Lun 09.05.2016
rosario

CIUDAD › LLEGA EL SEGUNDO JUICIO ORAL Y PúBLICO CONTRA UN MARIDO MALTRATADOR.

Otra pesadilla de violencia machista

Luego del caso de Jésica Balmaceda, otra mujer logra sentar en el banquillo de acusados a su ex pareja, 50 denuncias después. Aquí cuenta los tormentos físicos y psicológicos a los que el hombre somete a ella y a sus dos hijos.

› Por Lorena Panzerini

"La pena contra el agresor de Jesica nos muestra que no hay que bajar los brazos, porque atrás de ella estoy yo; y detrás de mí, otro montón de mujeres más". La frase sale con fuerza de los labios de J. C., una mujer de 32 años, con dos hijos pequeños, que dice no tener vida a causa del hostigamiento de su ex pareja. Su caso será el segundo en llegar a juicio oral por violencia de género, en el marco del nuevo sistema penal. Hace más de tres años, M. P., su ex pareja, la amenaza pese a que ella hizo alrededor de 50 denuncias: le rompe vidrios, no le permite salir a trabajar; y ni siquiera ir a buscar a los chicos en la escuela. "No sé qué más hacer, no sé con qué les voy a dar de comer a mis hijos", lamenta la mujer. El agresor fue imputado pero estará en libertad hasta el juicio. La fiscal Raquel Almada pidió tres años de prisión efectiva, por cuatro hechos. El Ministerio Público de la Acusación recibe 300 denuncias de violencia machista, cada semana.

Hace cuatro días se conoció la sentencia del primer juicio oral por violencia de género, en el nuevo sistema penal, que dejó insatisfecha a la víctima y cuyo agresor fue condenado a tres años de prisión, cuando la Fiscalía pedía 4 y medio. Desde la organización Ampliando Derechos, Nora Giacometto planteó que el fallo "demuestra que hace falta capacitación y perspectiva de género en los jueces, que deben empezar por ver y tomar como prueba la violencia psicológica. Hay que darles garantías a otras víctimas", dijo. La ONG acompaña y asiste otras mujeres violentadas, como J. C., cuya causa llegará a juicio en el segundo semestre del año.

J. todavía estaba en la secundaria cuando comenzó su relación con M. P., un año mayor que ella. Al príncipio, la celaba: "Me decía no te pongas esto. ¿Por qué te perfumás?; ¿Dónde estuviste?; Pero yo era chica, no veía nada malo". Al tiempo quedó embarazada de su primer hijo y comenzaron las agresiones. "Me decía '¿qué te pasa; ya no te intereso más?'".

El agresor tiene antecedentes penales por robos calificados y estuvo detenido mientras su hijo era un bebé. También estuvo internado en cuatro centros de rehabilitación por consumo de estupefacientes. En los últimos cuatro años sumó alrededor de 50 denuncias de J. "Cuando nos juntamos, yo tenía 21 años; y estuve con él cuando tuvo problemas. Después nos separamos un tiempo. El estuvo internado, pero se escapó y volvió a estar bien un tiempo. Tuvimos otro hijo. Sin embargo, volvieron las agresiones. Una vez me quemó con la plancha en la espalda; otra, me apretó el cuello contra la pared y me quemó el ojo con un cigarrillo; y hasta me desfiguró la cara con un muñeco de mi hijo y me llevó a Monje para esconderme mientras se iban las marcas". Pero esos casos no llegaron a ser denunciados por el terror que J. le tenía. "Vivía nervioso, me empujaba, me reclamaba que callara a los chicos, que le diera plata, porque yo siempre trabajé; pero no quería decirle nada a mi familia de lo que me pasaba. Y él me alejó de todo el mundo, me decía que yo era suya".

En 2012 J. no aguantó más. Pesaba 45 kilos. Como pudo, comenzó a construirse una casita pegada a la casa de sus padres, en el Fonavi de Donado y Mendoza. "Cuando podía me iba para allá y laburaba codo a codo con mi viejo para levantarla; y cuando estuvo lista, aproveché que él se iba unos días, porque era paquetero y viajaba, y llamé un flete. El llegó y vio el camión. Estaba sacado. Se bajó de la moto, sacó un destornillador de abajo del asiento y lo amenazó al fletero diciendo que andaba conmigo". Recién ahí J. se animó a presentar la primera denuncia; y se fue.

