OPINIóN › SIETE DíAS EN LA CIUDAD
Diciembre recién empieza pero el año ya se termina. La provincia y el municipio tuvieron un 2012 con altibajos y sacudidas inesperadas. Las ambiciones navideñas de Antonio Bonfatti y el cambio de marcha en la gestión de Mónica Fein.
› Por Leo Ricciardino
El año cierra para la Legislatura provincial con una agenda impuesta por el gobierno de Antonio Bonfatti en el marco de las sesiones extraordinarias; donde el temario lo define por norma constitucional el jefe del Ejecutivo. El presupuesto para el 2013 y la posibilidad de que la provincia se endeude por unos 500 millones de dólares son las obsesiones navideñas del socialismo en Santa Fe. Pero también la Ley de Emergencia en Seguridad que el gobernador y sus ministros pretenden transformar en una ley propia de seguridad vetando artículos sustanciales que concibieron en Diputados y ratificaron en Senadores. Y también agregando otros en lo que para muchos constituye una novedad legislativa que puede llegar a estar viciada de algunas irregularidades reglamentarias. No son pocos los que entienden que lo que debería haber hecho el gobierno es presentar su propio proyecto en seguridad después de vetar la emergencia que declararon ambas Cámaras.
Uno de esos artículos que fueron vetados -quizás el principal- era el que impedía que el jefe de la Policía pueda llegar a ese cargo si pende sobre él una investigación por enriquecimiento ilícito. Obviamente, Bonfatti tenía al respecto dos caminos: O echaba al actual titular comisario Cristian Sola o vetaba el artículo. Se decidió por lo último. Sobre el punto el ministro de Seguridad Raúl Lamberto había sido contundente: "Sola tendrá que demostrar que no se ha enriquecido ilícitamente". Parecía una sentencia condenatoria o al menos un emplazamiento severo para el actual jefe. Pero en el entorno del ministro confesaron a este periodista que el funcionario dijo lo que dijo porque "está convencido de que Sola puede demostrar todo lo que tiene" y agregaron por lo bajo: "En ese nivel de la policía por más que tenga una casa cara, tiene sólo una. Hay otros jefes que tienen cinco o siete casas importantes cada uno". La verdad es que hasta como consuelo suena vergonzoso.
Como sea, nada podrá superar en el balance del 2012 lo que fue el "huracán Tognoli". El impacto político tremendo que tuvo el gobierno al saberse que su jefe de policía era investigado por fuerzas federales por su presunta vinculación con el narcotráfico. El tema sacudió a Bonfatti y sus ministros pero también mostró de qué estaba hecho el gobernador que llegó a la Casa Gris más por un capricho de su mentor Hermes Binner que por un acuerdo amplio de su partido que veía en el ex intendente Miguel Lifschitz al sucesor cantado.
Ahora, el actual senador Lifschitz no da nada por descontado. Confía en muy pocos y espera paciente su turno para el 2015. Ayer en un reportaje, Bonfatti no se privó de disfrutar un poco tensando las expectativas a futuro cuando dijo que Lifschitz no era su sucesor natural. Aunque enseguida alivianara la frase al indicar que el ex intendente de Rosario sería un gran candidato, para que finalmente sea el partido el que tome la decisión.
Si bien se sabe que la relación entre Bonfatti y Binner se ha resentido con el correr de los meses de gestión -como era lógico por otra parte-, al parecer el ex gobernador no se ha equivocado en su elección: Bonfatti no creó el Bonfattismo dentro del socialismo. Un poco porque el carecer de reelección lo deja con su poder recortado y otro poco porque sigue siendo uno de los hombres más fieles y leales a quien lo designó candidato. Binner creyó que Lifschitz sí crearía su propia corriente interna, como lo demostró cuando fue ocho años intendente de Rosario. Que Bonfatti haya sorprendido en este año a propios y extraños con su capacidad de gestión y de diálogo con la oposición no alcanza para vislumbrar su futuro político inmediato pero sí su crecimiento como dirigente dentro de las filas del PS donde ahora tiene adeptos que no necesariamente fichan con los ojos cerrados en el binnerismo.
