OPINIóN
› Por Horacio Vargas
Esta semana, el gobierno de Santa Fe junto a la Municipalidad de Rosario lanza el Plan Abre, una iniciativa que apunta a una fuerte intervención estatal en 20 barrios de la ciudad. El gobernador Antonio Bonfatti lo definió como "la gran tarea de pacificar a la sociedad rosarina". Se trata de tomar la posta desde el Estado, con un mensaje unificado, borrando los límites entre provincia y municipio. Hacer un Estado amigable con los vecinos, dar un el ejemplo de buen trato con los ciudadanos, escucharlos, facilitar la convivencia, apostar a la transformación social de la periferia, abrir puertas a los que menos tienen.
Ese fue el discurso de Bonfatti en una reunión que mantuvo con representantes de medios de comunicación de la ciudad. Lo que se propone el Estado es dar mayor escala a las acciones que viene desarrollando en sectores de la ciudad donde hay mayor confluencia del delito, la violencia y la inseguridad pero donde los reclamos permanentes tienen que ver con infraestructura, servicios y mejores
condiciones de vida: construcción de hospitales, centros de salud y escuelas, remodelación de accesos viales, apertura de calles, pavimentación y colocación de carpeta asfáltica, loteos, mejoramientos en barrios Fonavi, luz eléctrica, agua, extensión de redes cloacales, desagües, colocación de contenedores, remodelación de plazas, fomento de los clubes de barrios y un largo etc.
La intendenta Mónica Fein -también presente en esa charla informal- planteó que "es trascendental que los ciudadanos sientan que el Estado está presente, generando nuevos proyectos y oportunidades".
Coincidieron en que la ciudadanía se apropie del proyecto, que apueste a la construcción de una sociedad diferente. Pero fragmentada: La ciudad del linchamiento público y la de los pibes de la villa que tocan el violín en Saladillo, la del pequeño pensamiento taxista-fascista de "no se puede vivir más en esta ciudad" a la de esos pibes de La Cerámica -barrio estigmatizado si lo hay- que están siendo capacitados por la EPE para construir los tapiales de luz en el barrio, o de mi amigo Horacio Colavini, que en el medio del corazón del primer barrio obrero de Rosario, Refinería -donde nació mi vieja- insiste con mantener un bar como El Bodegón después del bunker y los soldaditos.
El Plan Abre no suena a slogan de campaña. Tal vez puede ser una reacción tardía del Estado en una ciudad partida en dos.
La preocupación legítima del gobernador no es una cuestión presupuestaria -el Estado pondrá 4200 millones de pesos en el Plan Abre, la plata está- sino en darle visibilidad al plan en los medios de comunicación que sostienen una agenda recargada de hechos policiales, operativos contra el narcotráfico y reclamos airados de sectores sociales.
Lo remarca como una falencia del Estado ante los editores. No le está pidiendo a la prensa de Rosario sólo "buenas noticias". El diario de Irigoyen, lo sabe, se escribió una sola vez.
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