CIUDAD › PASCUAL GUERRIERI FUE INDAGADO POR LA DESAPARICIóN DE RUBéN "TITO" MESSIEZ
Así se expresó el represor al recordar, con cinismo, la disciplina deportiva en la que competía. "No se quién era Messiez", dijo. La declaración de Guerrieri
fue tomada en San Isidro, a donde viajaron funcionarios de la justicia federal local.
› Por José Maggi
El ex jefe de la inteligencia militar en Rosario durante la última dictadura militar, Pascual Guerrieri fue indagado el miércoles 2 de marzo por la desaparición de Rubén "Tito" Messiez, ocurrida en 1977. Con desapego por la causa en la que se lo imputa, Guerrieri mostró su costado más cínico en sus respuestas. "En el '77 mi problema era el sable, no Messiez, no sé quién era", apuntó en referencia a la disciplina deportiva en la que competía, para arremeter luego con una crítica: "Creo que este es un juicio político a través de la justicia, y ustedes son unos soldados en primera línea", les dijo mirando de frente al juez federal Marcelo Bailaque y a la fiscal federal Mabel Colalongo, quienes frenaron de inmediato el ímpetu del septuagenario militar.
Sin embargo, a renglón seguido, Guerrieri volvió a sorprender, en este caso con un análisis político. "Quiero decir lo que dijo (Carlos) Reutemann ayer: 'luego de la muerte de Kirchner, se produjo un corrimiento de sus militantes a su izquierda', es esto lo que vengo diciendo y concuerdo con ello", indicó el militar retirado blandiendo entre sus manos un recorte periodístico de esa misma semana con las consideraciones del ex piloto de Fórmula Uno. Para cerrar su atípica declaración, Guerrieri hechó mano a una figura automovilística: "No se puede vivir toda la vida mirando por el espejo retrovisor, mirando para atrás porque a la larga vas a chocar. Hay que mirar para adelante".
Guerrieri era el Segundo Jefe del Destacamento de Inteligencia 121 dependiente del Comando del Segundo Cuerpo de Ejército. El delito que se le imputa es la privación ilegítima de la libertad, mediando violencia y amenazas, torturas y posterior desaparición física del militante comunista, que fuera secuestrado el 22 de agosto de 1977 a las 11 en cercanías de la fotocopiadora La Manija ubicada entonces en Entre Ríos al 700, y trasladado luego ala centro clandestino de detención conocido como La Calamita.
La declaración de Guerrieri fue tomada en San Isidro, hacia donde viajó una delegación de funcionarios de la justicia federal rosarina, que pudo escuchar frases más que simbólicas sobre el reconocimiento de la metodología aplicada en la represión: "Acá se habla de la famosa doctrina de la seguridad, cuando a mi nunca me llegó en la mano la doctrina de seguridad francesa ni norteamericana, acá las cosas se hacen a la Argentina. Este no es el ejército suizo, acá se trabaja en la Argentina". Y después se justificó: "Conozco a muchos de los muchachos que estuvieron en la guerrilla, entiendo que tenían una idea pero no vinieron con los libros, vinieron con las armas a pelear y el Ejército cumplió su función", aunque a renglón seguido se defendió argumentando que "era un cuadro intermedio y recibía órdenes".
La comitiva también escuchó tramos desopilantes para una indagatoria judicial como el pedido que hiciera el especialista en inteligencia militar "para que los argentinos lleguemos a una comunión de perdones de ambos lados, lo que nos va llevar a iluminar nuestras mortajas que están negras, e iluminarlas con los colores de nuestra bandera".
Por momentos el ex militar se intentó erigir en juez de sus verdaderos jueces, con las frases ya descriptas, aunque intercalando actitudes de autocompasión y de victimización: "Soy católico apostólico romano, creo en la justicia divina, Jesús en vos confío, estoy muy mortificado, enfermo, preso con una pena perpetua que con 76 años es una pena de muerte. A veces pienso que me queda solo la pistola, que no la tengo porque la he entregado", balbuceó en su declaración.
Al cierre Guerrieri optó por usar su tiempo en un pedido personal: "Es un pedido médico, quiero que me autoricen a caminar dos veces por semana algunos metros porque sino me dijo el médico que voy a quedar rengo". Lo hizo en alusión a una dolencia que lo aquejaría y que lo obliga a deambular con un bastón, que también blandió en distintos momentos, provocando el nerviosismo de los presentes. Dolencia que en otras épocas no le impidió jugar rutinariamente al tenis, como cuando lo descubriera el periodista Daniel Tognetti de Caiga Quien Caiga.
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