OPINIóN › SIETE DíAS EN LA CIUDAD
La crítica surgió en el interior mismo del socialismo: la Municipalidad ha ido retrocediendo en su presencia en los barrios. Por eso la intendenta Fein lanzará un renovado plan en estos días. El complicado armado electoral del peronismo provincial y los que apuestan a la unidad aún en las condiciones más críticas.
› Por Leo Ricciardino
De manera inesperada, fue una astilla del propio palo la que se clavó en estos días en el corazón mismo de la gestión socialista en la municipalidad de Rosario. Una -hay que decirlo- muy delicada crítica del presidente del Concejo Municipal Miguel Zamarini sobre la política social del municipio generó una desmesurada respuesta del secretario de Gobierno, Fernando Asegurado. Si bien nadie le quita legítimo enojo al funcionario más importante que tiene la intendenta Mónica Fein en su gabinete, se dice en realidad que la rabia mayor estalló en alguien que domina como nadie sus nervios: el ex intendente Miguel Lifschitz.
"En el segundo mandato de Lifschitz se ubica el declive de la presencia territorial del socialismo en los barrios", dijo una fuente del partido del gobierno a este periodista. Y desde la oposición, ubican directamente ese debilitamiento en "la desaparición de los más de 30 centros Crecer que la administración de Hermes Binner había consolidado en los barrios".
Ante este panorama, la intendenta Fein se prepara para un relanzamiento de proporciones en los próximos días. Se habla del 5 de abril próximo como fecha para la puesta en marcha de un programa destinado a incrementar la presencia en el territorio: los futuros Centros de Convivencia Barrial o Territorial estarían destinados a abarcar la segunda infancia (a diferencia de los Crecer que se concentraban en la niñez de 2 a 5 años), para cubrir necesidades y dar contención a niños de entre 7 y 12 años y a jóvenes hasta los 15 o 16 años. Claramente, hoy los segmentos más vulnerables a la violencia derivada del narcotráfico en las zonas periféricas de Rosario. Estas nuevas medidas podrían absorber programas como el de Empleo Joven que impulsa la Nación y Vuelta al Colegio que recientemente puso en marcha el gobierno de Antonio Bonfatti.
La administración municipal exhibe números contundentes cuando se le imputan cuestiones vinculadas a la política social. Señala por ejemplo que de los casi 10 mil empleados municipales, más de seis mil se desempeñan en áreas relacionadas con lo social como Salud, Cultura y Promoción Comunitaria. También se exhibe el correlato presupuestario para cada una de estas áreas. Lógicamente que los números son un argumento fuerte para todo gobierno, pero en este caso la crítica apunta a la presencia territorial y a la contención más cercana todavía. Uno de los segmentos a trabajar de parte del gobierno, que reclama ayuda a la provincia y a la Nación para enfrentar nuevos desafíos que no sólo pasan por la violencia que instala el narcotráfico sino también -y de manera más peligrosa- la competencia social de este tipo de delincuencia que ha demostrado ya en esta ciudad poder "reclutar" a niños y jóvenes pero también financiar comedores comunitarios y otro tipo de emprendimientos con el fin de tener a las barriadas tranquilas para poder hacer crecer el "negocio" y hasta naturalizarlo.
Volviendo a la declaración de Zamarini, él es un veterano en las lides del Partido Socialista pero también tiene "marcas" por haber estado al frente de Promoción Comunitaria en los años de fuego, en el 2001, con la gente en las calles pidiendo que se vayan todos y las amenazas de saqueos constantes. Desde allí habla, aunque no de manera inocente, sobre un "debilitamiento de la presencia del Estado Municipal en los barrios" de Rosario.
Y quizás en el fondo esté buscando también el presidente del Concejo Municipal ese camino tan arduo para el socialismo que es el debate interno. Un síntoma que se vio esta semana cuando el senador provincial Lifschitz declaró en Radio Continental Rosario que "a nuestro partido no le hacen bien los procesos internos, esto ya quedó demostrado". Ante la misma consulta, el senador nacional Rubén Giustiniani tiene una visión totalmente opuesta: "Las internas le hacen bien a todos los partidos que quieren crecer y consolidarse. Lo contrario de ese proceso es la selección a dedo de los candidatos, y eso no es muy participativo que digamos". Como se ve, el debate en el socialismo cada tanto recrudece.
El armado más difícil
Agustín Rossi está convencido de que el único camino es la unidad. Y no lo repite como un slogan de campaña o para erigirse él mismo como prenda de esa unión en el convulsionado escenario del peronismo santafesino. Más bien es una convicción profunda y hasta previsible de lo que podría ocurrir en agosto primero y en octubre después, si el PJ llega a las urnas de Santa Fe totalmente descoyuntado.
Si bien es cierto que estas elecciones son cruciales para el gobierno nacional y -según cada interpretación- para el futuro inmediato de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, no son menos trascendentes para las aspiraciones futuras del peronismo provincial. Ya lo dijo un dirigente con mucha experiencia: "Si nosotros juntamos porciones de votos menores al ir por afuera cada sector del peronismo, en el 2015 le vamos a tener que pedir por favor a cualquier compañero que sea candidato a gobernador. Nadie va a querer enfrentar la parada". La sentencia es durísima pero tiene mucho de pragmatismo, de ese que el peronismo practica mejor que cualquier fuerza política en el país. El mismo sensibilizado olfato que tiene para el triunfo político también lo conserva para la estruendosa derrota que pueda avecinarse.
En silencio y por las piedras, Rossi ha demostrado un "ecumenismo" político mucho antes de ser influido por su presencia en Roma para la asunción de Francisco. Fue en ese escenario en el que no le respondió ni una sola palabra a las gruesas acusaciones que lanzó María Eugenia Bielsa en su contra cuando renunció a su banca de diputada provincial.
Nadie sabe muy bien cómo hizo el diputado nacional para tragarse todo eso, con el carácter que se le conoce, pero aún hoy reitera: "Privilegié la unidad del peronismo por sobre las cuestiones personales. Sabía que si respondía no le hacía bien a nuestro movimiento", dijo recientemente.
Aunque en esta misma columna y en artículos específicos en este diario se detalló la imposibilidad de una lista integrada en los primeros lugares por el propio Rossi, Jorge Obeid y Bielsa; el jefe de la bancada de Diputados Nacionales del Frente para la Victoria está convencido de que podrá lograrse una nómina por el estilo y con la anuencia de la presidenta. Si no, no hubiera ahorrado la durísima respuesta que seguramente le hubiese dado a Bielsa en otras circunstancias.
Para eso Rossi y su sector necesitan modificar la Carta Orgánica del Partido Justicialista que indica que en un proceso interno, el sector ganador se lleva el 75 por ciento de los cargos y el perdedor el 25 por ciento. Lo que depositaría al menos votado en el cuarto lugar de la nómina de diputados en una elección en la que Santa Fe renueva 9 bancas y en la que enfrente estarán Hermes Binner, Mario Barletta y el comiquísimo Miguel Del Sel. "Es una reglamentación ridícula porque te obliga a ir por afuera", dijo Rossi en público, con lo cual se descarta que impulsará su modificación para el caso que no se dé la posibilidad de una unidad total en el PJ santafesino.
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