Claro, todo se diluye, se congela. Iba a decir desaparece, pero como expresaba una publicidad de estos días, ya nada significa lo mismo en Argentina. La agenda local quedó opacada por la multitud que protagonizó en Rosario la más multitudinaria marcha contra el golpe de Estado desde la recuperación de la democracia.

Es difícil, en ese marco, volver a la crisis del transporte, a la interna radical, a las inversiones por el agua; todas cosas necesarias y problemáticas, pero nimias frente a la vida. Porque eso es lo que honraron las más de 25 mil personas que el viernes marcharon hacia el monumento, no sólo la condena a todas las horribles formas de la muerte, sino el derecho a la vida a misma.

Claro que, la vida misma, exige precisamente eso: seguir, siempre seguir. Pero este "parate" que impuso también el feriado, a pesar de las numerosas voces que se alzaron en su contra; a la luz de los hechos, ayudó a la más profunda reflexión. Porque cuando uno reflexiona para. O le dice a otro que ve apesadumbrado y sin encontrar una salida a sus problemas, "tenés que parar". Y eso hizo Rosario, y todo el país. Parar para recordar, para honrar, pero también para reflexionar. La pausa que ayuda a ver más claro.

Y salir de ese estado cuesta. Poner en marcha otra vez el necesario mecanismo de trivialidades que hasta ayer eran el mundo mismo, y que hoy aparecen vacías. Cáscaras que nos entretienen cotidianamente, porque nadie puede soportar el estado permanente de la reflexión, porque llegado a ese punto, el pensamiento paraliza, y muere. Parar, no paralizar.

Pero eso será otro día, al menos desde este pequeño recuadro en Rosario/12. La semana es larga, ya habrá tiempo para volver. Y aquí estaremos, como siempre.