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Ahora no sólo es el gobierno provincial el que tiene poco margen de maniobra para intentar resolver el conflicto con los estatales, maestros y también municipales que esta semana volverán a paralizar la provincia por tercera vez desde que comenzó marzo. También la Legislatura ha quedado acorralada en una encerrona donde las desconfianzas mutuas impiden el consenso que ayudaría a destrabar el profundo conflicto. Esta vez sí el gobernador Binner pudo lograr que la presión se trasladara también a las cámaras legislativas, después de intentarlo sin suerte dos veces durante el fracaso de la Reforma Tributaria. Pero es muy poco feliz que el debate se haya dado en el marco de una urgencia.

Y en este punto, tanto el Ejecutivo como la oposición tuvieron su déficit. Primero porque desde el gobierno se pensó livianamente que tendrían el consenso social suficiente para presionar a los legisladores díscolos como para sacar nuevos y más caros impuestos. La operación fracasó: Nadie en su sano juicio saldrá a defender más presión tributaria, por más satisfactoriamente que se le explique el proceso. Y por su parte, al menos algunos sectores de la oposición actuaron con mezquindad -y por qué no decirlo con resabios de pensamiento noventista. ¿Cómo puede el reutemismo apoyar un sistema tributario que impulse mayor justicia haciendo que paguen más los que más ganaron, si casi la única cuestión a destacar en las dos gestiones de Carlos Reutemann como gobernador, fue el equilibrio fiscal menemista respetado a rajatabla?

La "eficiencia" fiscal de los '90 hoy no tiene el mismo prestigio y esto deberían comenzar a evaluarlo Juan Carlos Mercier y Ricardo Spinozzi, entre otros. Esto no quiere decir que haya que pasar al despilfarro sin escalas, pero sí defender la idea de que un Estado grande, activo y protagonista gasta más dinero. Y que puede generar un déficit controlable para llevar adelante políticas públicas activas que lleven mayor justicia a la sociedad. La historia del derrame de la copa ya se comprobó que es un fracaso. Nada cae hacia abajo, todo se centrifuga y es chupado por los mismos de siempre. Ahora bien, el socialismo se olvidó de hacer política. Le llevó demasiado tiempo comprender que además de las reformas estructurales de la administración provincial, debía atender el día a día en las negociaciones con la Legislatura. Un rol que nadie cumplió a ciencia cierta desde el Ejecutivo.

Ahora no queda mucho tiempo. Algo tiene que salir de la reunión de hoy entre Binner y Spinozzi, aunque más no sea un estrecho pasillo por el que deslizarse para acordar dos o tres puntos que terminer redituando al tesoro provinciales unos 500 o 600 millones de pesos.

Para desgracia del intendente Miguel Lifschitz, en Rosario la lucha de los municipales se ha provincializado. Pero esto, lejos de ser una acusación como la lanzó el mismo intendente; es una derivación lógica. Los municipales cumplen casi las mismas tareas que los estatales provinciales y además venían más atrasados en la recuperación salarial. ¿Por qué la estrategia de los trabajadores de pegar su lucha a la provincial es considerada una traición? Desde el gremio (que formalmente salió a negar que se haya provincializado su conflicto) tendrían todo el derecho del mundo a pensar que las bases no estarían muy contentas si alcanzan el 15 por ciento de aumento y unos días después ATE, Upcn y Amsafé arreglan por el 20 en toda la provincia. Lifschitz ha demostrado escasa habilidad y paciencia a la hora de manejarse en los conflictos y casi siempre con sus dichos logra recalentar los ánimos de los trabajadores.

Esta semana será clave para ver no sólo si se destraba el conflicto con los estatales, sino para establecer si el gobierno provincial sale fortalecido de esta puja y alcanza otro tiempo de acuerdos más amplios con algún sector de la oposición.

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