Lunes, 20 de enero de 2014 | Hoy
A los 78 años, falleció ayer en Rosario Alberto Carlos Vila Ortiz. Escritor, poeta, periodista y animador cultural de esta ciudad por décadas. Gary, como todos lo conocían, fue de esos intelectuales que incursionaron en el periodismo para enriquecerlo. Fue Jefe de Redacción de La Capital, trabajó en radio y televisión. Publicó numerosos libros y fue estrecho colaborador de Rosario/12.
Por Gary Vila Ortiz*
Los dioses contemporáneos, han dispuesto por decretos que en realidad no terminan de entenderse con claridad, que todo aquel individuo que dedica lo mejor de su vida a la creación, está condenado a tener pesadillas por ese atributo de crear que le ha sido otorgado por un dios más viejo perteneciente otra tribu de dioses. En lo único que están de acuerdo estas diferentes tribus de dioses, dispersas a lo largo del tiempo y del espacio, viviendo distintas formas de la eternidad y algunas con el tema de la mortalidad sin resolver, es por qué diablos se le ocurrió la creación del hombre. De hecho todas coinciden que el hombre es creación de algún dios joven a quien se le permitía jugar con barro y agua o con todos aquellos materiales que tenía a mano. Era el mimado de sus padres. Sin duda era un muchacho de frondosa imaginación y fue un precursor de Dadá, del surrealismo, del expresionismo abstracto, entre otras cosas. Pasaron muchos años, cuento en años el tiempo de los dioses lo que implica un disparate, pero la contabilidad que ellos llevan no la conocemos. De esa tribu, o de varias que actuaron juntas para la ocasión, ayudaron como pudieron para que nacieran individuos como Sócrates, San Agustín, Freud, Marx, Darwin, Alban Berg, John Coltrane, Borges, Felisberto Hernández, Macedonio Fernández, el amigo frutero que vende sus deliciosas mercaderías en su local de la esquina, Raúl con quien tomamos unos buenos whiskies en Güells, Miguel que vocea El Centón en la esquina de Mendoza y Laprida.
Es cierto que las tribus de los dioses han cambiado con los tiempos. Aunque parezca mentira se encuentran cansadas. Se diría que es como si quisieran dejar de ser dioses. Para ellos no es fácil esa decisión, pues puede parecer curioso pero ellos dependen de no se sabe bien quién o quiénes. Como esos jugadores de ajedrez de los poemas de Borges que se creen libres al hacer cada jugada, es uno o varios dioses los que hacen los movimientos, los que a su vez carecen de libertad en absoluto. Alguien detrás de ellos es el que rige los movimientos y tal vez no termine en ese punto la vana ilusión de un posible libre albedrío.
De cualquier manera las tribus de los dioses, incluso los más obtusos, han decidido tomarse un descanso, y ya lo han comenzado, cada tribu a su manera. En este sentido nosotros no podemos saber nada de nada. Con respecto a sus vacaciones, a su forma de divertirse, es algo que permanece en absoluto secreto. Tal vez ése que pueda estar por encima de ellos lo debe saber, pero no habla. Es posible que Philip K. Dick (1928-1982). Conseguir sus libros no es fácil. Mejor dicho, a mí no me resulta fácil conseguir sus libros.
A las tribus de los dioses les gusta leer a Dick. También Moby Dick y todo Melville, si es posible traducido por Borges. Las lecturas de los dioses abarcan aquellas cosas escritas por quienes no conocemos, que hasta es posible que pertenezcan a otro lugar del Universo.
Las distintas tribus de dioses suelen seguir las costumbres de los pueblos que los adoran. Por ejemplo las extrañas, al menos para nosotros, formas que tienen de cazar algunos animales por los cuales al mismo tiempo tienen un particular respeto. Algunos ejemplos: los indios nutka de la Columbia Británica, mataban un oso al cual luego lo sentaban en la mesa como invitado especial y le ofrecían comidas y lo trataban con respeto hasta que luego lo desollaban, lo cocían y se lo comían.
Los cazadores cafres sienten un enorme arrepentimiento cuando se encuentran matando con sus dardos a los elefantes y mientras lo matan le piden perdón y tratan de explicarles por qué deben hacerlo. La trompa del elefante es enterrada con una gran solemnidad.
Más extraño nos parece la actitud de los cazadores ajumba cuando mataban a un hipopótamo hembra. Luego de abrir el animal se metían en su interior y se "purificaban" con un largo baño de sangre y excrementos de la víctima. Luego se la comían.
Las tribus de dioses no se sorprenden de tales cosas, pero se sienten apabullados por la conducta de los seres humanos que calificaríamos de civilizados, por lo cual siguen pensando en hacerlos desaparecer, tienen un gran remordimiento por habernos creado. A mí me corresponden las generales de la ley por lo cual no debo manifestar opinión alguna. Pero lo cierto es que nuestra crueldad y nuestras perversiones parecen ir en aumento.
El cine, que en muchos casos es un documento de lo que está pasando, no nuestra salida alguna. Al contrario, están dedicados, muchas veces de manera ponderable, a cosas de las que apenas teníamos intuiciones. Por ejemplo la realidad rumana después de la feroz tiranía que padecieron. Hemos visto al menos tres films cuyos finales son muy similares: los personajes quedan solos mirando hacia algo que es muy parecido a la nada. Otros son los franceses que están poniendo muy en claro cuál fue la actitud de una mayoría con relación con los alemanes durante la ocupación nazi. Los japoneses se avergüenzan de las atrocidades que cometieron durante la ocupación de China, sobre todo en Manchuria. Una crueldad extra es que cuando los norteamericanos se enteraron de las experiencias realizadas por los japoneses en Manchuria, y esos científicos iban a ser juzgados como criminales de guerra, científicos norteamericanos pidieron que se los indultara a cambio de que les ofrecieran sus experiencias. En plena guerra fría eso les pareció necesario y lo hicieron sin escrúpulo alguno.
Parece bastante lógico que las tribus de los dioses sintieran menos escozor por lo que realizaban hombres más primitivos que por lo que hacen ahora los sofisticados señores de la guerra cuando la guerra ya no existe.
El cuarto de mis hijos varones, Charlie, insiste en decir que soy un tipo apocalíptico y es posible que lo sea. Sin embargo aún creo que el amor puede salvarnos de caer más y más en un abismo de perversidades. Hasta el momento el amor nos salva individualmente. Pero hasta el momento no conocemos a nadie, después que Gandhi lo intentó, que haga del amor una forma colectiva de mejorarnos.
Tal vez son los años que tengo los que ayudan a estos pensamientos. Puede ser. Tengo algunos amigos que tienen relaciones con algunas de las tribus de los dioses. Cada tanto tomamos algo y mientras nos deleitamos con algún whiskie o algún café reflexionamos sobre todas estas cosas que me preocupan.
Hay quienes me han dicho que me cuide pues ese señor puede ser el Diablo o la Muerte. Preferiría que fueran simplemente amigos de algunas tribus de dioses. Si son o la Muerte o el Diablo, puedo hacer algo? Con seguridad que no.
*Este texto, "Pesadillas de chocolate con menta" fue uno de los últimos artículos que publicó en Rosario/12, el 20 de febrero de 2012.
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