OPINIóN
› Por Silvia Cecconi
El viernes 28 de octubre el gobierno de la provincia de Santa Fe inauguró el remodelado edificio de la ex jefatura de policía de Rosario, devenido ahora en una plaza cívica con la intención de recordar la ferocidad de la represión ilegal y de generar, de ahora en adelante, un espacio de democracia y participación ciudadana. Esas eran las consignas. Por eso el artista invitado fue nada menos que el pianista tucumano Miguel Angel Estrella.
Carlos Razzetti, hijo del doctor Constantino Razzetti, asesinado el 14 de octubre de 1973 en Rosario, fue a reclamar de manera pacífica que el Estado provincial se haga cargo de reabrir la causa sobre ese crimen de lesa humanidad. No pudo hacerlo. No lo dejaron.
Un oficial de La Santafesina SA, de apellido Franganillo, lo había alertado que no llegara a la Plaza Cívica. Tenía orden de detenerlo. Razzetti lo conoce desde la escuela primaria, de allí el trato familiar.
Cuando intentaba colocar su bandera, Razzetti identifica al señor Bulsik, de Promoción Comunitaria de la provincia, que hace una señal.
En ese momento se abalanzan sobre él y Novillo unas diez o doce personas, sujetándolos. "Nos retuercen los brazos hacia atrás, me tiran al piso a mi, y nos sacan a arrastrándome unos metros. En ese instante comenzamos a gritar que nos estaban privando de nuestra libertad y comienzan a ejercer más presión sobre mis extremidades que las tenia en la espalda, lo cual duele bastante y confieso tuve machísimo temor por muestra integridad", describe Razzetti en una nota que envió a los distintos medios de comunicación de la región.
"Nos llevan sin decirnos bajo qué causa, y nos conducen a la comisaría tercera; al llegar había muchos móviles policiales, una cantidad de agentes poco común según mi entender, metiéndonos en ese destacamento", sigue diciendo el hijo del dirigente peronista asesinado treinta y dos años atrás.
En la seccional les dicen a los detenidos y a los militantes de diversas organizaciones defensoras de derechos humanos que no hay motivos ni cargos para la demora. El oficial Franganillo le dice a Razzetti que las personas que lo detuvieron no son policías. Luego lo desnudaron para revisar su condición física, le tomaron huellas dactilares y, más tarde, lo dejaron en libertad. El acto ya había terminado.
Razzetti presentó el 31 de octubre una denuncia ante la Justicia provincial santafesina para que se investigue los sucesos del viernes 28 de octubre. Mientras tanto, desde la Justicia federal rosarina el doctor Sutter Schneider solicitó a los tribunales provinciales el expediente en donde figuran los hechos que siguieron al asesinato de Constantino Razzetti. Por ahora no hubo respuesta de parte de la justicia santafesina. La semana que viene se pedirá en el Congreso Provincial, ante ambas cámaras y a todos los bloques, la conformación de una comisión investigadora sobre estos hechos.
El caso Razzetti sigue impune y uno de los hijos del asesinado por la Triple A acaba de ser detenido por grupos civiles que lo derivaron a la policía provincial. Sin justicia, la memoria se torna selectiva, chueca.
Avanza a pura melancolía y emoción, pero no corrige, no rompe el muro de la impunidad.
Es hora de asumir que memoria sin justicia multiplica el buen pasar de los delincuentes de guante blanco que hace rato vienen haciendo negocio sobre la sangre derramada.
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