La verdad es que la presencia del senador radical Ernesto Sanz en Santa Fe exime al oficialismo nacional de la necesidad de hacer campaña en esta provincia. Es que en una charla con LT9 el legislador mostró todo el desprecio, desconfianza y discriminación que se puede sentir por los sectores populares. Aseguró que la asignación familiar por hijo lo que está produciendo es que ese "excedente" se vuelque a "drogas y juego".

Del otro lado, en Rosario, el ministro de Educación de la Nación Alberto Sileoni planteaba que el Estado protagonista y los planes como las asignaciones universales perseguían el objetivo de "romper la profecía de la cuna y pensar que todos podemos aspirar a una mejor calidad de vida, a una movilidad social ascendente. El Estado es una poderosa herramienta de transformación".

Quizás esa sea la discusión central, más allá de los partidos. Más allá de si Cristina parece o no soberbia, si Néstor Kirchner es loco o si Moreno actúa como un infradotado. Incluso, si Cobos es o no es. La discusión clave sería tal vez entre un modelo que defienda a los desposeídos y pretenda incluirlos aunque no lo logre ni total ni inmediatamente; y otro que los ignora. Simple y llanamente. Se dirá que hay matices, casi siempre los hay. Pero de lo de Sanz y Sileoni más que matiz es de una diferencia entre blanco o negro.

Ahora que en la provincia se pelean por ver qué bien estuvo no contraer deudas con la Nación en el desastre de 2001 y sobrevivir sin emitir cuasimoneda; también viene bien una mirada acerca del rol del Estado. Reutemann y Obeid pudieron elegir entre no contraer deuda y mantener el equilibrio fiscal y no descontarle el 13 por ciento a estatales y jubilados. Eligieron el descuento a los asalariados. A algunos les puede parecer bien a otros les puede parecer mal, pero esa es una opción relacionada con el Estado que se persigue.

Muchos podrán decir que el déficit que arrastra Binner en poco más de dos años de gobierno es fruto del desmanejo y del incremento de la planta de personal. Otros dirán que el Estado chico y eficiente y sin deudas no sirve para atender los problemas de la gente. Que mantener el equilibrio por el equilibrio mismo no ayuda ni al gobierno ni a la gente. Para otros el déficit si no se maneja, se termina volviendo en contra de la gente más desprotegida.

Como sea la batalla por los recursos es genuina en política: El gobierno nacional quiere conservar sus fondos para determinar desde allí cómo se utilizan esos dineros en obras. Los gobernadores, por su parte, persiguen el mismo manejo con respecto a los municipios. Tironeos más o menos, lo importante vuelve a ser qué se entiende que debe ser la preocupación principal del Estado. Una cosa es poner en manos de grupos inversores privados los destinos de las jubilaciones y otra muy distinta es manejar esos dineros desde el propio Estado que, dicho sea de paso, ya venía auxiliando con miles de millones a estos grupos para que los jubilados no se quedaran si reservas. Pero si además, esos fondos se usan para generar más empleo mientras crecen por intereses (el ejemplo del crédito a la General Motors de Rosario); es otra manera de entender el bien común.

Por eso, los matices existen, pero lo importante es distinguir quién tiene o persigue políticas inclusivas desde un gobierno. Eso hace poderoso a un gobernante, es cierto, pero no por eso es necesario despreciar la presencia del Estado para debilitar a ese dirigente. Menos perteneciendo a un partido de base popular. La verdad es que el problema de la Argentina radica, en una gran medida, en una derecha esquiva y vergonzante. Que produce añoranza de otros conservadores más honestos.