OPINIóN
› Por Carlos A. Solero*
Las novelas sobre tiranos y tiranuelos en Latinoamérica son quizás uno de los aportes más singulares de la literatura contemporánea a la comprensión de la realidad social. Desde el ya legendario Tirano Banderas de del Valle Inclán, pasando por El Supremo de Augusto Roa Bastos, hasta el Patriarca de Gabriel García Márquez, en todos los casos la desmesura es un rasgo característico de sus personalidades filopsicopáticas.
Es evidente que no siempre estos personajes tienen talento, pero si cuentan con vileza y astucia. Por estos días se discuten las capacidades desplegadas por la ex presidenta María Estela Martínez de Perón, algunos pretenden mostrarla como sólo una víctima de las circunstancias, como una marioneta. Manipulada por seres perversos.
Quienes fuimos sus contemporáneos recordamos sus palabras condescendientes para con el burócrata sindical Lorenzo Miguel. Esto, mientras las bandas armadas de la UOM masacraban luchadores sociales.
La misma mujer en ejercicio formal del poder, nombró ministro plenipotenciario a José López Rega (su amigo de infancia y juventud). En efecto el jerarca de la triple A contaba con la simpatía y los favores de la señora.
Al parecer a algunos los años los atacan con amnesias agudas. Muchos nombres acuden a nuestra memoria cuando evocamos los años `70: Rucci, Ruckauf, Cafiero, Casildo Herreras, el General Anaya, todos asociados con la muerte planificada, gratuita y cotidiana. Muchos otros también con la resistencia popular, la lucha por la libertad y la justicia: Agustín Tosco, Silvio Frondizi, Carlos Cristoff y los delegados fabriles que heroicamente enfrentaban a la explotación y el terror en ciernes.
Hoy con recursos y discursos quieren exculpar a hacedores del terror y la barbarie. Hoy a 30 y tantos años más, el mismo Estado que se tornó genocida no sabe, no contesta y no explica el porqué de las desapariciones. Vayan como ejemplo los fatídicos cuatro meses sin señales ni rastros del valiente Jorge Julio López.
Por todo esto y muchas razones más reafirmamos nuestros dichos. No olvidamos, no perdonamos, no nos reconciliamos.
* Miembro de la APDH Rosario
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