Sin embargo, los hostigamientos no cesaron: le destrozó varias veces los vidrios de toda la casa, le rompió las puertas, se metió en su casa en plena noche y hasta le apuntó con un arma desde la ventana. Cada una de las veces que él volvió, ella lo denunció. "Más de una vez se me aparecía y me decía 'si yo no duermo, ustedes no van a dormir; si yo no tengo nada, vos no vas a tener nada'", relató la mujer.

En mayo de 2014 J. logró una prohibición de acercamiento, pero él niega haberse notificado. Fue al día siguiente de que se le metiera por la ventana de la pieza: "Pisó a los chicos dormidos y se me apareció mientras levantaba la mesa, porque habían venido unas amigas a mi casa. Me agarró a mí y se brotó. Me dijo 'te estás enfiestando' y un montón de cosas. Llegó a las 12.05 y lo pude sacar de mi casa recién a las 7 de la mañana, mientras los nenes lloraban y mis padres intentaban sacarlo".

Eso tampoco surtió efecto: él volvía y la llamaba, todo el tiempo. En otra oportunidad, la salvó su hermano. "Imaginate que él mide un metro ochenta; y yo no llego al metro y medio. Le tenía terror. La violencia fue siempre delante de mis hijos. Ese día, si no estaba mi hermano creo me mataba", dijo J..

Al año de empezar a hacer las denuncias, logró obtener un botón de pánico, pero la policía tampoco le dio soluciones. "Cuando lo toqué por primera vez, porque él se me quería meter a casa, vinieron como cuatro patrulleros y él se fue antes; pero la policía no llegó nunca a mi casa, se quedaron en la esquina y tuve que salir yo a buscarlos. Me dijeron que al Fonavi no se metían", se quejó.

"Con todas las denuncias yo ya pasé por cuatro fiscales, hasta que lo tomó Almada, que lo va a llevar a juicio, pero después de mucho trabajo, porque hay que salir a buscar testigos y no sabés lo que es tener que rogar para que vayan a declarar. Conseguí a una sola vecina que va a ser testigo porque su marido no puede dormir por los gritos de él, y entra a trabajar a la madrugada. Nosotros no tenemos noche, mis hijos no duermen, no pueden ir a la escuela, no tienen amigos, ni conocen una plaza. El nos arrebató todo. Estamos vivos pero andamos como muertos. Incluso yo me puse una heladería en casa para subsistir, tuve un local enfrente, pero tuve que cerrar todo porque él se me aparecía y armaba lío esté quien esté".

Con la orden de restricción vigente, en una oportunidad J. se presentó a Tribunales porque M. presentó un pedido de régimen de visitas con los chicos. Fue en la Defensoría Nº 1, donde "él contó un montón de cosas sobre su adicción, sobre sus causas penales, y dijo que yo metía hombres a mi casa, pero yo pude hacer mi descargo y la defensora me dijo que no podía estar ahí con él si tenía una prohibición de acercamiento. Yo pido que lo que se declaró en la causa civil pueda ser llevado a la causa penal, porque en la Fiscalía me dicen que son cosas distintas", reclamó. Esa mañana tuvo que pedirle a la policía del destacamento del Tribunal que la lleve a su casa, porque tenía pánico de salir e ir hasta la parada del colectivo. "Y hasta el día de hoy no para, pese a que tiene una pareja y otro hijo. Viene a mi casa todas las madrugadas; y no es porque quiere ver a mis hijos, porque no sabe ni cuánto calzan. El problema es conmigo".

Aunque la causa llegará a juicio, la mujer teme por su vida. "Yo voy a las marchas para que esto se termine, y camino detrás de los familiares de las chicas asesinadas; pero es escalofriante pensar que ahí puede estar mi familia el día de mañana", sollozó.

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