OPINIóN › 7 DÍAS EN LA CIUDAD
Lo que dejó el debate de la semana por la habilitación del circo
Servian, cuando en Rosario ya se creía que sería imposible ver a monos
y leones haciendo sus gracias en una pista. Los puntos complejos de la
ordenanza y el endurecimiento de la norma que ahora plantean ediles
de varios bloques en el Concejo Municipal de Rosario.
› Por Leo Ricciardino
Dejando de lado el curioso fundamentalismo que suele sobrevolar -y quizás la psicología podría explicarlo mejor- a las entidades defensoras de los animales; la habilitación otorgada esta semana al circo Servian de parte del municipio significó un retroceso en la materia. Es difícil sostener que todo un departamento de Asuntos Jurídicos haya quedado atrapado en los vericuetos del texto de la ordenanza que prohíbe la exhibición de animales y, lo que es más grave, haya sido cercado por la publicidad de un cirquero que demostró mucha maña a la hora de plantear la cuestión ante las autoridades. Y Servian lo hizo...podríamos afirmar.
En el debate, que por cierto no es central pero sí jugoso para comentar, el autor de la iniciativa restrictiva aprobada por el Concejo doce años atrás, Daniel Luna; dejó claramente establecido el espíritu de la norma. Esto es, impedir que se establezcan espectáculos que tengan como atracción las "gracias" de unos animalitos que -sabido es- son sometidos a todo tipo de tormentos para aprenderlas.
Pero allí fue otra vez, como en numerosas oportunidades, el veterinario estrella de la ciudad. El doctor Cahe de las mascotas rosarinas comprobó que los animales estaban en buen estado de salud y que tenían los certificados de vacunación al día.
Pero Luna nos contó a todos a través de los medios que hay un punto de la ordenanza que insta al inspector a establecer cómo se reproduce -en ese precario cautiverio- de la mejor manera posible el "hábitat natural" de la especie. Si alguno de los que fueron a inspeccionar las jaulas de Servian puede decir cómo los leones creyeron efectivamente que ese reducido espacio era parte de la sabana africana, constituiría todo un hallazgo. Es claro por qué está ese punto allí: Para que sea imposible otorgar una habilitación de tal naturaleza. Sin embargo, el equipo jurídico municipal se vio "cercado" por letra chica de la ordenanza.
Esto generó una formidable publicidad para el circo e hizo que los más pequeños -como antaño- quisieran ir a ver a los monos y leones. Y sí, han pasado las décadas, la tecnología avanzó de manera formidable, pero un león de 300 kilos moviéndose por el centro de la pista no dejará nunca de tener su encanto. Una cosa es verlo en Animal Planet y otra muy distinta en vivo y en directo.
Con todo, algo positivo del debate quedó. Varios concejales empezaron a ver de otra manera el proyecto de Pablo Javkin que hace unos meses planteaba la prohibición total de exhibir animales en un espectáculo. De paso habría que ver, de ahora en más, que legislación hay sobre la mujer barbuda.
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