Un hijo del ex jefe de la barrabrava de Ñúbel, Roberto "Pimpi" Camino -asesinado en marzo de 2010- fue absuelto en una causa por homicidio, de 2009, tras lograr la resocialización. A Jonathan, alias "Chamí" lo habían detenido cuando tenía 17 años acusado por el asesinato de Sebastián Galimany, estuvo preso en Piñero, y en todos estos años logró una "destacable" reinserción social: terminó sus estudios secundarios, consiguió trabajo, está casado y tiene una hija. La jueza de Menores, Dolores Aguirre Guarrochena -quien dictó el fallo de primera instancia- destacó que el joven "supo aprovechar una oportunidad. Todos somos hijos de segundas y terceras oportunidades. También hay un mérito de los profesionales que trabajaron para esa reinserción; y fue muy importante el rol de una tía materna y de un pastor evangelista. Hoy, él va al Irar (Instituto de Recuperación al Adolescente) a contarle su historia a otros chicos" en conflicto con la ley penal. Los jueces de la Sala II de la Cámara Penal confirmaron ayer el sobreseimiento.

Galimany fue asesinado a balazos el 19 de enero de 2009, en Tablada. Un año después, fue detenido Chamí por el hecho, y en 2010 la jueza de Menores Nº 2, Gabriela Sansó, lo encontró responsable de esa muerte.

Las causas en la Justicia de Menores tienen diferentes procedimientos que para los adultos. Consta de dos resoluciones: la primera es sobre el hecho por el que se lo acusa, específicamente; y la segunda es en base a una evaluación sobre la medida socioeducativa por la que transita el joven, y se impone condena, o no. En el caso de Jonathan, la jueza Aguirre Guarrochena consideró, para esa segunda instancia, todo el trayecto de resocialización del muchacho. "Terminó la secundaria y fue elegido representante de la feria de ciencias de su escuela, tenía excelentes notas; se puso de novio, se casó legalmente, siguió capacitándose, trabaja y tuvo un bebé", enumeró sobre los notorios cambios en la vida del joven, que eligió acercarse a su familia materna.

Los camaristas Ramón Ríos, Adolfo Prunotto Laborde y Alfredo Ivaldi Artacho, destacaron en su fallo que "las contingencias ambientales, familiares y culturales, su ámbito socio económico, no pudo ser peor ni más dramático: su padre - con múltiples antecedentes-, insertado en la violencia de la barra brava futbolística, conviviendo en un espacio donde rige como actividad primordial el tráfico de drogas como medio para ganarse la vida. Y por sobre esta superficie tenebrosa emerge un adolescente convencido en asumir sus responsabilidades de esposo y padre, con una esforzada relación laboral y el arrepentimiento reflexivo de un pasado que se tiene por extinguido e irrepetible".

Y aclararon que "la culpabilidad por el acto del niño es de entidad inferior a la del adulto, como consecuencia de su personalidad inmadura en la esfera emocional". La jueza Aguirre Guarrochena señaló que "Jonathan produjo un cambio honesto, tuvo un arrepentimiento sincero; y demostró que la resocialización es posible con un trato humano y digno".