CIUDAD
En el marco del centenario del primer tranvía en la ciudad,
los Amigos del Riel editaron un libro que repasa la mejor época del sistema, cuando llegó a tener hasta 300 vehículos circulando.
› Por Guillermo Lanfranco
Aquí cada tanto reaparece en las noticias como si se tratara del fantasma de un finado persistente. En verdad goza de buena salud en infinidad de ciudades. Por económico, preservador del medio ambiente, cómodo y seguro, el tranvía es uno de los medios más modernos de transporte, y basta echar una mirada por las principales capitales del mundo para verlo en movimiento. Aunque en Rosario se lo condenó a muerte a principios de la década del `60, luego de ser el principal vehículo público durante más de medio siglo. Hoy se puede repasar su historia gracias a la publicación del libro "Tranvías de Rosario", de Mariano César Antenore, miembro de la Asociación Rosarina Amigos del Riel. El volumen se presentará el martes próximo en el Museo Histórico Provincial "Julio Marc", en el marco del año de los festejos por el centenario de la puesta en marcha de ese sistema en Rosario, en 1906.
Llegó a tener 192 kilómetros de vía y 300 coches, con recorridos hasta San Martín y Muñoz en zona sur, a Rondeau y Martín Fierro en el norte y al cementerio La Piedad en el oeste. Es decir, no mucho menos que el actual sistema de colectivos gasoleros. "Entre la década de 1930 y hasta mediados del los `50 fue la época de esplendor del tranvía en Rosario. Teníamos la segunda red más importante del país después de Buenos Aires y antes que Córdoba, que solo alcanzaba los 80 kilómetros de vía. Si bien la mayoría de los coches habían sido importados de Bélgica, se llegó a construir una veintena en los talleres propios de la Empresa Municipal, gracias al trabajo de los jóvenes profesionales y técnicos que había en la ciudad", señala Antenore a Rosario/12, profesor de cine y un apasionado por el tranvía aunque nació en 1968, cinco años después del último que rodó en la ciudad.
Luego de los libros sobre los trenes y los trolebuses, "Tranvías de Rosario" viene a completar la trilogía bibliográfica de los medios de transporte público que alguna vez fueron orgullo de la ciudad. En ese sentido, el 31 de octubre de 1906 se inauguró el primer recorrido de un tranvía eléctrico, que convivió un tiempo con los vehículos de tracción a sangre, retirados del servicio en 1908.
La Compañía General de Tramways Eléctricos de Rosario (CGTER), más conocida a secas como "la belga", explotó una concesión hasta 1932, cuando hizo las valijas en medio de los cuestionamientos de usuarios y funcionarios por la mala calidad de los servicios. Claro que había tenido que sortear algunos contratiempos que atentaban contra su negocio, como la lentísima velocidad máxima de 12,5 kilómetros hora impuesta en los comienzos la Municipalidad. O la aparición de los "colectivos" en la década del `20, que podían cruzar pasos a nivel a diferencia de los tranvías -no autorizados por las empresas ferroviarias- y que además superponían los recorridos con los de los vehículos eléctricos, quitándole pasajeros.
El 15 de septiembre de 1932 se hizo cargo del sistema la Empresa Municipal Mixta de Transporte del Rosario (EMMTR), luego de comprobarse que "la belga" tenía una doble contabilidad en sus libros: con pérdida a la hora de mostrar los números a la Intendencia y con ganancia cuando rendía cuentas a su casa matriz en Bruselas.
Desde ese momento se acentuó la convivencia entre tranvías y colectivos, aunque en forma constante estos últimos fueron ganando terreno en las calles de la ciudad. Pero los tranvías tenían algunas insólitas ventajas diferenciales, como hacer publicidad rodante. Así en 1938 un tranvía camuflado cumplía esa misión, totalmente cubierto de carteles, y hasta llegó a construirse un "Cabildo rodante" para conmemorar el 25 de mayo de 1810. También la tienda La Favorita utilizaba los vehículos de La Mixta para promocionar sus liquidaciones.
Era uno de los mejores momentos del tranvía en Rosario. La Mixta fabricaba vehículos en sus talleres propios, a un costo significativamente menor que el de un ómnibus. Los diseñadores y constructores surgían de la Escuela de Aprendices, la actual técnica Magnasco de Cevallos y Lagos.
Y hasta un artista plástico significativo de la ciudad se cruzó con las actividades de La Mixta. Julio Vanzo ilustró con sus dibujos y pinturas las publicaciones, boletines y afiches de la empresa municipal. El artista adhería a la EMMTR por su militancia en el Partido Demócrata Progresista -por entonces gobierno en la ciudad- y por adherir a la estatización de los servicios públicos.
Pero desde fines de la década del `40 y entrados los `50 comenzó la decadencia, marcado por la falta de inversiones y una flota tranviaria al borde de la paralización tras casi medio siglo de servicio. Así todo en 1955 los coches eléctricos, con 25 líneas, doblaban la cantidad de pasajeros transportados por los ómnibus, pese a que estos ya contaban con 24 líneas.
Entonces la Argentina se sumó a la tendencia mundial de "destranviarización", a partir de la campaña de eliminación de rieles urbanos que impulsaron la General Motors, la Firestone y la Standard Oil Company en Estados Unidos. En 1958 presidente Arturo Frondizi firmó una serie de contratos petroleros que, señala Antenore, "traían implícita la privatización de la empresas del Estado y la retracción de los sistemas de transporte por riel y eléctricos". En Rosario, ya en 1956 había desaparecido la primera línea de tranvía para darle lugar a la línea 203 de ómnibus. El empujón al último tranvía, el 11 de febrero de 1963 frente al Palacio de los Leones, estuvo a cargo de un comisionado interventor municipal que calificó a esos vehículos de "anacrónicos, lentos y antieconómicos", todo lo contrario a lo que ahora los mantiene en servicio en infinidad de ciudades.
En estos últimos años hubo intentos de reflotar el sistema como medio de transporte público, aunque el único proyecto serio que sobrevive es solo turístico. Se trata del "277", una vieja carrocería rescatada de orillas del río Paraná y que está siendo reparada por los Amigos del Riel. Quizás en unos meses se lo pueda ver circulando por la costa central de Rosario, como un atractivo más de la ciudad y en homenaje a todos aquellos queridos tranvías.
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