Bonfatti sí logró una cosa que -aunque no dicha públicamente- circula siempre entre oficialismo y oposición: Casi nadie en ambas filas extraña mucho a Binner. El actual candidato a diputado nacional no es de dar demasiadas señales a nadie, y esa característica en política puede ser muy útil para quien la practica pero deja secuelas en los demás. A nadie le gusta en ese ambiente irse de una reunión sin demasiadas certezas. Bonfatti es todo lo contrario. Es frontal, dice, pregunta, se explaya y muestra casi siempre lo que piensa. Quizás no sea demasiado conveniente para él pero los otros valoran saber con quién y de qué están hablando.
Con todo, Binner sigue siendo la gran locomotora electoral del socialismo y ahora del Frente Amplio Progresista. En Santa Fe no hay otro liderazgo como el suyo en ningún otro partido político. Y sobre todo no lo hay dentro del peronismo que hoy se debate entorno a una suerte de Consejo de Caciques que muy pocas veces logra acordar una estrategia común. Cuando los principales dirigentes se han puesto de acuerdo en algo, los bloques en Diputados reproducen esa estrategia pero en el Senado todos parecen ser autónomos e independientes de las distintas líneas. Por eso el gobierno provincial empieza siempre las principales negociaciones por la Cámara alta, allí es donde encuentra voluntades individuales sin una política común a pesar de su mayoría numérica. Por eso también, hace muy poco, siete de los once senadores provinciales del justicialismo fueron a comer con Daniel Scioli, en esos días en los que todos parecían dar por muerta la rereelección de Cristina Fernández de Kirchner y empezaban a mirar hacia el gobernador bonaerense.
El año de Mónica
La intendenta Mónica Fein también está en período de balances y en ese marco repasa los principales lineamientos de su gestión. La titular del Departamento Ejecutivo rosarino tuvo que lidiar con un tema no menor: los recursos. Y otro tampoco desdeñable como la falta de cuadros políticos que mostraran creatividad y volumen de gestión aun con los problemas financieros que tuvo el municipio este año.
Recién promediando el 2012 Fein pudo tomar el centro de las decisiones e imponer agenda local para dejar de correr atrás de los problemas que estallaban aquí o allá. No es sencillo tener la iniciativa cuando no abundan las posibilidades. Pero es precisamente en esos momentos donde aparecen o no las capacidades de los dirigentes.
La idea de Lifschitz de dejarle el camino allanado en el Concejo Municipal ante una oposición que tenía la mayoría terminó por complicarle más las cosas. Fein empezó un tanto desautorizada frente a los concejales más experimentados y tuvo que ir recuperándose de a poco en un diálogo que no siempre prosperaba. A tal punto llegó la cosa en los primeros meses que muchos consideraron autoritaria a una mujer a la que lo que le sobra es simpatía y voluntad de entendimiento.
Hoy las cosas han cambiado y la propia intendenta ha ido encontrando el tono y el ritmo de la gestión. Algunos de sus principales colaboradores como Fernando Asegurado y Jorge Helder fueron pilares de su administración desde el principio, pero hay otros que se han ido soltando para ganar en eficacia. Un municipio del tamaño de Rosario no puede funcionar sin una primera línea de gabinete que sea capaz de absorber malos momentos y frustraciones que aparecen en lo cotidiano. Cuando todas esas sensaciones llegan directo al intendente, es porque las cosas no están bien.
La relación con el Concejo Municipal ha encontrado un cauce y si bien el año que viene habrá altos decibeles por ser un período electoral; los temas gruesos como el presupuesto demuestran que el Ejecutivo encontró el camino para dejar trabajar a sus principales espadas dentro del Palacio Vasallo. Entre ellas, al propio presidente de la corporación Miguel Zamarini que fue reelecto en su puesto esta semana por octavo año consecutivo y con elogiosos discursos para con su gestión.
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