fe es un buen ejemplo de ello. En los '90 el equilibrio fiscal era la "vaca sagrada" del menemismo, pero no porque esto resultara en eficientes administradores sino porque estas reglas eran interpretadas por eficientes reductores del Estado. En ese marco, hubo administraciones que siempre lograron pagar los sueldos sin atrasarse nunca, pero sacándole a activos y pasivos estatales un 13 por ciento de su capacidad de compra en nombre de la emergencia económica. Es cierto, se alcanzó el equilibrio, pero se afectó al mercado interno que se paralizaba cada vez más.
En otras postales, en la provincia el año 2009 arrancó con la amenaza de 500 despidos en General Motors y terminó con 1.500 puestos de trabajo más en esa planta merced al préstamo del Estado con fondos de la Anses para la automotriz. El año inició también con la amenaza de 500 despidos en Paraná Metal y con la intervención del Estado hoy se salvaron esos 500 y se crearon cientos de puestos más. En Mahle la planta cerraba, el año termina con la fábrica de aros a punto de ponerse en funcionamiento aunque con menos empleados, ya que muchos decidieron acogerse al retiro voluntario. En este panorama, cómo puede la oposición al gobierno nacional tolerar en silencio los dichos del secretario de Estado para América Latina, Arturo Valenzuela, diciendo que "en 1996 Argentina estaba mejor". Cuando en esos años Argentina tiraba obreros por la ventana todos los días y no intervenía en ningún conflicto. Eso sí, alcanzaba el sagrado equilibrio fiscal. Pero hay más, hoy el Estado nacional aún no ha ingresado en el déficit sino que mantiene aunque más reducido el famoso equilibrio. Por eso, la pregunta fundamental sigue siendo ¿déficit para qué? o ¿equilibrio fiscal para qué? Todo depende de qué idea se tenga del rol que debe cumplir el Estado, sin despilfarro pero con políticas activas que implican la afectación de grandes masas de recursos. Lo otro es conformarse con cobrar impuestos discretamente para pagar en tiempo y forma discretos salarios públicos.
En estos entendimientos hay que decir también que tanto la oposición en la Legislatura provincial como la del Concejo Municipal de Rosario, superan con creces en profundidad, análisis y responsabilidad; al triste canibalismo político nacional que no admite grises ni toma de tiempo para castigar -muchas veces sin sentido a las decisiones del gobierno. Este es un rasgo que los santafesinos deberíamos observar con mayor detenimiento y -por qué no decirlo orgullo.
Otro dato importante es el que publicó este diario en su edición de ayer que tiene que ver con los resultados de la Encuesta de Coyuntura que elabora el Instituto Provincial de Estadísticas y Censos (Ipec), que marca cómo ha mejorado el humor y perspectivas de empresarios y comerciantes sobre este fin de año. Claro que muchos se cuidarán de decirlo públicamente, como también se pelearon a escondidas por asistir a la cena con Néstor Kirchner en Rosario. No sea que el establishment se entere y se enoje.
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