OPINIóN › SIETE DíAS EN LA CIUDAD
Los reclamos de seguridad genuinos. El paso de comedia que involucró medidas especiales para cuidar al transporte público en Rosario. La interna que evitó el peronismo en el partido y las diferencias que no pueden evitar en la Cámara de Diputados.
› Por Leo Ricciardino
La seguridad es un tema lo suficientemente delicado como para malversarlo en pos de objetivos poco explícitos. Hay que imaginar nomás a las madres, padres y hermanos que la noche del jueves marcharon frente a la Gobernación en Rosario, con los estandartes de sus muertos. No eran pocos y evitaron caer en los discursos de confección que se repiten en cada esquina. Nadie preguntó "¿dónde están los derechos humanos?" como si éstos fueran una persona. Nadie repitió la frase "acá hay una zona liberada". El dolor verdadero los exceptuó de los lugares comunes, los salvó del discurso que difunden los medios y que es apropiado generalmente por los vecinos en una doxa que se repite hasta el cansancio. Como dice el filósofo José Pablo Feinmann: "Usted no habla, es hablado. Usted no piensa, es pensado". Nada de eso hubo y por eso mismo, fue una marcha poderosa más allá del número.
La semana pasada, el juez Luis María Caterina puso en duda los distintos niveles de organización en los barrios para enfrentar la inseguridad. "La gente tiene derecho a que el Estado le garantice la seguridad. La seguridad siempre es pública, cuando las cosas no son así, a mí me da temor. El vecino asustado y desesperado es preocupante. La gente lo que tiene que hacer en esta materia es peticionar por los canales legítimos y democráticos", dijo el magistrado en el programa Bien Temprano de Canal 5.
Por eso la seguridad es siempre una política de Estado. Una cosa seria y sensible, pero también y lamentablemente -muchas veces- un terreno político que degrada la materia. Es el caso de lo que pasó esta semana con los colectivos del Transporte Urbano de Pasajeros de Rosario. Un mes atrás, un paro intempestivo a las 4 de la mañana en la líneas de la empresa estatal Semtur. Después, la medianoche del miércoles pasado, el paro intempestivo de la Línea K de trolebuses dejó a miles de usuarios sin servicio durante 24 horas. Al día siguiente, el esquema se repitió en la empresa Mixta, pero con 9 líneas dejando a cien mil usuarios a pie. En todos los casos se esgrimieron razones demasiado débiles como para justificar la intensidad de la medida.
Delegados y autoridades de la UTA no se movieron del libreto original y repetían que lo que estaban exigiendo era "mantenimiento de las unidades" y "seguridad a bordo de los colectivos". Las dos cosas son ciertas y atendibles, pero no lo suficientemente graves en la realidad como para disparar las medidas que disparó.
La encargada de salir al cruce de los gremialistas fue la propia intendenta Fein, ante una actuación por demás tibia del secretario de Servicios Públicos. La jefa comunal desnudó la trama secreta del conflicto: "Detrás de estos paros hay un reclamo salarial oculto", dijo. En la misma línea se había expresado uno de los pocos secretarios políticos con capacidad para enfrentar conflictos de esta naturaleza: Fernando Asegurado, que resultó más tarde el blanco de las críticas del poderoso secretario general de la UTA Rosario, Manuel Cornejo.
En síntesis, la municipalidad conoce a qué juega la UTA, lo reveló parcialmente pero decidió no romper lanzas y seguir el juego y, además, sumar a la provincia. El paso de comedia no es menor ya que incluye la movilización de tropas, policías a bordo de la unidades, es decir, un despliegue que insumirá recursos humanos y económicos, para paliar una "crisis" de seguridad en el transporte que no es tal. Nadie dice que los choferes estén tranquilos a la noche cuando ingresan a zonas rojas de los recorridos, pero la verdad es que el delito en las unidades no marca ninguna situación excepcional en esta coyuntura y siguen siendo mucho más vulnerables los taxis, por caso.
Pero el escenario ficticio sirvió también para que el juego político se extendiera al Concejo Municipal. Allí, varios ediles se sintieron con autoridad para acrecentar sus críticas al Ejecutivo por la situación de seguridad. Así, el concejal Jorge Boasso recordó cómo su proyecto de policías a bordo de las unidades de un año atrás "ahora se implementa cuando en aquel momento se negaba la situación". Desde allí hasta el concejal Diego Giuliano que creyó ver en estas nuevas medidas para el transporte "la emergencia en seguridad que yo presenté en el Concejo y que el socialismo se negó a reconocer".
Unidad ma non troppo
El peronismo santafesino logró -con pocos días de diferencia- alcanzar la unidad partidaria y a la vez mostrar sus profundas diferencias a la hora de elegir al presidente de la Cámara de Diputados de la provincia. A último momento, la diputada María Eugenia Bielsa decidió que iba a renovar su candidatura aunque sabía de antemano que las chances y el consenso estaban de la mano del kirchnerista Luis Daniel Rubeo. Así las cosas, sólo cuatro diputados votaron por Bielsa, otros tantos se levantaron del recinto y unos 40 lo hicieron por Rubeo. ¿Cuál era el verdadero propósito de Bielsa al dividir la votación?, quizás la respuesta no esté ahora, sino en el futuro cercano.
Rubeo fue el primero en reconocer que no existe hoy en el peronismo santafesino un solo liderazgo. Es más, lo graficó claramente al señalar que hoy por hoy no hay un Reutemann que mande con los votos. Está claro que el peso de Bielsa se cimenta en sus 300 mil votos de la última elección. Son muchos votos, pero no alcanzan para evitar el diálogo profundo con el resto de los sectores. Si alguna vez Reutemann pudo zafarse de esa construcción política (que por otra parte no hubiera sabido cómo concretarla), pudo hacerlo porque acarició casi el millón de votos en Santa Fe. Hay una diferencia, sin entrar en valoraciones políticas de cada uno de los dirigentes.
Lo que preocupa a muchos peronistas es el abismo que parece abrirse al interior del partido más allá de la mesa de consenso que logró reunirse alrededor de José Luis Freyre, que tendrá que tener un equilibrio notable para gobernar el PJ provincial. La diferencia de intereses, interpretaciones y posicionamientos políticos respecto del gobierno socialista de Santa Fe; constituyen otro de los motivos del disenso profundo. Por ahora Omar Perotti sigue a Bielsa en sus decisiones en la Cámara; pero estos pasos políticos se alejan cada vez un poco más del recorrido que llevan adelante Rubeo y Agustín Rossi.
Este año estas posiciones quedarán asordinadas en la meseta de un período sin compulsas electorales. Pero en 2013 habrá que armar una lista de candidatos a Diputados Nacionales. Esa lista va a tener que enfrentar a otra que seguramente encabezará Hermes Binner. La postulación de Bielsa será insoslayable a la hora de trazar estrategias con el visto bueno de la Casa Rosada. Pero también termina su mandato Rossi, el estratégico jefe de la bancada oficialista en la Cámara baja nacional, que querrá renovar su mandato. Allí se verá hasta dónde llegan la divisiones, los intereses y la puja por la representación del kirchnerismo en territorio santafesino.
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