OPINIóN › SIETE DIAS EN LA CIUDAD
El intendente Lifschitz es consciente de las limitaciones presupuestarias y de los conflictos que se avecinan. Sin embargo, es muy difícil escucharle un análisis negativo o una proyección ensombrecida. Cree que 2010 será un buen año.
› Por Leo Ricciardino
Los 8 o 10 millones de pesos que la Municipalidad de Rosario recaudará con el adicional del 10 por ciento al que echó mano tras la autorización de la Legislatura, pueden parecer poco para un presupuesto de casi 1.500 millones de pesos que el Concejo va a discutir a partir del mes próximo. Pero en realidad representan una ayuda importante si se piensa en obras de pavimentación, ya que no hay demasiado dinero reservado para este tipo de trabajos para el año en curso. El mismo intendente Lifschitz lo detalló en declaraciones este fin de semana: De los 1.500 millones, el 50 por ciento se lo llevan salud pública y ayuda social; el resto se reparte para servicios públicos y salarios. Casi nada para obras públicas para las que el municipio depende casi exclusivamente de la provincia y la Nación.
En ese marco, con 10 millones de pesos algunas calles se pueden hacer. Sobre todo teniendo en cuenta un factor que hasta el momento no había sido tenido en cuenta: El alto nivel de precipitaciones es uno de los peores enemigos del asfalto, y esa situación hoy por hoy en Rosario, se nota. Igual que los corralitos de Aguas Santafesinas por los que el municipio debiera estar más preocupado ya que los automovilistas empiezan a cargar las molestias a cuenta del Palacio de los Leones. Desde Obras Públicas de la Municipalidad no quieren ni hablar del tema, se nota cómo se desacomoda el rostro de los funcionarios con la sola mención del asunto. Juran y perjuran que intiman a la empresa provincial y que hasta la han multado por el tema, pero nada sucede y los corralitos se multiplican. La explicación de días pasados de una funcionaria del área que explicaba que la cantidad de corralitos se debe a que "ahora los colocan apenas se registra un hundimiento", no ayuda demasiado. Creánlo, es mejor la peor de las verdades.
Con todo, Rosario, su intendente y el equipo cada vez más diezmado de gobierno deberá redoblar esfuerzos este año para mantener al menos en sus niveles actuales a todos los servicios y demandas de la ciudad. No hay expectativas de una gran obra o de lanzar megaproyectos ciudadanos para los próximos tiempos, es momento de moverse poco, apenas lo necesario.
Lifschitz es consciente de la situación pero prefiere hablar de un escenario optimista para el año que lleva unos pocos días. El jefe comunal sabe que tendrá por delante las peleas salariales no sólo de los municipales, sino también de los choferes del transporte nucleados en UTA, o de los recolectores de residuos recientemente enrolados en Camioneros; pero cree que podrá controlar la situación. En ese aspecto el 2009 no ha terminado tan mal: La ciudad no se atrasó con los salarios públicos y apenas hubo una pequeña dilación respecto del aguinaldo.
De todas maneras, todos los seguidores de la realidad local saben que el municipio está al límite, ante lo cual hay dos maneras de reacionar: O se paraliza la gestión y desespera corriendo detrás de cada agujero que hay que tapar; o por el contrario se avanza en la medida de lo posible -con los agujeros y todo para no retroceder en lo más mínimo. Este último parece ser el camino elegido por el intendente, de quien es sumamente difícil escuchar diagnósticos o proyecciones negativas. Lifschitz ha encontrado en esa actitud una manera, también, de impedir que aumenten las fisuras por donde pueden ingresar las críticas opositoras.
Ejemplo de ello fue cómo las duras críticas lanzadas días pasados por el concejal Héctor Cavallero -que no es un edil más al haber sido intendente de esta ciudad por seis años , no encontraron eco en el Palacio de los Leones más allá de la mención al pasar de un secretario del gobierno municipal. Lifschitz mantiene una calma política que considera estratégica a la hora de avanzar en los debates locales. No le gusta enredarse en la crítica ni explicar demasiado por qué ve como ve una situación determinada. Hasta ahora, la estrategia no le ha dado malos resultados. Lo que Cavallero marcaba apuntaba precisamente a la situación económica del municipio y, sobre todo, al déficit que arrastra que para este año se calcula en casi 50 millones de pesos. Una cifra que para el secretario de Hacienda Gustavo Asegurado, sigue siendo manejable.
Sobre su futuro político, Lifschitz prefiere no hacer demasiadas olas. Primero porque sabe que falta mucho todavía, pero además sabe que no tiene demasiados competidores dentro de su propio partido y que las acechanzas podrían venir del lado del radicalismo, más precisamente de su colega santafesino Mario Barletta. Pero Lifschitz confía sobre todo en la estrategia y proyección nacional de Hermes Binner, conciente que a él le tocaría jugar un papel destacado en el armado que sostenga desde Rosario y la provincia; ese andamiaje político que ha empezado a rumbear hacia sectores mucho más amplios que los del propio Frente Progresista en Santa Fe. Justo en el preciso momento en el que los radicales empiezan a reclamar un mayor protagonismo y un escenario orgánico del Frente; los socialistas han empezado a mirar hacia otros horizontes que pueden ampliar mucho más su base de sustentación, sobre todo en otros distritos del país.
Y en ese marco, hay que decir que Lifschitz es uno de los más entusiasmados por esos rumbos. Al menos fue el encargado de destacar más rápido que otros los entendimientos con Pino Solanas de Proyecto Sur, al que rápidamente vio en un fórmula secundando a Binner de cara al 2011. Pero primero está este año y para eso hay que trabajar prolijamente, si no para el éxito rutilante, al menos para defender el empate y tener las chances lo más robustas posibles para encarar la batalla electoral de fondo dentro de casi dos años.
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