LECTURAS
› Por Pablo Ascierto
Temprano en la mañana, tras el rápido a Berlin. Solo, poco antes de cumplir los 18. Era su primer gran viaje. Estaba solo porque por un descuido de la agencia de viajes sólo pudo partir Manuel, el amigo. Y el joven Paul tuvo que esperar, demorar su salida hasta esa fría mañana de otoño. Endstation: París. Para la familia Ancel estaba definido que Paul tenía que estudiar. Hacía algo más de cuatro meses que había aprobado el Abitur, en verdad, una suerte de Baccalauréat. Unos 600 kilómetros hasta Cracovia. Luego, el miércoles por la noche, el rápido lo llevaría a la capital del Imperio, recorriendo un tramo similar. Aunque ahí no habría ninguna estadía hasta 29 años después, igual lo entusiasmaba la idea de conocer de cerca la cultura alemana. Llegué desde Krakau. En la estación Anhalter fluía hacia mis avistamientos un humo, el cuál ya pertenecía al mañana. Bajo paulownias vi surgir los cuchillos, de nuevo, filosos de lejanía. El joven Paul Pessach ya escribía versos; incluso, cruzando la frontera, anota en su libreta: ... landa, landa, landa. Aún dos molinos, un juego al viento; con largos brazos ambos. Que si aquí son los vientos duermevela? Y noche. E inacabable: landa. Pero tal vez ahí estuvieran comenzando las experiencias decisivas que lo transformarían en el poeta del mañana, de la memoria, del pasado vivo. La voz cantante que buscó convertir versos en epitafios para las tumbas en el aire centroeuropeo de los '40. Pero a él ya le llegaban los humos cinerarios, temprano en la mañana del jueves, y curiosamente ahí, entre Mitte y Kreuzberg, entre el Landwehrkanal y el Spree. En la así llamada topografía del terror. En el centro, núcleo geográfico mismo, desde donde se cranearon las más grandes atrocidades, acaso, tal vez amenizadas con champagne y caviar. El Gasmann había hecho una aparición espectacular. Ese engendro, esa suerte de Golem germanoalpino, que se venía formando hacía años. De un barro amorfo y diverso.
Primavera del '38. En Suiza se encuentran el gran rabino de Oldenburg, el Dr. Trepp con su mujer, y el Chief Rabbi of England, Herman Hertz. El diálogo es sobre el destino judío en la tierra empardecida. "Usted es el capitán del barco, y debe ser el último en abandonarlo", concluye Hertz la conversación sobre la emigración. Ya de nuevo en Oldenburg, unos meses más tarde en la noche del miércoles 9 de noviembre, suena el teléfono en lo de los Trepps. El abogado Löwenstein:
--La sinagoga está en llamas.
-- Voy enseguida para allá, tal vez se puedan salvar los rollos de la Torah.
--No puede ir, si no, se lo responsabilizará de haber iniciado el fuego.
Poco después llaman a la puerta. Hombres de la SA:
--Tienen unos minutos para aprestarse.
Luego tuvimos que caminar hasta el cuartel en el Pferdemarkt, la SA iba detrás en auto apuntándonos con revólver.
Los Trepps ven cómo el cielo sobre la Synagogenplatz resplandece rojo sangre. "El barco se ha hundido", telegrafía más tarde Miriam Trepp al Rabino Hertz en Londres, anunciándole así no sólo el encierro de su marido, sino también la desintegración de la comunidad judía en Oldenburg. Herman Hertz envía enseguida una visa.
Ya casi en la madrugada del jueves: "¡Polizei! ¡Polizei!", entró gritando la señorita Rosa Charytan, en la cocina de los Hirschbergs.
Dado que tenía la conciencia tranquila, pero no obstante contaba todos los días con la posibilidad de que pasara algo debido al atentado de París contra el asistente de la legación vom Rath por parte de Grünspan, contenido, fui al encuentro de los SA. Uno de los dos hombres dijo en tono completamente sereno: "¿Es usted Herr Hirschberg?".
Contesté afirmativamente.
Luego declaró: "Está usted detenido. Prepárese enseguida; también su mujer y sus hijos tienen que venir". A lo que dije: "Pero tiene que ser un error! Desconozco razón alguna para una acción semejante".
