Lunes, 4 de mayo de 2015 | Hoy
OPINIóN › SIETE DíAS EN LA CIUDAD.
La intendenta Fein ya asimiló los duros resultados de las PASO y se apresta a abrir el Frente hacia Javkin y Schmuck para dar pelea en las generales de junio. La cercanía con la gente y un cambio rotundo de mensaje, como claves de una estrategia que la diferencien de la postulante del PRO.
Por Leo Ricciardino
Un par de reuniones desarrolladas en los últimos días entre la intendenta Mónica Fein, Pablo Javkin, María Eugenia Schmuck, Enrique Estévez y algunos colaboradores más dieron el marco del estado en el que se encuentra el Frente Progresista para encarar las generales de junio después del tsunami que significaron las PASO para este sector político. Fein debió hacer una autocrítica profunda y doble: Primero porque tuvo que establecer cuáles fueron los puntos débiles de su gestión que la llevaron a perder votos de a cientos en todas las seccionales de Rosario. Y segundo porque el notable crecimiento electoral de Javkin en la interna profundizó la idea de que subyacía en ese voto un cuestionamiento personal al liderazgo de la intendenta. Una cuestión que excede al propio Frente Progresista.
Hay algo de la propia intendenta que no cae bien entre los rosarinos. Eso es lo primero a admitir para poder cambiar y estar en carrera. Nunca es fácil exponerse a semejante herida narcisista pero una vez que se logra, se puede cambiar en serio, profundamente y hacerlo creíble para los demás. "Te picaron el boleto a vos Mónica", le dijo un colaborador a la intendenta para señalarle el contenido crítico selectivo de los votantes que no le dieron el triunfo personal ni en una sola seccional de la ciudad.
Fein debe comprender a esta altura que no se trata solamente del problema de la inseguridad en la ciudad, sino de cómo ven los ciudadanos que ella misma puede contribuir para detenerla. En un estado de crisis de violencia, la población observó que no era suficiente una buena administradora que fuera capaz de garantizar la continuidad de las buenas políticas públicas del socialismo. Buscaba algo más, buscaba una voz que se erija ante la autoridad pública provincial y nacional en reclamo de soluciones. Fein quedó muy subsumida en ese papel a la subordinación partidaria que de hecho tiene. Por lo tanto, su rol no sólo depende de ella. Hay también, claramente, otras responsabilidades partidarias en la factura que Fein paga el pasado 19 de abril.
El otro punto que no salió bien (quizás fue recomendación del cuestionado coaching ontológico contratado por la municipalidad) fue la impostura alrededor de esa idea de recomponer el liderazgo de cualquier manera. Vestirla de oscuro, masculinizar su presencia, hacerla más dura en sus mensajes. Esto nunca sale bien, como decía el notable pianista de jazz Mono Villegas: "el que parece es". Fein es una mujer simpática, trabajadora y militante. Supo estar cerca de la gente porque su naturaleza es afable. Todo eso es lo que perdió en busca de un perfil que no tiene y que quisieron imponerle para un contexto crítico puntual.
Respecto de ser y parecer, un ejemplo notable es el del propio gobernador Antonio Bonfatti. Es el máximo responsable de las políticas públicas de seguridad en la provincia, sin embargo los votantes no lo castigaron. Los especialistas dicen que en gran medida su buena imagen se debe a ese porte marcial que transmite determinadas seguridades. Pero el secreto está en que no es impostado. No lo adquirió porque un asesor de imagen le dijo que tenía que ser de determinada manera. El gobernador es así.
Uno de los candidatos que mejor comprendió lo que estaba pasando con la imagen de liderazgo de la intendenta Fein fue el representante del Frente Renovador Alejandro Grandinetti. Fue el primero que comenzó a hablar en su campaña de este aspecto y de cómo ello podría repercutir en el futuro de Rosario. Esta ciudad tiene una tradición de figuras de intendentes "fuertes" desde la recuperación de la democracia. Desde el irascible Horacio Usandizaga, pasando por Héctor Cavallero, Hermes Binner y Miguel Lifschitz que nunca necesitaron levantar la voz para imponer sus decisiones.
Fein es la primera mujer intendenta de la ciudad, pero eso ya no es una novedad. Lo nuevo fue su intento fallido de cambio que no hizo más que profundizar sus rasgos no positivos. Es claro que está a tiempo de volver a ser aquella mujer que transmitía una enorme sensibilidad social, siendo este aspecto muy poderoso aún en medio de una realidad adversa y violenta como la que atraviesa la ciudad.
En primer término, la intendenta comprendió que no alcanza con sacarse la foto al lado de Pablo Javkin que aparece como un triunfador habiendo salido segundo en la interna del Frente Progresista. Fein sabe que necesita de una transformación real en la relación de fuerzas dentro de propio FPCyS y que eso debe verse hacia fuera de aquí al 14 de junio. Comprende también que debe dar un giro de campana a su relación con la gente y estar más cerca todavía de los problemas cotidianos. La gran inversión del Plan Abre uno de los más ambiciosos que encaró la provincia en Rosario en muchos años debe estar acompañado de la presencia de Fein en cada lugar escuchando lo que la gente tiene para decir.
No es mucho más que eso lo que ha transformado a Anita Martínez en una posibilidad de cambio. Escuchar todos los días a la gente. Además, la candidata a intendenta del PRO se para encima de un armado político que en la ciudad va mucho más profundo que la apuesta de Miguel Del Sel a nivel provincial. El partido de Mauricio Macri no ha parado de crecer en Rosario mucho más allá de sus figuras. Y esos son los verdaderos crecimientos en política. Justamente, ahí es donde ha comenzado a debilitarse el socialismo aletargado por los años en el poder y la ausencia de nuevos liderazgos.
Todos miran hacia arriba para ver si son reales las posibilidades de Miguel Del Sel de transformarse en el próximo gobernador de Santa Fe. Algunos se frotarán las manos, pero también muchos comienzan a persignarse ante semejante posibilidad. El aspirante del PRO no admite medias tintas en esto de las adhesiones o rechazos.
Pero muy pocos más allá de los interesados miran la disputa local. El oficialismo se enfrenta a una pelea crucial para retener el poder que ejerce desde hace 25 años en la ciudad. Y sabe que si lo pierde, pierde la base sólida de un proyecto que fue creciendo hasta llegar a la Casa Gris. De lo que decidan como estrategia para estos próximos días depende el futuro de un nucleamiento político que deberá abrirse para salvarse, cambiar para poder seguir al frente de los destinos de la ciudad. Rosario ha cambiado en muchos aspectos, si los dirigentes y gobernantes no lo entienden así, el electorado volverá a señalarlo en las urnas el 14 de junio.
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