OPINIóN
› Por Leo Ricciardino
No me asustan las discusiones a los gritos, uno lamentablemente termina por acostumbrarse, se endurece y hasta llega a poder controlarlo de alguna manera. El enojo es genuino pero pasa rápido y se despega de lo personal. Al menos eso es lo que pasa en el terreno político. Pero algo es seguro: no sirven para nada esos debates. Los argumentos dejan de pulirse, la esgrima termina en el barro y las razones desaparecen en ese momento. Algo de eso es lo que pasó ayers en La Ocho cuando Osvaldo Granados que es el columnista que desde hace años interviene desde Buenos Aires; y quien escribe esta nota, terminamos levantando el tono al aire mientras cruzábamos distintas miradas tras la votación en Diputados en la que se convirtió en ley la reestatización de YPF.
Sé, porque no es la primera vez que pasa, que Granados tampoco lo toma a nivel personal así que no tienen sentido las disculpas. Pero un poco de pudor da el suponer cómo habrá recibido la gente ese instante -que parece eterno- de inconducente grosería.
Si bien la discusión era política y hasta ideológica (con Granados siempre lo es porque estamos absolutamente en las antípodas); tanto el conductor del programa Guillermo Zysman como yo, le aceptábamos que el gobierno nacional tenía su responsabilidad en lo que fueron los controles a la empresa Repsol. Y en ese marco se citó el discurso de cierre del diputado Agustín Rossi que incluyó algunas explicaciones al respecto.
La charla se descontrola cuando Granados empieza a subir el tono diciendo: "Rossi, no te creo nada. Sos un caradura. Yo no tengo que besarte el anillo porque no estoy en Santa Fe". Ahí fue cuando perdí los estribos porque el castigo violento a Rossi quería hacer suponer que nosotros en el estudio no nos animábamos a criticar al jefe de la bancada oficialista porque estamos en Santa Fe y somos los que según su particular interpretación, le "besamos el anillo". Está claro que Rossi no necesita que nadie lo defienda; por eso lo que hacía particularmente era defenderme yo de lo que consideraba un ataque rastrero que intentaba señalar que perdía imparcialidad periodística por hacer "reverencias" hacia Rossi y que él (Granados) estaba opinando con imparcialidad porque no tenía la presión del diputado porque no está en Santa Fe.
En rigor, todo hace suponer que el periodista porteño estaba realmente enojado porque una vez más el gobierno conseguía una votación histórica en el Congreso de la Nación en un tema que cuenta con más del 75 por ciento de adhesión popular. Pero eso es una suposición mía.
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