Otra víctima de la patota de Feced, Sergio Hugo Schilmann, miembro del Partido Comunista, se presentó ayer ante los Tribunales Federales de Rosario para pedir a la Justicia que lo tenga como querellante en el inmenso expediente que contiene los casos de terribles violaciones a los derechos humanos durante la dictadura militar cometidas en el Servicio de Informaciones de la policía provincial. También pide que se investiguen las responsabilidades de conocidos represores y de todos los que tengan que ver con el que fue su secuestro, con las amenazas agravadas que recibió pero además con la asociación ilícita que formaban los represores a través de las que torturaron, mataron y cometieron genocidio. El caso Schilmann tiene especial trascendencia porque se produjo cuando la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la OEA estuvo en el país y llegó a Rosario especialmente a entrevistarlo. Fue por eso que el juez federal Ramón Carrillo Avila y la misma jefatura de policía mandaron médicos para que se comprobara su estado de salud y debieron declarar los represores con detalle de quienes estaban en los días de su detención y tortura y de las otras personas que estaban encarradas en el lugar.

Sergio Schilmann militaba en la Federación Juvenil Comunista (FJC) en 1979, tenía 25 años y estudiaba Ciencias Económicas cuando el 22 de agosto fue secuestrado cerca de su casa en la zona de avenida Francia y avenida Presidente Perón (ex Godoy). Schilmann volvía acompañado de sus padres y hermano de ver una de las funciones del Circo de Moscú. Allí cuando fue interceptado alrededor de las 11 de la noche un grupo de tareas lo encapuchó con su propio pullover y se lo llevaron en un auto. Su padre se comunicó de inmediato con dirigentes y abogados partidarios y Sergio comenzó a ser buscado por la organización a la que pertenecía. Shilmann recuerda que ante la llamada de uno de los abogados que preguntaron si él estaba allí, un guardia contestó que sí por lo que el grupo se puso más nervioso y se ensañó más todavía. Después sabría que había sido llevado al Servicio de Informaciones donde lo tuvieron casi todo el tiempo con los ojos vendados y atado a un escritorio. Allí fue golpeado mientras le hacían preguntas acerca de unos volantes referidos a Nicaragua y sobre el lugar donde 'estaban las armas', mientras él negaba cualquier imputación, tal como se había discutido en la fuerza política de la que formaba parte. Unas horas antes había participado de una reunión en el Hotel Imperio y le había quedado entre su ropa una servilleta 'garabateada' con algunos palabras que según él mismo dice "los ponía locos por saber qué decía". En su paso por la 'sala' de torturas y sobre un escritorio metálico no había un sólo hombre sino un grupo con funciones asignadas, desde quien aplicaba la picana a quien lo controlaba para que no terminara en la muerte y decía "esperen, esperen a que se enfríe". Se trataba del tenebroso personaje José Rubén 'El Ciego' Lofiego.

En la entrada de los Tribunales Federales por Alvear lo esperaba su padre y el abogado Rodolfo Shcoler. Allí Schilmann denunció ante Carrillo Avila los golpes y las torturas brutales de las que fue víctima hasta que cuando estaba al borde de la muerte fue liberado e internado en terapia intensiva del entonces sanatorio CAMI. Ya estaba en el país la comisión de la OEA y por eso se había dado orden de 'emprolijar' y no provocar nuevos hechos.

Las abogadas patrocinantes Leticia Faccendini, Jéssica Pellegrini, Daniela Asinari y Gabriela Durruty recuerdan que la OEA llegó a mediados de septiembre a tomarle testimonio. Este caso, expresan, aporta la declaración de represores y el listado de quienes en ese momento estaban detenidos porque por la presencia internacional, Justicia y Policía querían mostrar una imagen distinta, sobre todo de colaboración.