OPINIóN › SIETE DíAS EN LA CIUDAD
La relación del kirchnerimo con la provincia de Santa Fe y sus principales dirigentes políticos, ha sido tan sinuosa con el justicialismo como con los máximos dirigentes socialistas. Los que pegaron el salto, una rápida mirada al pasado inmediato y unos apuntes para lo que viene.
› Por Leo Ricciardino
En todos los balances que hubo en esta década, "ganada" para algunos y "desaprovechada" para los opositores que -en su mayoría no se animan a subrayar logros ajenos-; es competente echar también una mirada a estos diez años de kirchnerismo en Santa Fe. Y en esa visión hacia atrás, casi lo primero que aparece es la llegada de Néstor Kirchner a Rosario aquel 20 de Junio de 2003. El presidente recientemente electo ya tenía una visión clarísima de lo que iba a costarle su relación con el Partido Justicialista a nivel local, lo mismo que pasaba a nivel nacional, y por eso se sacaba fotos a los abrazos con el entonces intendente de Rosario Hermes Binner. Era la postal de la prototransversalidad que vendría unos años después.
Carlos Reutemann y Jorge Obeid casi no podían disimular el disgusto que les provocaba verlo al presidente que había llegado con el 22 por ciento de los votos, protagonizando semejante desaire a los peronistas. Kirchner empezaba a desplegar su estrategia frentista para condicionar las viejas estructuras pejotistas. Si bien ni a Reutemann ni a Obeid los criticó demasiado en público -en esos diez años hubo apenas una mención por allí perdida a alguna actitud de Reutemann y después ya de parte de Cristina Fernández de Kirchner la famosa "bolilla negra" para Obeid-; pasaron años de casi ostracismo para con la conducción del peronismo santafesino que Néstor sabía, lo miraba con desconfianza.
Ya en las legislativas de 2005 se empezaba a ver el deterioro del peronismo santafesino en cuanto a la oferta que tenía para el electorado, y el primer kirchnerista en Santa Fe había sido Gustavo Marconato, que estaba afuera de todo en la provincia y que vió en el dirigente santacruceño -aún antes de que fuera electo- la posibilidad de una nueva corriente dentro del peronismo. Hay una anécdota que tuvo su origen en Rafaela con dirigentes que aún están en la función pública. Allá por 2002, Kirchner llega a Rafaela acompañado por Marconato y no sólo no lo conocía nadie sino que fue recibido por muy poca gente y algún que otro dirigente de tercera línea que se acercó para conversar. No había allí ningún menosprecio para el futuro presidente de los argentinos, sino una falta de confianza absoluta en que ese flaco desgarbado pudiera ser realmente una opoción en medio de la debacle de la clase política que acababa de ser seriamente cuestionada por toda la sociedad.
Pero volviendo a las legislativas de 2005, el peronismo santafesino no tenía muchas opciones para ofrecer a la sociedad y la verdad es que algunos de los dirigentes más reconocidos no querían ser cabeza de una lista que iba a una magra cosecha de votos. Ahí, de la mano de Jorge Obeid es donde aparece Agustín Rossi: Un ex concejal que había roto en su momento con las estructuras partidarias del menemismo y que volvía después de varios años a la actividad política. Rossi se convierte en diputado nacional y en poco tiempo se gana la presidencia del bloque oficialista y la confianza del propio Kirchner.
En todos esos años, hasta hoy, nunca el PJ santafesino fue total y absolutamente kirchnerista. Es más, cuando ahora Rossi dice "soy el único dirigente peronista que recorre la provincia defendiendo el modelo"; nadie se anima a decirle públicamente que no es así. En ese sentido, el secretario de Transporte de la Nación Alejandro Ramos y el "camporista" Marcos Cléri, son demasiado recientes en su historia política. Por un lado, por su juventud y por el otro porque vinieron impulsados desde la nación, más que desde las bases del peronismo local.
Hoy nadie en el peronismo santafesino se dice no kirchnerista. Los que lo hicieron saltaron rápido hacia el PRO o hacia esos "restos de algo en busca de un jefe" que es el peronismo federal, como lo caracterizó el experimentado Julio Bárbaro. Pero que no se animen no quiere decir que han estado convencidos todos todo el tiempo que lo mejor era defender el modelo aquí en Santa Fe. Eso nunca fue así y el punto de quiebre estuvo claro en la discusión por la 125, cuando después de votar lo que impulsaba el gobierno Jorge Obeid rompe el bloque nacional acompañado de otros tres diputados santafesinos.
Esta es una provincia agraria y que haya votado al socialismo en 2007 no la convierte en progresista de un día para el otro, ni mucho menos. La base electoral de los fuertes sectores medios agroindustriales y de servicios, la convierten en una masa esquiva y difícil a la hora de concurrir a las urnas. Ni siquiera el hecho de que más del 50 por ciento de los habitantes resida en las ciudades santafesinas, le quita peso a la ruralidad y su marco ideológico más emparentado con el fuerte individualismo que con el espíritu de una sociedad solidaria, integrada e inclusiva. Basta revisar en estos días las abultadas deudas que registran los más grandes propietarios de campos con la provincia, en materia del Impuesto Inmobiliario Rural que -a pesar de las modificaciones- sigue constituyendo una cifra irrisoria para el Estado provincial y, por consiguiente, también un perjuicio para todos los santafesinos. Para gran parte de esos sectores siempre será más actrativo el irresponsable slogan de "menos impuestos, más seguridad" con el que se presenta Osvaldo Salomón. O los cantos de sirena de la antipolítica que pregona el cómico Del Sel.
La relación con el socialismo ha sido también sinuosa. Los diputados del PS acompañaron muchas de las iniciativas impulsadas por el gobierno -no por "ingenuos" como algunos analistas se empeñan en resaltar- sino por convicción política y acuerdo en la centralidad del Estado. Lo raro no eran las posturas de Binner de entonces, sino las de ahora, donde no puede encontrar el espacio del centro que le diga a gran parte de la sociedad que sin duda lo esperará, que puede haber disidencias metodológicas con el gobierno. Pero que necesariamente hay políticas públicas que compartir desde el socialismo porque apuntan a limar las asimetrías sociales y a la inclusión. Pero los límites de ese área ya no están, fueron borrados por la tensión de la lucha política y quizás también, por errores propios del gobierno. Es doloroso de ver pero amplias franjas de la sociedad hoy quieren "sangre" quieren el reality del espectáculo político completo. Y, por supuesto, hay muchos dirigentes dispuestos a darle lo que quieren porque esperan a cambio sus favores, sus votos.
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