CIUDAD › ENTRE EL "DERECHO DE ADMISION" Y LA DISCRIMINACION
Desde una mesa invitaron a comer a un chico que repartía tarjetitas en un bar, pero el dueño lo obligó a irse. Los dos clientes se enojaron y otros comensales se sumaron a su indignación.
› Por Guillermo Zysman
No trascendió su nombre. Algunos estiman que su edad no superaba los diez años. Como tantos otros pibes deambula por los bares de la ciudad tratanto de conseguir unas monedas. El miércoles, en uno de esos lugares que ingresó, dos clientes lo invitaron a comer. Pero no pudo: el responsable del local ubicado en la esquina de Córdoba y Maipú le impidió sentarse a almorzar. "No lo dejé porque no me puedo hacer responsable de lo que le pase a un menor dentro de mi negocio", argumentó Diego Bregot, titular de Pizza Piazza, quien además aseguró que "a mucha gente no le gusta estar comiendo con estos chicos pidiendo limosna". Tras escuchar la decisión de Bregot, los dos comensales que pretendían pagarle el almuerzo al nene se retiraron de la pizzería. Los ocupantes de al menos otras dos mesas hicieron lo mismo. "Nos fuimos por la bronca, el dolor y la impotencia que nos generó la situación, la discriminación de esta criatura", comentó Celeste Macedo, una mujer que estaba en el local junto a su marido y su hijo de tres años. "El derecho de admisión que siempre se esgrime en estos casos es un invento, no existe. Es en realidad un claro acto de discriminación", aseveró Alfredo Bivono, delegado local de la Secretaría de Derechos Humanos de la provincia.
Según relató Celeste a Rosario/12, el incidente ocurrió a las 14 del miércoles. "A esa hora había mucha gente en el bar, había bancarios y empleados de la municipalidad", precisó. "Antes de que entrara este chiquito -continuó la testigo-, ya habían estado otros dos pidiendo algo de plata por las mesas. Este pibe repartía tarjetitas y en una de las mesas dos muchachos de no más de 30 años lo invitaron a comer, pero el encargado que salió detrás del mostrador no se lo permitió".
De acuerdo a la versión de Celeste, los comensales le preguntaron al dueño del local porqué razón el pibe no podía sentarse a almorazar si ellos iban a pagar lo que él consumiera. "Porque yo no quiero", respondió y le enseñó la puerta al chico. "Si quieren se quedan a comer, sino se pueden ir", le dijo a los sorprendidos clientes quienes, según Celeste, estuvieron cerca de terminar el asunto a los golpes.
Los dos muchachos se fueron de la pizzería. Minutos después al menos los ocupantes de otras dos mesas también abandonaron el local. "Nosotros nos fuimos por la bronca, la impotencia y el dolor que nos generó la situación. Tenemos un hijo de tres años que dejó de comer y quedó afectado por la escena", confió Celeste, visiblemente indignada.
En diálogo con este diario, el dueño de Pizza Piazza dio su versión. "Nosotros no aceptamos que entren vendedores mientras están comiendo los clientes porque a mucha gente no le gusta, los incomoda. De nuestra parte a muchos pibes les damos de comer, aunque esa función le corresponde ejercer a las autoridades. Además el día anterior hubo dos robos de carteras, que ya fueron denunciados en la comisaría 2ª, y que los clientes atribuyen a estos chicos", declaró el empresario, quien además comentó que su propia mujer que está embarazada de ocho meses y medio fue agredida días atrás en su panza por uno de ellos.
Puntualmente sobre el incidente del miércoles, recordó que fue recogiendo las tarjetas que el chico iba dejando y se las dio en la mano, antes de invitarlo a dejar el local. "Ahí los clientes lo invitaron a sentarse y yo les dije que no se podía. Es una situación delicada, se trata de un menor, no me puedo hacer responsable de lo que puede pasar porque desconozco las intenciones que tenían estos muchachos, tal vez las mejores. Lamento si se ofendieron", agregó.
Bregot aseguó que son "muchos los pibes pobres que vienen al bar, todos los días. Acá hay mucha hipocresía, hay gente que se enoja pero muchos les molesta y piden que no los dejen entrar. A los padres de muchos pibes les ofrecemos algunas changas y nunca vienen".
Desde la Secretaría de Derechos Humanos, Bivono prometió investigar lo sucedido. Para el funcionario se trata "de un claro caso de discriminación por portación de cara. El derecho de admisión que se esgrime no existe, es un invento. La única justificación es que altere el orden y esto chico no creo que pudiera hacerlo".
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