CIUDAD › OTRA HISTORIA DE LA URBANIZACIóN INDISCRIMINADA EN LA REGIóN Y SUS CONSECUENCIAS
Diez familias viven sin ningún servicio en un loteo situado en el ex centro clandestino de detención El Castillo, en Funes, aunque el dueño les cobra puntual las cuotas de los terrenos. Cuando llueve no pueden entrar ni salir del barrio
› Por Pablo Fornero
"Utilizo la batería del camión para tener luz en la casa", cuenta Maximiliano Medina, habituado, o resignado, a ese modo peculiar de brindarse energía eléctrica. Desde hace 18 meses vive junto con su mujer y sus dos hijas en el barrio Islas Malvinas, un loteo campestre ubicado en las afueras de Funes, desprovisto de todo servicio básico, al lado de El Castillo, la finca sobre la que pesan sospechas de haber sido un centro clandestino de detención durante la dictadura. Al desarrollo lo conforman unos 100 lotes, de los cuales "la mayoría" están vendidos. Además de energía eléctrica, las diez familias que lo habitan no tienen agua potable, gas natural ni accesos dignos a sus viviendas. "Cuando llueve dejamos los autos a diez cuadras y dormimos dentro para que no nos los roben", relataron.
El llamado boom inmobiliario sacudió la fisonomía de la región. Pero particularmente en Funes se vivió el destrato de algunos urbanizadores para con los compradores, que al día de hoy, pasado un lustro desde la compra del terreno, sufren la falta de servicios esenciales. El caso del Islas Malvinas (así lo denominan los propios vecinos) supera todo lo conocido. Un cartel de alerta circula por internet con la frase entusiasta: "Atención inversores, sin servicios, superficie 12x44 metros, precio $188.000". Pero la urgencia no sabe de apuestas económicas y el futuro puede ser hiper breve ante la necesidad de una casa propia.
El loteo está ubicado unos mil metros hacia el norte del barrio abierto residencial Funes City, última conexión con la zona urbana. Desde allí hasta la calle central del barrio se repiten los baches y rugosidades de un camino difícil y terregoso. La resignación se apodera de las diez familias moradoras cuando el cielo se oscurece porque les resulta imposible regresar a sus casas. A las otras tantas familias que están construyendo les espera el mismo panorama. El barro convierte en intransitable la calle de ingreso con suma facilidad, pues ni siquiera tiene un leve mejorado. "El mayor problema es la calle, pedimos el mejorado, todos laburan acá, salen a las 4, 5 de la mañana", dice Medina.
Los terrenos se pusieron a la venta en 2005. El propietario de la fracción de campo, Miguel Angel Gómez, le encomendó a la inmobiliaria funense Alí que los comercializara. Prometió títulos perfectos y escrituras "a disposición de los interesados", pero las tomarán cuando culminen de abonar las parcelas. Según los vecinos, son unos 100 lotes, de medidas variables, entre los 300 y 600 metros cuadrados. Gómez otorgó amplias facilidades al momento de la venta: en pesos a cinco años o en dólares a 20 años, a una cuota de 170 por mes. Intransigente con el pago de la cuota, amenaza con quitar la posesión al tercer mes impago. "¿Dónde voy a ir si no sigo pagando?, se preguntó Daniela, esposa de Medina, que compró a 70 mil pesos en 2008. El loteo figura en Catastro de la Provincia con el número 28.008 bajo el nombre Kirschenbilder y está reconocido como zona suburbana desde 1974. Pero en la Municipalidad de Funes figura como rural, respetando el plano y las escrituras por lotes.
La pesadilla para los vecinos no termina ahí. Lo que dentro del barrio debería ser una calle pública, plaza y un centro cívico, el dueño de El Castillo, Mateo Provenzano, hombre ligado al mundo del fútbol en la captación de jugadores de Unión de Santa Fe, lo usurpó, según denuncian. La calle fue reemplazada por un alambrado que cubre de punta a punta el loteo y la plaza "fue usurpada por volqueteros y está llena de basura", narró Medina.
El año pasado, los vecinos se reunieron en más de una oportunidad con un grupo de concejales, quienes se comprometieron a brindarles ayuda. Consiguieron material para el mejorado de calles, pero se encontraron con el escollo de la intendenta Mónica Tomei. "Las piedras estaban, pero ella no daba las máquinas", afirmó Mariana, que adquirió su lote en 2010 y tiene el "privilegio" de tener luz gracias a un panel solar. Usa una heladera a gas. Otros se abrazan a un generador eléctrico. Igual, aclara: "Es una fortuna". Del encuentro con los ediles, obtuvieron dos tanques de agua potable que "supuestamente" son cargados por una cuba dos veces a la semana. A uno de ellos le falta la tapa, por lo que el líquido se contamina con facilidad. Los vecinos, por eso, eligieron volver al viejo método: cargan bidones de agua en una canilla pública del centro de Funes.
"Tomei no quiere que se expanda Funes para estos lados", contó Maximiliano, quien reveló que todos los vecinos están dispuestos a invertir para recibir un mejorado de una calle que es pública y debería mantener el estado local. Dicho sostenimiento es el más urgente, incluso por encima del servicio eléctrico que la Empresa Provincial de la Energía (EPE) tendría que prestar. "Hicimos todas las gestiones, pero la intendenta nunca quiso saber nada con este barrio", amplió Medina. La postura de la jefa comunal lo llenó de desilusión, por ese motivo sólo aguarda "que (la ciudad) cambie de gobernador" para salir a trabajar cuando castiga el mal clima. Por el momento, "cuando llueve, hay que aguantársela".
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