Dom 22.11.2009
rosario

CIUDAD › HABLA LA VIUDA DE ALBERTO CORAZZA, UNA DE LAS VíCTIMAS DE LA MASACRE DE LAS VERBENAS.

"No podía aceptar que estaba muerto"

Marta Pugliese quiere ser querellante en la causa para investigar el asesinato de su esposo y ocho personas más, en un enfrentamiento fraguado por el Ejército para asesinar a militantes del ERP, en 1977 en Granadero Baigorria.

› Por José Maggi

Marta Pugliese es la viuda de Alberto Corazza, una de las nueve víctimas de la Masacre de Las Verbenas como se conoce al enfrentamiento fraguado que el Ejército simuló para asesinar a un grupo de militantes del Ejército Revolucionario del Pueblo, en una propiedad del barrio San Fernando de Granadero Baigorria. El último domingo, Marta pudo conocer en este diario el testimonio de Eduardo Costanzo quien reveló la trágica trama, oculta por más de treinta años y la hizo retroceder al atardecer del 2 de julio de 1977 cuando después de soportar la burla del General Galtieri, se llevó un cajón cerrado, con los restos de su esposo. No pudo abrirlo, ni velarlo. Su duelo duró así más de una década. Ahora, Marta quiere ser querellante en la causa que se abrió en la justicia federal y que con la denuncia de Costanzo impulsa ahora la fiscal Mabel Colalongo.

Marta comienza recordando esa triste jornada: "El 2 de julio de 1977 me entregaron su cuerpo en la morgue de la Escuela de Policía de Rosario donde fuimos con mi cuñado Simón Coraza que era psiquiatra. Previo a este trámite el mismísimo general (Leopoldo Fortunato) Galtieri me interrogó en el Comando del Segundo Cuerpo. Cuando le pedí que me dejara llevar el cuerpo de mi esposo para darle cristiana sepultura, Galtieri se rió y me dijo `cómo le va a dar cristiana sepultura a un comunista y guerrillero'. Esa es su opinión, le contesté. Finalmente a la seis y media de la tarde, llegamos a la puerta de la morgue policial y a mi no me dejaron entrar, porque como estaba embarazada de tres meses, me dijeron que me iba hacer mal. Mi cuñado ingresó y le costó reconocerlo". Su hermano Simón lo identificó por las secuelas físicas de un accidente que había tenido Alberto: cuando estaba con nuestro hijo Camilo en un parque de diversiones que estaba pegado a la Terminal de Omnibus, una hamaca voladora lo golpeó en la cabeza, cuando estaba atando al nene. Tuvo una problema serio y quedó hemipléjico, tenía paralizado el lado izquierdo, y caminaba con un bastón. Esta operación le dejó una cicatriz importante en la cabeza del lado derecho, por la que lo reconoció. Habida estado dos meses secuestrado y tenía barba.

¿Tenía disparos su cuerpo?

Como no lo podíamos ver, le pedí al señor de la funeraria que cuando lo sacara de la morgue le levantara la ropa y se fijara : me contó que tenía dos disparos, uno en la pierna y otro a la altura del corazón. Como que estaba rematado. Cuando lo sacamos de la morgue me dijeron que no podíamos abrir el cajón, ni velarlo tampoco, y que lo tenía que traer directo al cementerio a Santa Fe. Pero antes tuvimos que pasar por Granadero Baigorria y después por San Lorenzo para que el Registro Civil y la policía no dieran el permiso para transitar con el cuerpo hasta Santa Fe. Finalmente lo pusimos en un panteón familiar.

¿Cómo vivió toda esa historia?.

Yo estaba embarazada de tres meses, y sentí muchísimo dolor injusticia y bronca. En todo momento traté de estar tranquila porque todo eso podía dañarme.

¿Cómo fue su vida después?

Lo esperé a Alberto durante diez años, no podía aceptar que estuviera muerto. Mi duelo me duró diez años. Yo lo esperaba, para mi era imposible que le hubiese pasado algo. Es muy difícil de aceptar cuando desaparece una persona, yo lo busqué a Alberto por todas partes, toqué todas las puertas, golpeé todas las puertas durante los casi dos meses que estuvo secuestrado.

¿Con quién habló?

Presenté un recurso de habeas corpus en el juzgado federal de Rosario, fui a la policía, mandé cartas al poder ejecutivo nacional, provincial, y al Segundo Cuerpo de Ejército cuando el 1 de julio de 1977 apareció la noticia en los diarios.

¿Cómo lo secuestran a Alberto?

No lo sé. Se fue a trabajar el 18 de mayo del 77 y nosotros teníamos que vernos para llevar al médico a Camilo, al Sanatorio Británico. Me llamó a la casa de mi tía, y me dejó dicho que me iba a volver a hablar, pero faltó a la consulta médica. Era raro que faltara, no llegaba tarde a ningún lado. Después volví a nuestra casa de Libertad al 1600, en un barrio muy humilde cerca de Casiano Casas. Vivíamos en Buenos Aires pero nos vinimos a Rosario después de la muerte de Perón en el 75 porque se había puesto muy bravo por allá, y perseguían mucho a los abogados. Vendimos nuestro departamento y compramos acá, pero nos agarró el Rodrigazo.

¿Cómo recuerda a Alberto?

Terminó la secundaria y entró a la Facultad de Derecho a los 15 años, y a los 18 ya era abogado. Después dió cátedra de Sociología ad honorem, para devolverle a la facultad la posibilidad de haberlo hecho estudiar. Tenía ese nivel de conciencia.

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