El hombre de la SA respondió: "Es una represalia a causa del asesinato en París".
--"Yo no tengo nada que ver con eso", dije.
El hombre de la SA respondió: --"Ya lo sé, es una acción en todo el Imperio. Ahora tienen que venir todos; prepárense!".
Así, Heinrich Hirschberg en su testimonio de superviviente. Los hombres de la SA, algo dudosos, lograron ser engañados, y Mama Hirschberg pudo quedarse en casa con su hijito enfermo, así como Hella, la hija mayor, a quien también pudieron hacer pasar por alguien que no estaba en condiciones.
Sachsenhausen? Buchenwald... Dachau? Sólo en una noche 30.000 capturas en todo el imperio (aunque para muchos no corrió la peor suerte, y tuvieron algún tipo de segunda oportunidad), la misma cantidad de vidas, entes etéreos, que se contabilizarían unos 43 años más tarde en las costas del Río de la Plata, pero a lo largo de 7 años. Región que había sido contemplada por los Ancel para emigrar, ante el creciente asedio pardo, que asolaba Europa. Pero entre Paul y su madre se impusieron frente al deseo del padre de buscar un futuro a salvo para su familia.
Aún los métodos no habían sido refinados, ni siquiera había comenzado la guerra, y faltarían unos años aún para la escalada final de la Conferencia de Wannsee. Reichskristallnacht, la noche de los cristales rotos, es el nombre que vuelve en la mayoría de las cabezas no judías del mundo, que pueden asociar los hechos con esa noche bisagra del miércoles 9 de noviembre. Como es de esperar, ese nombre minimalista proviene del Bautista propagandista del Reich. Noche que significó una transición definitiva de la discriminación de los judíos alemanes a la persecución sistemática de todas las personas de origen judío en Europa. Algunas autoridades espirituales de la comunidad internacional de David proponen rememorar el hecho con el nombre la noche de los pogroms, tratando así de nombrar de forma justa lo que nunca debería apagarse en el recuerdo colectivo. Pero como suele suceder, de modo siniestro, los que pierden, en algunos aspectos curiosos, terminan ganando. La así llamada Polenaktion y el asesinato perpetrado en París por Grynszpan -el joven estudiante polaco de origen judío- como reacción a la medida persecutoria, preparan el terreno, le dan las mínimas excusas necesarias al estado avasallante, para poner en marcha la maquinaria del terror. Y el joven Paul sigue camino a pesar de todo y con todo. Tal vez no comprenda de modo cabal los acontecimientos hasta poco tiempo después, algo menos de un año tal vez, de nuevo en la Bukowina. El señor Hirschberg, como el Dr. Trepp por su parte, con sus respectivas familias, tienen un destino común, los Estados Unidos. Tras 18 días de KZ, son liberados de Sachsenhausen junto a otros con visado para poder salir del territorio germano. Pero el comandante del campo advierte: "Aquí les ha ido bien! Nunca digan otra cosa! Si no, les irá muy mal. ¡El Führer los encontrará, ya sea que estén en Inglaterra o en América, lo mismo da!".
El joven poeta se dirige a París, durante ese jueves 10 de noviembre, aunque la meta para sus estudios sea Tours. Todavía hay algo de tiempo para reunirse con algunos camaradas en la capital de las luces, antes de que comiencen los cursos en la École préparatoire de médicine. Aún en Berlín, por más que no hiciera base ahí, sólo el tiempo necesario para el trasbordo, en su pensamiento se enlazarán distintos acontecimientos, pasados presentes y futuros, sobre los que volverá en la letra. Y así, la cerda torturada nadando en aguas pardas, junto a los Äppelstaken de Suecia con los Fleischerhaken, los ganchos carniceros que hacen síntesis sobrevolarán su cielo cinerario de manzanas del adviento, en un frío mercado navideño. Y se evocará una Rosa, pero no la del sueño de nadie bajo tantos párpados, sino la rosa de todos, la que en un Eden, baleada a quemarropa, tuvo que nadar en el canal de la fortificación fronteriza ...
Oh este amigamiento. Pero otra vez
ahí, adonde debes ir, el único
exacto
cristal.
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