OPINIóN › SIETE DÍAS EN LA CIUDAD
La salida de la secretaria de Salud por el largo conflicto con los médicos municipales, muestra no sólo la dimensión del conflicto sino también el desgaste que todo el Ejecutivo tuvo en el asunto antes de considerar a esta asamblea autoconvocada como a un interlocutor válido.
› Por Leo Ricciardino
"No era lo que nosotros estábamos buscando", dijeron los principales referentes de los Médicos Autoconvocados cuando los consultaron sobre la salida repentina de la secretaria de Salud Municipal, Mónica Fein. Y es cierto, ni ellos ni el Ejecutivo tienen garantías de que ahora sí podrá arribarse a un acuerdo salarial que satisfaga las demandas de los profesionales del área.
Pero la salida de Fein es un hecho gravitante que marca tanto la profundidad como el rumbo del conflicto. Es la primera vez que el intendente Miguel Lifschitz debe echar mano a la renuncia de un funcionario por un conflicto. Los otros cambios que hubo se debieron màs que nada a reestructuraciones internas, pero esta vez la crisis fue tal que se llevó puesta a una mujer de la primera línea del gobierno local.
Se llegó a este punto por varios motivos, pero sólo para señalar alguno hay que hablar, antes que nada, del error de cálculo del Ejecutivo. Gran parte del tiempo -y del desgaste de Fein- se lo llevó la demora para reconocer que estos médicos autoconvocados que se fueron del sindicato médico y del municipal, constituían un núcleo duro con reivindicaciones muy claras y legítimas que no iban a ser abandonadas ante la primera adversidad. El intendente y sus funcionarios creyeron por meses que podían aislar este reclamo mientras mantuvieran en orden las negociaciones con el resto del personal municipal.
Y el segundo elemento que se desdeñó es el impacto que estos paros iban a causar en la salud pública, el servicio "estrella" de este municipio. El que lo hace diferente y sobresaliente en Argentina y, aún en América Latina. No es que las medidas hayan alterado en la práctica demasiado las prestaciones (aunque sí comenzaron a hacerlo en esta última etapa), pero sucede que el paro de estos profesionales se transformó en una masa crítica demasiado visible hacia el interior del resto del personal municipal. ¿Cómo es posible explicar la prestación de un servicio sobresaliente con un numeroso grupo de profesionales que presta ese servicio con profundas quejas en torno de lo que gana por su trabajo?. Ahí estuvo y está el impacto de este conflicto y sus repercusiones.
Por otro lado, el sindicato municipal que mostró toda su experiencia en la cintura del adjunto Antonio Ratner, no pudo tampoco diluir las asambleas cada vez más numerosas que se convocaban en la puerta del Cemar. Por más que este dirigente eligió el mismo lugar para enancar en el reclamo al personal no médico que sí sigue perteneciendo al gremio de los municipales.
De hecho, los no profesionales de la salud consiguieron un aumento salarial y la promesa de estar habilitados, ellos también, para la carrera sanitaria. Ratner y los delegados de ese sector esperaban darle una lección de sindicalismo a los "rebeldes" de guardapolvo blanco que prefirieron buscar refugio político bajo el ala de los estatales de ATE y la CTA. Era un punto que podía servir para negociar con el Ejecutivo y a cambio ofrecerle servida en bandeja, la marginalidad de los reclamos de los médicos. Pero la movida salió mal. No para Ratner que, de todas maneras consiguió beneficios para los suyos, pero sí para el Ejecutivo que había supeditado esta negociación a la otra que pretendía apaciguar.
Está claro que los médicos autoconvocados se parecen mucho más a los docentes de Amsafé Rosario que a los municipales que conduce el también titular de la CGT, Néstor Ferraza. Hay otra concepción de lucha que desdeña las negociaciones que pueden otorgar beneficios a corto plazo, y se prefiere ir por todo de una sola vez. Cada cual puede tener su opinión sobre esto, pero la dinámica de los conflictos marca que este tipo de práctica sindical implica un gran desgaste y -a veces- una difícil salida de las medidas de fuerza. Y sobre todo, con costos que en muchas oportunidades parecen ser tan excesivos como innecesarios, sobre todo a la hora de terminar de contar los pesos de más que se consiguieron en los bolsillos de los beneficiarios.
Con todo, y como se dijo en una columna esta misma semana tras la renuncia de Fein, éste como otros conflictos son un problema de plata. Y los problemas de plata se arreglan con plata, aunque esto para la actual situación financiera de este municipio implique un problema de dimensiones.
Aquí lo que está en crisis no son los sueldos de los mèdicos municipales ni del personal no médico de la salud pùblica. Lo que està en juego es la manera que encuentra un municipio que tiene limitados sus ingresos para sortear las cada vez más exigentes demandas de prestación de los distintos servicios. [email protected]
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