Lunes, 25 de junio de 2007 | Hoy
OPINIóN › SIETE DIAS EN LA CIUDAD
El sistema electoral que debutará este domingo para cargos Ejecutivos
en la provincia, es mucho mejor que la nefasta Ley de Lemas. Pero, está claro por el proceso de selección de candidatos, que por sí sólo no devolverá la vida interna a los partidos, si éstos o mejor, sus conducciones, no tiene la voluntad para hacerlo.
Por Leo Ricciardino
A menos de una semana de las elecciones primarias en la provincia, los comicios en Rosario se presentan con un panorama bastante claro, sin demasiadas tensiones, más allá de las que dejaron los frustrados acuerdos entre los integrantes del Frente Progresista. Tanto, que el intendente Lifschitz debió seguir actuando un conglomerado de fuerzas que, en realidad, no es tal. Así, se lo vió en esa innecesaria reunión en un hotel céntrico a Angel D'Ambrosio, retirado ya de la política desde hace tiempo y quizás, el ejemplo más claro de cómo las coaliciones locales lideradas por el socialismo no fueron más que una máscara benevolente para justificar abajo lo que sucedía arriba, es decir, los acuerdos provinciales donde sí el socialismo necesita de al menos una porción de aliados radicales para sumar -sobre todo- infraestructura territorial.
No pasa lo mismo aquí, no pasó ni siquiera en épocas de la Alianza Santafesina. Sin ir más lejos, el ARI no tuvo inconvenientes con el socialismo a nivel provincial y ni siquiera en los acuerdos con Carrió a nivel nacional. Pero sí aquí, donde la fuerza se vió forzada a impulsar a Carlos Comi a la intendencia sólo para ver si consigue un lugar para Nire Roldán en el Palacio Vasallo. Es que, ¿cómo fabricar espacios y necesidades para los aliados cuando en realidad no se los necesita? Además, el PS discute internamente los turnos de cada uno de sus hombres y candidaturas, es un partido de una prolijidad extrema en estos casos.
Pero eso no pasa en el resto de las fuerzas y mucho menos en el peronismo. Su carácter movimientista anda a veces tanto trecho que ya es prácticamente imposible determinar qué parte de la estructura partidaria del PJ sigue en pié. ¿Quién decidió que Cavallero sea candidato a intendente por el sector de Bielsa o Silvestre Begnis por el de Rossi?, ¿quién la lista de concejales? Sólo los directamente involucrados, quién más. Acaso no hay un sector de peronistas en Rosario que hubieran preferido a María Eugenia Bielsa peleando la intendencia en lugar de la primera concejalía? ¿Dónde están -para los peronistas de Rosario- esas posibilidades de discusión? Es más, si el PJ pierde la provincia a manos del socialismo, ¿el único responsable será Jorge Obeid?, ¿nada tendrán que ver las autoridades partidarias con Norberto Nicotra a la cabeza?, ¿lejos de cualquier señalamiento quedarán aquellos que no organizaron para esta vez ni una choripaneada?
El radicalismo, por lo menos, se enfrascó en vergonzosos tironeos internos por el escudo y la sigla, pero debate hubo. Es cierto, con poquísimo nivel y también circunscripto a la necesidades de cada uno, pero que se discutió se discutió. Un delegado del norte tuvo más de una oportunidad de gritarle en la cara lo que pensaba a alguna autoridad partidaria, lo mismo que uno del sur. Aquí, por lo menos, la estructura de la fuerza algo decidía.
Por eso, este sistema electoral flamante en la provincia que se estrena para cargos ejecutivos el domingo próximo; es mucho mejor que la Ley de Lemas que generó esta dispersión de las fuerzas políticas. Pero esta visto, ya a esta altura, que ningún sistema electoral le devolverá a los partidos su vida interna y su dinámica si las respectivas conducciones no tienen ni la capacidad ni la vocación para hacerlo.
No es enteramente cierto que los votantes tenemos las más amplias chances de selección el domingo. Tenemos las oportunidades que los partidos nos permitieron tener. Es más, las que sólo un grupo de no más de una docena de dirigentes -sumando todos los partidos- nos han habilitado.
Hoy la militancia política en los partidos pasa más que nada por trabajar cotidianamente para estar más cerca del que finalmente decidirá. Y no estamos hablando del pueblo, sino de un hombre o una mujer. Nada más. Por eso las fuerzas políticas están literalmente vacías.
Este no es el pensamiento del 2001, el que se vayan todos, con el que particularmente nunca acordé. Al contrario, este es el pensamiento del "que vengan todos" porque hubo un tiempo no tan lejano en el que las cosas eran así. Y con "los muchos" adentro es la única manera en la que se irán los que no queremos. Con todo, concurrir a las urnas es siempre una fiesta. Y, seguramente alguno de nuestro agrado encontraremos. Hasta el domingo que viene y a no desanimar.
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