OPINIóN › PANORAMA POLITICO
› Por Pablo Feldman
"En el horizonte político no se recorta ninguna figura que sea más importante que el modelo socialista que lleva 20 años, es por eso que no se habla de candidaturas y sí en cambio de reforzar algunas áreas que inexplicablemente fueron desmontadas -sin ir mas lejos los programas Crecer-, que les permitieron en las anteriores tener anclaje en los barrios, cosa que ahora parece mas difícil". Este párrafo fue publicado en esta misma columna el domingo pasado. En idéntica dirección fueron las declaraciones de la doctora Débora Daniele, directora de Salud Mental de Rosario, que advirtió sobre la situación de los equipos sanitarios que "quedaron en soledad" y "totalmente excedidos".
La doctora Daniele conoce con detalles lo que ocurre en las barriadas, y en vez de intentar descalificarla o "castigarla" desde los principales despachos de la provincia y la municipalidad, habría que prestarle mayor atención. Sobre todo el gobernador Antonio Bonfatti, que anteayer cometió la torpeza de decir: "No tengo por qué saber lo que ocurre en cada barrio de Rosario", donde se registra un muerto cada dos días desde que empezó el 2013.
Extraño y grosero error del gobernador, que no había derrapado así ni en el peor momento del escándalo de Hugo Tognoli o en la tensas horas de los ataques a los supermercados en las vísperas de la navidad. Ayer, tomó nota del impacto de sus palabras y dijo que "tal vez" se había expresado mal.
Mónica Fein, por su parte estuvo un poco mejor. En la mañana del viernes, la intendenta se atajó diciendo "tenemos tres centros de trabajo de promoción social y trabajamos con todos los centros comunitarios". Mas adelante agregó que "el municipio tiene 11.500 trabajadores y 8 mil están en el área social, trabajando en la inclusión, en la salud, en la cultura y en la vivienda". Una primera observación permitiría decir que el problema no es de recursos, evidentemente la cantidad no parece insuficiente. Habría que ver entonces cuál es la intensidad y calidad de ese trabajo. Salvando las distancias, la policía tiene 15 mi efectivos y a esta altura no es necesario abundar en detalles para quienes viven en esta provincia.
De todos modos, la gravedad de la situación no se va a revertir con más gente -aunque es fundamental el trabajo de base- sino con políticas activas que por ahora están lejos no ya de dar resultados sino de trazar un vector alentador.
Las guerras entre bandas de narcos con "soldaditos" como los llaman en la jerga se ha cobrado tantas vidas inocentes como de involucrados en la delincuencia. Más aun, los últimos dos episodios -las balaceras en Ludueña y Nuevo Alberdi- cegaron la vida de militantes sociales, igual que hace un año, cuando ocurrió el "triple crimen", para algunos una bisagra en la vida de los rosarinos. Desde entonces se han visto crímenes por encargo, ajustes de cuentas, fugas y misterios. Denuncias sin resolver de policías implicados en negocios turbios, la destitución del jefe de la fuerza, el descabezamiento de otros comisarios sospechados. No hay nadie preso.
Los jueces, que insultan a los medios y periodistas en sus reuniones cerradas y después sonríen para las cámaras, están inmersos en una parsimonia exasperante. Expedientes -habría que cambiarles el nombre- durmiendo en los estantes de los juzgados y una creciente sensación de impunidad. No solo para los delincuentes reconocibles. La reticencia para labrar ordenes de allanamiento debilita la ya limitada acción policial. Y la demora en los procedimientos ayuda a que se escurran los peces chicos, ni hablar de los llamados peces gordos. A más de uno le han avisado: "Ojo que vamos para allá..."
La mujer asesinada en Ludueña era militante del Frente Amplio Progresista, los baleados en Nuevo Alberdi pertenecen al Movimiento Evita. No se trata de hacer un censo de "bajas", organizar conferencias de prensa o buscar la ventaja política de un hecho absolutamente desgraciado. Los investigadores sostienen que los disparos impactaron sobre ellos sin premeditación, que no buscaban esos blancos. Es realmente una casualidad -que llama la atención- que en la persecución por uno de los pasillos de motos y auto a los tiros las balan les dieran a quienes le dieron en Nuevo Alberdi, y que la muerta en Ludueña sea la cocinera de los chicos.
No va a ser la policía, por más que se adecente y haga su trabajo como corresponde, la que posibilite volver las cosas a su quicio. Rosario está en una situación de suma gravedad. Si no se parte de este diagnóstico será imposible un buen pronóstico. El entramado social debe fortalecerse, hay que convocar gente idónea más que leal. Capaz antes que incondicional. Hay que abrir el juego a las organizaciones de base. No pensar en ganar las elecciones sino en que no asesinen a los votantes. El socialismo ganó en esos barrios los últimos comicios, y la buena fe y honorabilidad de sus principales dirigentes no está en tela de juicio. Pero con eso no alcanza, hay que revitalizar la presencia en los barrios. La intendenta dedicó los primeros días de este año a anunciar podas, escamonda, luminarias, contenedores y otras intervenciones tendientes a hacer más llevadera la vida de los rosarinos. Pero para que eso rinda hay que garantizar la vida en primera instancia, y así como hace años la ciudad podía exhibir planes de contención social y desarrollo infantil ponderados en el exterior, hoy aparece en los títulos a la par de ciudades que son conocidas por sus desgracias: Sinaloa, ciudad de México, Medellín...
A propósito de Medellín, la ciudad fue desangrada por los carteles de la droga, sus instituciones corroídas por el dinero de la droga, la policía/militares cómplices y partícipes necesarios. Sin embargo, en los últimos años, una experiencia de desarrollo de planes para la primera infancia con programas culturales, deportivos y sociales, revirtió la ecuación que durante años se alimentó a fuerza de más policías y más blindaje de la ciudad.
Sin caer en ingenuidades, es necesario el accionar de una policía capaz y honesta. La manera de solucionar el problema de fondo no es con más agentes y mano dura. Con que se cumpliera la ley sería suficiente.
La barrera infranqueable hasta no hace mucho y que hay que reforzar es la de las organizaciones de base. Los clubes de barrio, las vecinales, las parroquias, las ONG, los centros culturales.
En Ludueña germinó la maravillosa orquesta infantil. Un ejemplo de vida. Allí mismo está anclado desde hace décadas el infatigable Edgardo Montaldo, un cura bueno. En los distintos barrios sigue habiendo referentes que no han sido cooptados por los dineros del narcotráfico.
Ahí es donde hay que poner el esfuerzo y la dedicación. El crecimiento del narcotráfico y su insersión en la sociedad es exponencial. Rosario no sólo no está fuera del alcance de este fenómeno sino que por contraste se hace más evidente. Sin embargo, no es un tsunami que viene del fondo de mar y que no se puede parar. Tiene causas reconocibles y maneras de combatirlas. Para ello hay que trabajar, sin descanso, admitendo los errores, convocando a gente capaz y tomando determinaciones que no siempre van a ser simpáticas ni ayudaran a ganar elecciones, pero sí a conservar la vida.
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