CIUDAD
La semana pasada se aprobó un aumento en las franquicias para jubilados. El eje fue el costo económico. Pocos hablaron de los derechos de los ancianos que aquí se enumeran.
La semana pasada fue testigo de un fuerte debate en torno al aumento del número de franquicias para los jubilados en los colectivos. El eje fue el financiamiento de estos pases y cómo afectaría a los costos del sistema de transporte. Sin embargo, tras los aspectos económicos están los actores principales: los ancianos, quienes parecen estar fuera de la discusión, como si fueran incapaces de tomar una decisión sobre sí mismos. En diálogo con Rosario/12, el coordinador del Area Discapacidad, Barreras y Seguros del Centro de Investigación en Derecho de la Ancianidad de la Facultad de Derecho de la UNR, Alejandro Palermo Romera, puntualizó cuáles son los principales comportamientos sociales que aíslan a las personas de la tercera edad, e hizo hincapié en la importancia del cambio de significación que se le da al sujeto cuando pasa de ser un "activo" a un "pasivo" dentro del sistema de producción.
Palermo Romera propuso como puntapié para el análisis partir de la pregunta: "¿Por qué mientras uno está trabajando nos llamamos persona activa y cuando nos jubilamos pasamos a ser pasivos?". Este cuestionamiento remite a otra pregunta: "¿Por qué tenemos que ser pasivos?". "Cuando dejamos de producir económicamente, desde el ámbito en el que estemos ejerciendo nuestras funciones, pasamos a tener otra producción que es justamente la de disfrutar y poder producir otras cosas que a lo mejor no producen para la economía", afirmó el investigador, quien además aseguró que "si fuésemos un poquito más inteligentes podríamos explotar económicamente esta situación".
De este modo, planteó que si los ancianos tuvieran una buena jubilación podría aprovecharse esta situación para "generar consumo", porque "hoy un anciano consume básicamente medicamentos y todo el sistema de salud, pero por qué no pensar que un anciano puede mover la economía desde otro aspecto, como por ejemplo desde el turismo, o lo intelectual".
Para Palermo Romera en primer lugar hay que "sacar esa connotación de que porque es pasivo es pasivo para todo", y ejemplificó: "Cuando le preguntas a un anciano por qué no aprende computación, te responde que ya está viejo, que no puede entender". Según el investigador, esta situación se da así porque "no les damos las condiciones. Si los vamos a estar maltratando todo el tiempo, cerrándoles las puertas y no permitiéndoles su autonomía y su desarrollo personal es muy difícil que esto cambie. El hecho de que seamos viejos no quiere decir que no tengamos proyectos, al contrario es cuando más proyectos debe haber porque tenemos más tiempo libre".
Para que esto sea posible debería primero "pensarse desde una estructura distinta, una estructura de revalorizar al anciano, y pensar que porque es viejo no deja de ser, primero, una persona, y segundo que tiene todos los mismos derechos que tenemos nosotros, y por supuesto que es una persona que puede seguir siéndole de mucha utilidad a la familia y a la sociedad".
Contrapuesto a este deber ser, Palermo Romera puntualizó cuáles son los aspectos que excluyen a la tercera edad del sistema y destacó "todo lo relacionado con el sistema de salud". En este punto, remarcó "la dificultad para acceder a un turno o a los medicamentos en tiempo y forma por la cantidad de afiliados que pueda llegar a tener el Pami y que a lo mejor por su estructura burocrática no permite dar una mejor prestación, lo cual es muy objetable". Además, informó que "muchas veces los ancianos tienen problemas de algún tipo de discapacidad y no tienen las coberturas que las normativas sobre salud le exige cubrir".
Sumado a esto, está el problema de la accesibilidad. "El Pami de San Lorenzo al 900 tiene un ingreso totalmente inaccesible ya que tiene cuatro o cinco escalones desde la puerta hasta su ingreso principal, con lo cual a alguna persona anciana con algún problema de movilidad le es muy difícil poder ingresar a hacer cualquier trámite en la institución".
Otro aspecto que planteó fue el "lugar que les damos a los ancianos desde la sociedad, desde la perspectiva de la familia, que muchas veces no comprende la problemática de los ancianos". En este punto resaltó que "tenemos serios problemas intergeneracionales porque hay muchas veces que los abuelos viven con los nietos y los intereses son muy distintos. Además, hay que hacer cumplir el derecho a la visita por parte de los abuelos hacia sus nietos, que en muchos casos es muy dificultosa".
Palermo Romera recordó que "muchas veces ni siquiera les damos la opción de si quieren o no ir a un geriátrico, y si quieren ir a uno, la opción de en qué geriátrico quieren estar. Además, la mayoría no firma el ingreso al geriátrico, lo firma algún familiar. Con lo cual le estamos diciendo que es un incapaz, que no sabe hacer nada, que ni siquiera está capacitado para elegir si quiere o no quiere estar ahí adentro".
Pero más allá de estos puntos, está "toda la cuestión de inserción social. Muchas veces no escuchamos a nuestros abuelos que realmente pueden contarnos muchas experiencias que han tenido y que tienen, y que las descartamos en esta sociedad en la que vivimos corriendo en el día a día, pero a veces hay que poner un pequeño freno y sentarnos a escucharlos.
Muchas veces los ancianos lo que necesitan es eso, que nos sentemos diez minutos a escucharlos, y a lo mejor no es un gran problema el que tienen sino que sencillamente tienen que hablar con alguien".
Si bien "hay normas sueltas y programas específicos, en el país no hay una normativa general sobre ancianidad". Los proyecto de ley que existen actualmente refieren "a derechos que los ancianos ya tienen, pero lo que se procura es reforzarlos y especificados con una ley particular".
Informe: Paula Kearney.
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