Lun 18.06.2007
rosario

OPINIóN › SIETE DÍAS EN LA CIUDAD

Generales y actos en Rosario

¿Por qué Belgrano aún puede emocionar por las calles de Rosario cabalgando con sus tropas? La primera escultura del general que vieron los rosarinos, revelada por Roca en 1888. Los 50 años del Monumento a la Bandera que vino a inaugurar Aramburu. Los generales que se cruzan en la historia y una sociedad que aún es capaz de aplaudir valores.

› Por Leo Ricciardino

Me fue difícil, como a todos supongo, hallar al héroe de Tucumán detrás de esos rasgos finos y un tanto feminoides que trazó Prilidiano Pueyrredón. Esas "calzas" blancas, las piernas cruzadas, la cajita pequeña en la mano izquierda, y la derecha colgando muy delicada del respaldo de la silla. Belgrano de gala, en ese óleo que es propiedad del Jockey Club de Buenos Aires es la imagen más nítida que todo niño tuvo -y aún tiene- del creador de la bandera. No le hace justicia a un militar y tribuno sin igual -nada de gloria puede hallarse en ella-, pero es una de las tres obras que retratan al general que fueron hechas cuando aún vivía. No tiene fecha, por lo que no se sabe si ya había encabezado las batallas de la historia al frente del Ejército del Norte o era aún aquel abogado graduado en España, funcionario de la Corona en estas tierras.

Muchos años después, por ese excelente libro que escribió la artista plástica santafesina Nanzi Sobrero de Vallejo -"Iconografía Belgraniana", editado por el gobierno de la Provincia de Santa Fe-, supe en realidad que el verdadero rostro de Belgrano, y hasta el color de su pelo, siguen siendo un enigma. O al menos un debate.

Estas disquiciones estéticas, que no son menores para la identificación de la historia, volvieron a mi mente ayer. Parado en uno de los bordes de la Plaza 25 de Mayo, mi hija de la mano. No pude evitar un leve cosquilleo al ver entrar triunfal a "Belgrano" y sus "tropas" que subían despacio por Santa Fe después de haber dejado atrás Buenos Aires, antes de bajar por Córdoba hasta el Monumento para el acto de jura, con las tacuaras enarboladas de punta a ese frío mediodía rosarino. Miré hacia un lado y el otro y descubrí que no sólo yo creí en ese momento que ese actor era Belgrano. Al paso, gallardo, recibía los aplausos que venían de las cuatro esquinas. ¿Qué es lo que se aplaude? recuerdo haber pensado. ¿La representación?, ¿que un actor sea capaz de cabalgar más o menos dignamente?. Se notaba claramente que no, que lo que se festejaba era esa moral pública que venía desde el fondo de los tiempos. El aplauso era para el único capaz de competir con San Martín, el que plasmó una Nación en tres franjas horizontales.

Quienes vivimos en Rosario tenemos el orgullo de un lugar histórico, de un Monumento que es único en el mundo (no hay otro lugar que haya celebrado así la creación de su bandera); pero a la vez no hemos tenido mucha suerte en la relación con nuestro héroe y su obra cumbre.

La primera imagen concreta de Belgrano que vieron los rosarinos fue en 1888: Ese conjunto de esculturas que son base de la pirámide de la Plaza 25 de Mayo, ahí donde Belgrano comparte espacio con San Martín y Moreno, pero también con Rivadavia. Obra del escultor Alejandro Biggi, que terminó de tallarlas en Italia, hacia 1883. ¿Quién vino a la ciudad a inaugurar ese monumento? El general Julio Argentino Roca, el de las campañas al desierto, las matanzas de indios de la pampa hacia el sur, por toda la Patagonia. Casi setenta años después, otro general llegaba a la ciudad para inaugurar el Monumento a la Bandera diseñado por Angel Guido. Pedro Eugenio Aramburu traía sus medallas recientes: Los bombardeos a Plaza de Mayo del '55 y los fusilamientos de obreros peronistas del '56, para desplazar del poder a otro general querido por el pueblo.

Por eso es que la imagen de "Belgrano" cabalgando por nuestra Plaza de Mayo ayer todavía era digna de aplausos. Por eso, en esta semana de celebraciones que culminará el 20 con el desfile, miles de manos volverán a pugnar por un lugar para llevar la larguísima bandera que ideó Julio Vacaflor, porque aún hay una inmensa necesidad de recuperar cosas arrebatadas, esas que Belgrano sí supo darnos.

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