Lun 28.12.2015
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OPINIóN › SIETE DíAS EN LA CIUDAD.

El año que vivimos en peligro

No se refiere a la inseguridad, sino al peligro que corrieron con distinta suerte las gestiones políticas en la Nación, la provincia y la ciudad de Rosario. Las cinco elecciones en Santa Fe y la más clara noción de riesgo que tuvo el socialismo en comparación con el Frente para la Victoria.

› Por Leo Ricciardino

El que termina ha sido uno de los años más intensos desde el punto de vista político. No ya como otros que finalizaban con crisis social, económica e institucional; sino precisamente con escenarios más sólidos en esas materias que permitieron abruptos cambios en el electorado del país. Los dirigentes políticos de todo signo y los partidos han sufrido o al menos notado la intensa volatilidad del sufragio en todos los cargos. Con excepción de algunas intendencias o comunas, ya nadie tiene el 50 por ciento de los votos y lo más usual ha sido la división en tercios para disputar el poder en las urnas.

Esta realidad, a priori positiva para la renovación de cualquier sistema político y con una profundización notoria del sistema democrático en sí; favoreció sin embargo la licuación de las fronteras partidarias sobre todo en el universo de fuerzas no peronistas. Así los partidos no se prepararon para "perder elecciones manteniendo sus principios" como les dijo una vez Raúl Alfonsín a los jóvenes del radicalismo; sino que más bien fueron adecuando esos principios hasta verlos desaparecer para obtener el favor del electorado en las urnas. El otro camino, el que proponía el viejo líder radical, era no moverse y esperar que los votantes volvieran con el caballo cansado y frustrados por el destino de otras opciones, a elegir nuevamente esos principios partidarios.

Es claro que cuando empezó este año nadie imaginó a Mauricio Macri presidente de la Nación. A comienzos del 2015 algunos aún soñaban con una reforma que habilitara a Cristina Fernández de Kirchner para un nuevo mandato o a lo sumo, la espera pasaba por ver a quién iba a designar la presidenta dentro del peronismo porque ése iba a ser el futuro presidente de los argentinos.

En la provincia, Miguel Lifschitz que había esperado pacientemente un turno para ser candidato a gobernador; no tenía prácticamente rivales para el cargo. Un peronismo desgastado y perdiendo votos elección tras elección y un candidato del PRO que ya había sido derrotado en 2011 por Antonio Bonfatti; planteaban un trayecto bastante despejado para el socialismo hacia la Casa Gris.

Lo mismo en el municipio de Rosario, donde muchos vieron que Mónica Fein venía de una gestión signada por los problemas de inseguridad y escasa inversión en obras públicas, pero que a pesar de todo no tenía rivales de peso en el horizonte como para provocar el cambio de signo político en el Palacio de los Leones.

Nadie imaginó a Lifschitz ganándole a Miguel Del Sel por sólo 1500 votos, ni a Mónica Fein teniendo que recurrir públicamente a sus aliados para la segunda vuelta electoral para no perder la elección frente a Anita Martínez del PRO.

Quizás la diferencia más notoria entre el Frente Progresista en Santa Fe y el kirchnerismo a nivel nacional sea que los primeros advirtieron antes la dinámica de cambio que se venía entre los electores. El FpV estaba más convencido de poder superar con éxito y los palpables logros de la gestión, un panorama adverso que parecía circunscripto sólo a algunos sectores duros del antikirchnerismo.

En ese sentido, el socialismo tenía una ventaja clara: había visto de cerca en 2011 y 2013 el crecimiento electoral del PRO en la provincia y en la ciudad de Rosario. Había comprobado que el partido de Macri había sumado territorialidad al conjunto de consignas repetidas como mantra. Contaba con dirigentes de experiencia y con una vocación de poder que habían comenzado a operar con peso en la política real de la provincia y la ciudad. De a poco el PRO no había parado de sumar concejales en Rosario desde su aparición pública en la oferta electoral local allá por 2009.

Toda esta información contrastada con la realidad le dio al Frente Progresista un panorama claro de cómo debía ponerse el ropaje del cambio aunque en realidad las gestiones venían de muchos años atrás y casi siempre con los mismos actores. Un escenario que el kirchnerismo a nivel nacional sólo advertía por pantallazos y que no alcanzó a internalizar para determinar que debía operar cambios drásticos si quería tener nuevamente el favor del electorado tras el desgaste de años y años de gestión. Obvio -y nunca mejor dicho- que esta observación es mucho más fácil hacerla con el diario del lunes.

Por su lado, el radicalismo santafesino no habría podido alzar su cotización si no tenía éxito el experimento Cambiemos que le costó sangre, sudor y lágrimas internas en la histórica convención de Gualeguaychú. El proyecto José Corral 2019 ya había nacido para muchos, pero la convicción del intendente de Santa Fe en la alianza con el PRO y su fe en Macri le dan un espaldarazo que de otra manera no hubiera obtenido. Para el socialismo un rival interno ha nacido. La alternancia pensada otra vez para el futuro con Antonio Bonfatti como candidato a gobernador, empezó a peligrar de manera temprana. Claro que todo dependerá de la suerte del gobierno nacional y de la estrella del propio Macri.

El que vio todo esto con la anticipación debida fue Hermes Binner. Como su archirrival Carlos Reutemann cuando vio que el escenario venía "para el lado de la izquierda" en 2003. El viejo líder socialista vio ahora que esa misma situación pendulaba para el lado de la derecha. Lo supo al interior del FAUnen, que estalló arrojando hacia un lado a Pino Solanas y hacia el otro al propio Binner y a Margarita Stolbizer. Allí terminó su intento de proyectar nacionalmente al socialismo que después estuvo muy cerca de perderlo todo.

Este año fue también el año del final de un liderazgo significativo en Santa Fe. Dos grandes electores se enfrentaron en la categoría de senador nacional que terminó siendo para el peronista Omar Perotti. Binner quedó cuarto cómodo en esta estrategia casi suicida de ir a los comicios sin candidato a presidente y Reutemann quedó segundo y volvió a asegurarse una banca de senador en el Congreso de la Nación. De los dos viejos líderes -ambos nacieron en 1942- sólo el ex corredor de Fórmula Uno obtuvo en 2015 el favor del electorado. Sin embargo, Binner le ha negado públicamente a este cronista su retiro. "No creo que haya llegado ese momento", dijo.

A decir verdad, el actual es buen panorama para Reutemann que como dijo alguna vez Beatriz Sarlo, "es un líder conservador". Pero los tiempos biológicos también juegan en la política. Todavía Reutemann sigue siendo el dirigente que más satisfacciones le dio al PJ en Santa Fe. "Yo nunca lo quise, pero debo reconocer que sin él todo fue cuesta arriba para los compañeros en la provincia", se confesó hace unos días un experimentado dirigente peronista.

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