OPINIóN › SIETE DÍAS EN LA CIUDAD
Una torre de 50 pisos, pulseada por las alturas en Pichincha, y otras movidas por el estilo, ponen en alerta al Estado Municipal que se dispone a iniciar el debate por el futuro Código Urbano de la ciudad, después de 40 años de difusas normativas en la materia.
› Por Leo Ricciardino
La futura regulación para la edificación en Rosario, es un tema crucial para el futuro inmediato de la urbe que ya está a un paso, no sólo de terminar de dilapidar su ya escaso patrimonio arquitectónico; sino que también amenaza dar por tierra con zonas residenciales que se superpueblan de altas estructuras que proyectan enormes sombras sobre calles enteras.
El domingo, en este mismo diario, la secretaria de Planeamiento Municipal Mirta Levin, ha sido más que clara: "¿qué opciones les estamos dando a los rosarinos que quieran vivir en el centro y macrocentro de la ciudad?", se preguntó. Y la respuesta no es demasiado complicada: Las opciones pasan por departamentos en altura. Más chicos, más grandes, con más o menos dormitorios, más o menos lujosos, pero todos iguales en materia de concepto habitacional. "No salimos de la estructura del lote de 8,66 de frente y de ahí para arriba todo lo que se pueda", sentenció la funcionaria. Y la realidad le da la razón de una manera más que contundente.
El futuro Código Urbano de la ciudad comenzará a discutirse en asambleas en los distritos el próximo 28 de mayo. El cambio no es menor, se trata de impulsar regulaciones que modifiquen la actual anarquía normativa que permite aberraciones de todo tipo. Y se propone derribar una norma que rige hace 40 años en Rosario, y que ni siquiera se ha cumplido siempre al pie de la letra. O, en todo caso, las imprecisiones en las regulaciones actuales, permiten la violación sistemática de dicha normativa.
Como sea, un primer paso está dado. Las planificaciones específicas para Pichincha, Puerto Norte, ex Yerbatera Martin y otras dos o tres zonas más codiciadas actualmente por el mercado inmobiliario; son las que tendrán una normativa específica y sobre las cuales se ha puesto el principal celo regulatorio.
La tarea no será sencilla. El poder del lobby constructor es enorme y está claro que no se rendirá fácilmente. Hace unos pocos días, un informe elaborado por la agencia de noticias Télam indicaba la tendencia en ciudades del interior del país, pero principalmente destacaba Rosario. "Los grandes excedentes financieros de la soja y los estudiantes aniversarios, son los principales impulsores del boom inmobiliario que se vive", aseguraba el artículo.
Por un lado, los arquitectos con más o menos pruritos o compromiso social se debaten entre el auge de trabajo que para ellos representa el fenómeno y la responsabilidad urbanística que todos ellos tienen o, al menos, deberían tener. Y en el Colegio que los reúne, esas contradicciones aparecen claramente y de forma periódica.
Por el otro lado, las cámaras de constructores ni siquiera intentan disimular su único y exclusivo interés que pasa por el dinamismo del sector que los encuentra en un gran momento. Un prueba: La semana que pasó, una de esas cámaras, se negó a asistir a una audiencia pública en el Concejo Municipal, que había sido convocada para analizar los graves perjuicios sufridos por vecinos linderos a las numerosas construcciones que se levantan en la ciudad. Para estos constructores, "estos no son temas que tengamos que discutir con la gente, son problemas que se resuelven entre profesionales y entendidos en la materia". Punto y aparte. Caso cerrado para ellos que, en todo caso, afrontarán cuando llegue el momento, una que otra demanda judicial.
Otra punta del escenario que se viene apareció también esta semana. El anuncio de una inversión de 20 millones de dólares para construir una torre inteligente de 50 pisos en Moreno y Wheelwright, no pasó desapercibida para la secretaria de Planeamiento que le dijo claramente a Rosario/12 que "con el futuro Código Urbano, esa torre no podría hacerse", y luego agregó: "Qué momento para un anuncio así", deslizó en referencia a la inminente discusión por la normativa urbanística.
Ninguno de los actores involucrados, ni siquiera el Estado, se pondrá a negar aquí lo que significa como motor económico y de empleabilidad el llamado boom de la construcción. Pero no reconocer los "daños colaterales" de semejante fiebre, sería tan necio como negar lo anterior. Hacia el futuro hablamos nada más, ni nada menos que de calidad de vida. De eso se trata, vivir entre enormes moles grises que no dejan pasar el sol, o poner el freno ahora y estudiar detenidamente cada caso. Antes de que sea tarde, claro.
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